Exhibida en el marco de FIDOCS 2016, esta película es un análisis fascinante del cine alemán entre 1919 y 1932 como fábrica de sueños, y donde asoma el autoritarismo de Hitler antes que llegue al poder.
© Praesens Film Zürich
En el Festival de Cine Documental de Santiago, FIDOCS 2016, pudimos ver
De Caligari a Hitler de Rüdiger Suchsland. Estrenada en el Festival de Venecia del año 2014, Suchsland –quien es uno de los críticos de cine más destacados de Alemania- toma prestado el título y algunas ideas del libro de Sigfried Krakauer para hablar del cine de la República de Weimar. Es la época de gloria del cine mudo alemán, donde se inventaron prácticamente todos los géneros del cine, que se dio en un contexto de libertad, pero donde las imágenes tuvieron un rol premonitorio, según Krakauer, al mostrar una serie de figuras autoritarias que prefiguran lo que vendría después. Krakauer es un intelectual cercano a Walter Benjamin, Theodor W. Adorno y la Escuela de Frankfurt, quien emigró a Estados Unidos y escribió allá sus obras de análisis cinematográfico. Suchsland también rescata algunas ideas similares que escribió Lotte Eisner en su obra
Die dämonische Leinwand/La pantalla endemoniada.
Suchsland nos habla de esta convulsionada época en Alemania, que parte con la revolución. Para ello nos va mostrando imágenes de la época, tanto de Berlín como otras ciudades. Y también destaca algunas películas injustamente olvidadas del periodo, muchas de las cuales están en nuestra Cinemateca. Un ejemplo es
Nerven (1919) de Robert Reinert, que muestra imágenes de la revolución en München, pero además adelanta una forma de narración que demuestra la influencia del psicoanálisis en el cine.
Suchsland también desnuda la fascinación por figuras autoritarias que va develando el cine de la época, desde el mismo Caligari en adelante, donde una figura oscura manipula a un sonámbulo (ya sea Cesare, el Golem o incluso Nosferatu). También Sigfrido de
Los Nibelungos, a quien llama un “Superman rubio”, tiene rasgos autoritarios mientras Kriemhilda personifica la venganza que el pueblo alemán ansiaba. Destaca la figura del gran Gustav Gründgens en M, una personalidad absolutamente autoritaria, casi una caricatura de los que llegarían al poder poco después. El cine de la era de Weimar nos muestra la rebelión de los hijos, como en
Metrópolis, pero es la generación de los padres la que se impone. Y sugiere que también es la generación que hipoteca el futuro de sus hijos, como nos mostrará la historia después de 1933.
Es una lectura sociológica del cine, como artefacto que revela los rasgos de la sociedad de su época. Muestra los miedos y también los sueños, los deseos ocultos que más tarde aflorarán en una Alemania que celebra a Hitler, la quema de libros, la hoguera de la guerra. Es el arte para las masas.
Y luego Suchsland se detiene en otra película emblemática,
Menschen am Sonntag/Gente en domingo (1929/30), de Robert Siodmak, cámara de Eugen Schüfftan y guión de Billy Wilder. Es el producto de la
Neue Sachlichkeit, y que muestra la nueva clase de los empleados urbanos. Pura espontaneidad, con una cámara soberbia. El cine que descubre la vida misma, que ha dejado atrás el romanticismo para entrar en la vida moderna, objetiva, con actores amateur que hacen de sí mismos.
© Praesens Film Zürich
Lo más fascinante en
De Caligari a Hitler es que no se limita al análisis fílmico, político o sociológico. En un arrebato de pasión, en una declaración de amor por el cine, Rüdiger Suchsland toma al espectador de la mano y lo lleva de paseo por las escenas más fascinantes de la época, muchas veces de películas injustamente olvidadas, como
Fräulein Else (1928/29) de Paul Czinner. Aquí vemos a la protagonista, la gran actriz Elisabeth Bergner, en un plano secuencia inolvidable, donde una cámara libre y desatada va mostrando los meandros de la psiquis, con la duda, la fascinación, el miedo y la osadía, todo a la vez.
Un punto cúlmine de este recorrido es una declaración “como ninguna otra en el cine alemán”, tomada de
El Ángel Azul, donde Marlene Dietrich dedica largas carcajadas y se burla de su enamorado. Y así con tantas imágenes de Ernst Lubitsch y Fritz Lang, F.W. Murnau, G.W. Pabst, Reinhold Schünzel, Joe May, Gerhard Lamprecht, Walter Ruttmann, Arnold Fanck y sus películas de montaña, Werner Hochbaum. Y una mención especial para la olvidada Marie Harder, una de las pocas mujeres cineastas de la época, que en su filme
Lohnbuchhalter Kremke retrata toda la amenaza que la modernidad representa para los que no se logran adaptar al progreso, un tema indudablemente actual.
De Caligari a Hitler es una película “de archivo”, pincelada de opiniones de otros realizadores como Volker Schlöndorff o Fatih Akin, así como otros teóricos del cine como Elisabeth Bronfen, Thomas Elsaesser y Eric D. Weitz. Pero también es un paseo por el fascinante mundo de las imágenes previas a 1933 y su abrupto fin con la tragedia del exilio, en el que terminaron tantas y tantas figuras del cine, como detalla la larga lista en el epílogo de la película.