Novelas y cuentos
Rosario Barahona

Rosario Barahona
Rosario Barahona | Foto: © Jorge Dávila

Rosario Barahona Michel (Sucre, siglo XX) es escritora e historiadora. Sus temas de investigación se concentran en los procesos sociales y vida cotidiana del siglo XVIII charqueño. En 2012, obtuvo el Premio Nacional de Novela con su obra Y en el fondo tu ausencia, (Alfaguara, 2013) ambientada en La Plata dieciochesca.
En 2017 publicó el cuento “Cosas consabidas” (Yerba Mala Cartonera), traducido al inglés y publicado en la revista Latin American Literature Today, 2018.
Dirige en Sucre la histórica biblioteca del  museo Casa de la Libertad.
 

¿Hacia dónde va la literatura boliviana en este nuevo siglo? 

Apunta hacia la diversidad, sin duda (hombres y mujeres de toda edad, procedencia, formación, cosmovisión). La literatura boliviana, sin embargo, no contiene -aparentemente cuando menos-  un temario, un rol, tampoco.
Una responsabilidad, eso sí. En los últimos años hemos visto emerger muchas escritoras y escritores (jóvenes, en general, estos últimos)
Empero, es necesario referirnos a las escritoras bolivianas. Para comenzar, visibilidad e igualdad, no son la misma cosa. Hay una cierta visibilización,  gracias, primero, a la calidad literaria de nuestras autoras y segundo, gracias a las redes sociales, sin duda. Pero pecando de pesimista, esto no cambia la figura. Hay una perenne predominancia masculina en el campo literario y tenemos que preguntarnos los porqués, tomar conciencia, hacerse las preguntas arduas.

Por tanto, no se trata exactamente de una primavera literaria “femenina” de estos últimos cinco o seis años, sino tan sólo de mujeres invirtiendo autodisciplina, dedicación y tiempo valiosísimo de sus vidas-años, en general, pues el trabajo narrativo requiere mucho tiempo de perfeccionamiento.
Autoras bolivianas reconocidas y respetadas nacional e internacionalmente (y además premiadas monetariamente). Entre paréntesis, quiero decir que hay gente que considera que los premios literarios son un golpe de suerte y al respecto me gusta pronunciarlo con desparpajo, como Adela Zamudio en su siglo: “¡permitidme que me asombre!” pues ningún premio literario respetable es fruto del azar, a eso se le llama trabajo.

En suma, leo el empoderamiento responsable de la palabra en medio de un universo boliviano diverso, como una consigna más.
 
¿Entre la creación y la investigación, como te sientes mejor? 

Con la creatividad, definitivamente. Esto es, me nutro de la investigación y de la historia, siempre, o casi siempre, pero la imaginación es la reina, o más bien, la que reina.

Para mí, es importante escribir con pulcritud y elegancia, pero sobre todo con propiedad, aunque escribamos desde la ficción, un terreno donde todo es posible. Parte del mundo en el cual me muevo proviene de la investigación histórica, donde si bien son válidas las interpretaciones y las hipótesis, el dato científico, duro y casi implacable es lo que importa. Creo pues, que ese afán de comprobar las cosas es lo que de una u otra manera me sigue importando a la hora de escribir ficción, aunque en el fondo, no sé si sirva del todo porque reconozco que así es posible que se pierda un cierto encanto. Pienso, por ejemplo en Remedios la bella, flotando en los cielos mágicos de Macondo. Con esto, quiero decir, García Márquez no necesitó nada, salvo su imaginación, para crear un personaje inolvidable. Acaso, entonces, la imaginación sazonada con gracia y ninguna otra cosa más sea lo primordial a la hora de  escribir. 
 
¿Cómo definirías y resumirías tu trabajo literario?
 
La escritura es en mí, y/o para mí algo más bien “natural”. Suelo hacerme escabrosas preguntas, sin piedad: ¿acaso todo, absolutamente todo lo que nos rodea no contiene una historia en sí? ¿Acaso cada cosa cotidiana está desprovista de una trama narrativa? Pues no. (O cuando menos para mí, no).
Por eso,  el acto de escribir y los procesos creativos que éste implica no pueden ser guardados en un cajón, sino extendidos como cartas de tarot sobre la mesa de trabajo, para tenerlos próximos y reflexionarlos, pero sobre todo para ponerlos a resguardo de la sombra del tiempo, de las nieblas de nuestros pensamientos y las minucias de nuestras cotidianidades que suelen llevárselo todo consigo.

También, sin embargo, suelo pensar en el día postrero, cuando las preguntas que me haga sean aún más difíciles: ¿Qué hiciste con tu vida, escritora? ¿Fuiste la que querías ser?

Como todos, quiero tener buenos argumentos para responderme y para responder, y para eso hay que prepararse.

Soy una escritora que trabaja la ficción a golpes de cincel, con paciencia, autoexigencia y tiempo.

 

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