Adiós a un porteño de corazón

Alfredo Barría
© cinerecobrado.cl

Este año 2020, difícil en tantos aspectos, además se llevó a muchas personas del área de la cultura. Y para navidad se llevó a Alfredo Barría, fundador y por largos años director del Festival de Cine Recobrado de Valparaíso. Fue uno de los partners más importantes de la Cinemateca del Goethe-Institut y sobre todo, un hombre de afectos y gran profundidad.

Alfredo Barría Troncoso tuvo una fructífera carrera. Fue un hombre de pocas palabras, pero de un profundo compromiso con su ciudad y su gran pasión, el cine. Fue licenciado en Cine de la Universidad de Valparaíso y diplomado en Estudios de Cine de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Entre 1985 y el año 2000 ejerció la crítica de cine en El Mercurio de Valparaíso; participó en  los festivales de cine de Berlín (1991 y 1992) y en el Cinema Ritrovato de Bologna (2008), y en  Chile fue jurado en los festivales de cine de Viña del Mar, Valdivia, Lebu y Tarapacá. Escribió el texto de crónicas “Mi ciudad” (2005), y en junio de 2011 lanzó el libro “El Espejo Quebrado- Memorias del cine de Allende y la Unidad Popular” (Uqbar). También fue un destacado académico del Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad Técnica Federico Santa María, del Programa Minor de Cine de la Facultad de Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez y en la Carrera de Comunicación Audiovisual del DUOC UC de Viña del Mar.

Desde 1997 fue director y curador del Festival Internacional de Cine Recobrado de Valparaíso, proyecto dedicado al archivo fílmico y las piezas restauradas. Es la gran obra por la que será recordado. Tuvo una extrema lucidez para impulsar la nominación de Valparaíso al status de patrimonio de la humanidad, lo que le valió recibir la Medalla Unesco en 2003. Además recibió el Premio Regional de Cine Aldo Francia 2010 por trayectoria cinematográfica, y fue declarado Ciudadano llustre de Valparaíso en 2013. Su reacción a estos premios lo retrata bien: “Nadie trabaja para ser premiado, siempre hay una vocación en juego… es un estímulo para reforzar el trabajo”.

En 2003 él declaraba a un programa de TV (Entre crónicas: ciudadanos de Valparaíso, de Dereojo Producciones): “El escenario está abierto para la posibilidad de que podamos hacer historia, en el sentido de un tejido humano cotidiano y no solo a nivel de discurso abstracto y menos aún de una tarjeta postal”. “El punto no está en que recibamos una oleada de nuevos ricos santiaguinos que vengan a consumir acá a Valparaíso, como lo hacen a lo largo de todo el territorio nacional. Necesitamos que esta denominación Unesco se plasme y cristalice en una mayor calidad de vida de los porteños, en su dimensión cotidiana; que nos sintamos orgullosos y no avergonzados de vivir en una ciudad como Valparaíso. Es tan simple como eso, pero no se juega en las estadísticas de Sernatur”.
 
Siempre trabajó para elevar la dignidad de su ciudad, y el festival fue un agente importante para plasmar su visión: profundidad de conocimientos y una red de personas unidas por afectos sinceros. Por el Festival de Valparaíso, luego denominado Festival de Cine Recobrado, pasaron grandes personalidades. Desde el Goethe-Institut nos tocó acompañar a muchos visitantes alemanes, como Walter Schobert, ex director del Museo del Cine de Frankfort, el director Peter Lilienthal; Eva Orbanz, directora mundial de FIAF;  Stefan Drössler, director del Museo del Cine de Munich; o Heiner Ross, figura clave en el rescate del cine chileno de la UP. También resulta inolvidable la presencia del músico Günther Buchwald, y los conciertos improvisados que dio junto a Gastón Soublette en el marco del festival. Hubo retrospectivas de creadores alemanes de todas las épocas, como Lotte Reiniger, Alexander Kluge, Harun Farocki , Peter Lilienthal o Heynowski & Scheumann.
Pero este festival sigue siendo una joya rara en el mundo, única en el hemisferio sur, y por ello ha tenido el respaldo y el reconocimiento de figuras de todo el globo, como Tim Kittleson, director del UCLA Archive de la Universidad de California; Andrea Meneghelli, director del archivo de la Cineteca de Bologna, Italia; Jon Wengström, Curador de la Cinemateca del Instituto Fílmico Sueco, y Francisco Gaytan, jefe técnico de la Filmoteca de la UNAM, México, por mencionar a algunos. La lista es muy larga.
Lo importante al recordar a Alfredo es que no ponía el énfasis en los reconocimientos, sino en hacer las cosas bien hechas. Un hito es por ejemplo el simposio dedicado a Raúl Ruiz de octubre de 2012, donde participaron expertos desde Estados Unidos (Jorge Ruffinelli , Verónica Cortínez) Alemania (Manfred Engelbert), Argentina (Eduardo Russo), Uruguay (Luis Elbert ) y Chile (Ignacio Agüero, Christian Miranda, Udo Jacobsen).

Muchos de estos nombres se repiten a lo largo de los años, ya que en Valparaíso nació una suerte de cofradía del cine, unida también por el afecto de Alfredo y su esposa Elvira, una gran anfitriona y también magister en cine. Nos golpeó a todos la muerte inesperada de Elvira, por un cáncer feroz y que nadie pudo atajar. Sucedió en diciembre de 2012, y sospecho que ese fue el principio del fin para Alfredo, quien ya lidiaba con un agresivo caso de Parkinson desde antes. Los miércoles de 2013 para mí fueron un regalo: Alfredo Barría venía a hacer clases a la Universidad Adolfo Ibáñez en Santiago, y aprovechábamos de almorzar juntos en la cantina del Goethe.

En 2016 se celebraron los 20 años del festival, y ahí compartimos por última vez. Alfredo dejó el liderazgo del festival en manos de Jaime Córdova, pero de  una forma u otra siguió ligado a este evento. En 2018 participó del simposio dedicado a John Ford, y su ponencia en torno a su película favorita, “El hombre que mató a Liberty Valance”, demuestra por qué era un profesor tan querido.

También deja en evidencia que la fragilidad física no era impedimento para su claridad mental, ya que antes de su clase declaró: “No puedo sustraerme al hecho de haber sido el director del Festival de Cine Recobrado por 20 años, evocando un hecho muy simple: si cruzamos la barrera del sonido en esos años, fue como una acción de rebelión frente al naufragio en términos de hacer ciudad. La experiencia vivida se volvió irrepetible, al identificarse con la causa histórica, un verdadero envión cultural-artístico de declarar a Valparaíso Patrimonio Mundial de la Humanidad. Verificado este logro en el año 2003, se acaba el periodo épico y comienza la era de la gestión cultural, el emprendimiento, la imagen corporativa, la vinculación con el medio. Algo parecido ocurrió en los últimos años de la dictadura, cuando soñamos con un país distinto. Quizás ese momento llegó, pero duró muy poco, y no nos dimos cuenta que se transformó en otra cosa”.

Esta navidad fue especialmente triste por la partida de Alfredo Barría. Pero nos deja un legado, y también el desafío de trabajar como él, con pocas palabras y gran energía por elevar la dignidad del ser humano. Me permito la libertad de citar a otro miembro de la cofradía de Valparaíso, para cerrar este pequeño homenaje. Ignacio Aliaga posteó esta despedida: “Un gran amigo se va, de manera tan silenciosa como llegaba a las reuniones, eventos, y cuanto encuentro organizará o acompañará, dando aliento a los demás. Un visionario y un creador, tenaz defensor del patrimonio y del cine, fue un impulsor de muchas iniciativas en favor de la cultura. Hará falta, lo despedimos con un hasta pronto, seguros de que su aporte seguirá importando. Adiós Alfredo”.