El fútbol comenzó a transformarse en un fenómeno de masas con los estadios. Sin embargo, el aura casi sacra de esta suerte de templos del balompié adquiere su expresión máxima cuando no hay partidos.
Basta observar a las personas que recorren un estadio vacío. Miran respetuosamente hacia las tribunas y evita alzar la voz. Es como si en la cancha estuvieran grabados todos los triunfos y tragedias que se han vivido allí, como si en medio del silencio se pudiera escuchar todavía como un leve eco el vaivén de la multitud.
"Un estadio vacío emana una fascinación muy propia", coincide Gert Kähler, uno de los curadores de la exposición
Choreographie der Massen (Coreografía de las masas) que se realiza en la Academia de las Artes de Berlín. La muestra se centra en la historia del desarrollo del fútbol, así como, en la interrelación entre la arquitectura de los estadios y el carácter de las masas, desde los juegos olímpicos de 1936 hasta la era internet.
Cuerdas, vallas y tribunas
Al principio, este juego no tenía un escenario propio. Los primeros futbolistas, a partir de 1863 en Inglaterra y de 1888 en Alemania, tenían que acarrear los arcos y las banderolas de las esquinas a la cancha en cada partido. Sin embargo, en la medida en que el deporte se fue haciendo popular, el cierre de las canchas de fútbol se trasformó en una necesidad económica, ya que sólo por esa vía los clubes podían cobrar entrada. Las cuerdas con que se cercaba la cancha se transformaron en vallas y las vallas en tribunas. El estadio marcó el inicio del desarrollo comercial del fútbol y de la irrupción del fenómeno de masas.
De actividad de esparcimiento a fenómeno de masas
En Alemania, esto ocurrió en los años 20. El fútbol había sido integrado en 1910 a la rutina de entrenamiento de la infantería y la marina; en la Primera Guerra Mundial, este juego se volvió extremadamente popular, entre otras cosas a través del contacto con la enemiga Inglaterra. Tras 1918, los soldados trajeron el fútbol a su retorno a la patria. Las cifras de espectadores aumentaron con rapidez y se comenzó con la construcción de los grandes estadios municipales. En 1903, 750 personas vieron la final del primer campeonato alemán de fútbol; en 1923, los espectadores llegaron a los 64 mil. También la radio contribuyó a este creciente interés, luego de que a fines de 1925 se comenzaran a transmitir los partidos en vivo.
El fútbol pasó de ser una actividad de esparcimiento de la clase media alta para transformarse en un fenómeno de masas. Tras 1945, luego de que la burguesía judía que también gustaba del fútbol había sido expulsada por los nacionalsocialistas, la clase media se alejó de los estadios. Interesarse por el fútbol era mal visto entre los círculos dominantes. Las cifras de espectadores antes de la Segunda guerra mundial en Alemania eran muchísimos mayores que ahora. Los estadios no ofrecían ningún confort y prácticamente sólo se podía estar de pie. En la famosa foto de la final de la copa inglesa White Horse en 1923, un policía montado en un caballo blanco intenta en vano hacer retroceder a las masas de la cancha del estadio de Wembley: 126 mil hinchas vieron el encuentro. El récord lo tiene el partido del mundial de fútbol de 1950 en el estadio Maracaná de Rio de Janeiro, donde 195 mil personas esperaban celebrar el primer título mundial de Brasil y enmudecieron de golpe cuando Alcides Ghiggia puso el 2:1 para Uruguay.
La domesticación de las masas
Junto a los cambios cuantitativos, se ha modificado también el carácter de las masas. Una multitud difícil de controlar, políticamente influenciable, no en vano la exposición berlinesa sobre las olimpiadas de 1936 y el libro de Elias Canetti
Masse und Macht (Masa y poder) (1960) tematizan esta relación, y donde los accidentes estaban a la orden del día, se ha transformado en un público de espectáculo, en gran medida gracias al diseño de los estadios. Después de que en los años 80 ocurrieran graves accidentes en las abarrotadas galerías, la gran mayoría de los estadios de fútbol europeo se remodelaron, de manera que casi la totalidad de sus tribunas se dotaron de butacas. Esto modificó la estructura social de público de manera permanente.
Para Canetti, era la "transgresión del temor al contacto" lo que determinaba la constitución de una masa; cuando personas que normalmente evitan el contacto físico, se funden unas con otras. Las butacas, sin embargo, permiten la re individualización de la masa. Sólo en el momento de celebrar el gol (hay un ejemplo más gráfico para eso que lo que Canetti llama la "descarga de la masa") se produce contacto físico. Y como en las tribunas con butacas, además, se puede cobrar más caro, los trabajadores y las personas de sectores sociales más bajos fueron reducidos a los acotados sectores de galería donde aún se podía permanecer de pie. El fútbol también se volvió socialmente aceptable para las mujeres, la clase media volvió a los estadios. "El fútbol se acercó a un espectáculo teatral", dice Gert Kähler sobre este desarrollo, "adquirió un mayor carácter de espectáculo."
Masas en los espacios virtuales
"La masa es ambivalente: puede transformarse en violencia, pero también permitir la liberación emocional", continúa Gert Kähler. Pero por medio de la nueva estructura de espectadores ha dejado de existir esa forma clásica de la masa en los estadios como la describió Elias Canetti en 1960, todavía bajo la influencia del nacionalsocialismo. Ya sólo las eventuales invasiones a la cancha después del pitazo final recuerdan todavía al salvaje público del fútbol de otras épocas.
La exposición de Berlín cita pasajes del libro
Die Verachtung der Massen (El desprecio de las masas) (2000) del filósofo Peter Sloterdijk. Según este, el "carácter de masa ya no se expresa en la reunión física, sino en la participación en un programa de medios masivos". En la final del campeonato europeo de fútbol de 2012, hubo 70 mil personas en el estadio olímpico de Kiew. En Berlín, 450 mil personas siguieron la transmisión al aire libre del partido en la zona oficialmente habilitada para esos efectos. Quienes vieron el partido por la televisión alemana sumaron 20 millones. ¿Pero qué son esas cifras al lado de los 900 millones de personas que tienen un Facebook?
Siguiendo con Sloterdijk, el momento incontrolable de la masa clásica ha sido remplazado en la era internet por el Flashmob o las fiestas Facebook. Cuando de pronto, como de la nada, se juntan un par de miles de personas.