La imagen de las mujeres en la mira.
El peligroso rosado de Justyna Koeke
¿Por qué realiza la artista polaco alemana Justyna Koeke desfiles de moda con mujeres viejas vestidas como princesas de cuento? ¿Y por qué contacta a través de Tinder a hombres hambrientos de amor para pedirles que le tomen fotos en un bosque?
Cuando estaba ayudando a sus padres a cambiarse de casa, Justyna Koeke se encontró un montón de dibujos que la impresionaron mucho. Casi todas las imágenes, obras suyas y de sus cinco hermanas cuando eran chicas, mostraban princesas o santas. “Esas son las raíces, así son criadas las niñas. Si una mujer no es bonita, por lo menos tiene que ser buena.” -reflexiona Koeke con amargura.
Justyna Koeke nació en Cracovia en 1976. Hoy ya hace tiempo que se alejó de esas raíces, y sus días no transcurren ni en la iglesia ni preocupada de cultivar su belleza. Definitivamente, la vanidad no es lo suyo. A esta mujer grande de cabellos oscuros, el aspecto exterior le importa poco; ella prefiere conquistar con su naturaleza sencilla. Amable y atenta, siempre anda a full, porque siempre tiene mucho que hacer. En su gigantesco taller, revolotea sin pausa, sacando telas de los estantes o tropezando con cojines decorados con pestañas.
El tema de Justyna Koeke es la presentación, la representación y el disfraz como una manera de abordar críticamente las expectativas sociales en relación a las mujeres. En términos artísticos, tiene un “objetivo mega feminista”, aunque ha aprendido que en relación al feminismo “no hay un consenso”, y algunos de sus proyectos han sido objeto de crítica también desde esa trinchera. Por ejemplo, su calendario de desnudos, que mostraba fotografías de mujeres sin ropa en obras de construcción. Una vez más mujeres desnudándose frente a las cámaras, criticaron las feministas. Pero el objetivo de Koeke era mostrar que también las mujeres son “simplemente cuerpos” y no –como la industria de la publicidad nos transmite a cada rato- siempre sexys y excitantes.
Los desnudos, sin embargo, son una excepción en la obra de Justyna Koeke, donde las mujeres por lo general aparecen envueltas en telas. Su trabajo constituye un punto de convergencia entre las artes plásticas y la moda. Koeke define sus creaciones como “esculturas portátiles”. Al igual que en un desfile de modas, presenta sus creaciones sobre la pasarela, pero se trata indiscutiblemente de acciones de arte, y cualquier diseñador de moda se arrancaría los pelos con solo echar un vistazo a su taller en un antiguo regimiento en Ludwigsburg. Las gigantescas estanterías están repletas de arriba abajo y el piso, cubierto de restos de tela y extraños objetos de género, salchichas de peluche, corazones rosados o tortas de esponja.
Contra el rosado mundo de las niñas
La artista camina a grandes pasos por sobre el cerro láminas, cordeles, cajas, oro y brillantes. Sin querer, patea un tazón de café. Agarra un resto de tela rosada y limpia el líquido desparramado. Su gesto no muestra reverencia alguna ante lo que se supone un preciado tesoro para cualquier niña; el género no solo es rosa sino que además, está adornado con brillos y lentejuelas.Ya de pequeña, Koeke era consciente de que su condición de niña coartaba su libertad. Según cuenta, creció en una familia muy patriarcal, con un padre déspota, y desde muy temprano percibió con indignación las grandes diferencias con que se trataba a hombres y mujeres en la conservativa sociedad polaca. Cuando estudió escultura clásica en las academias de arte de Cracovia y Varsovia, las clases eran “como en la antigüedad”, impartidas por “hombres mayores interesados en heredar su estilo”. En 2000 el amor la trajo a Alemania, y durante su estudio en la Staatlichen Akademie der Bildenden Künste (Academia nacional de Bellas Artes) en Stuttgart, pudo finalmente desplegarse y abordar la problemática de las mujeres en forma concreta desde el arte: “era muy libre, maravilloso.” Hoy la artista es docente en la academia, donde tiene a su cargo la cátedra de taller de medios. Su descubrimiento de la tela como material para su trabajo artístico tuvo un origen fundamentalmente práctico. Cuando nació su hijo, se vio obligada trasladar su producción artística a la casa, y entonces se decidió por la tela, que ofrecía las ventajas de ser rápida de trabajar y fácil de transportar. Criaturas deformes (2006) se llama un proyecto fotográfico sobre la maternidad, en las que extraños objetos de género parecen estar saliendo del cuerpo de la artista o succionándola. El trabajo es una metáfora de cómo los hijos absorben la energía de sus madres para utilizarla en el crecimiento de sus propias células. Justyna Koeke dice abiertamente que al principio se sintió sobrepasada por la maternidad, pero que reconocer esto es un “tabú” social. En ese sentido, piensa que el retorno de la familia ampliada sería una ganancia: “La estructura familiar con papá, mamá e hijo no es la ideal.”
Reuniendo fondos para prostitutas que quieran dejar el oficio
Actualmente está trabajando sobre el tema de la prostitución. “Una podría creer que esta es una sociedad avanzada, pero yo me espanto de todas las cosas que son posibles aquí.” Justyna Koeke no puede entender, por ejemplo, que incluso las feministas apoyen la prostitución en Alemania. “Sigue siendo normal para todo el mundo que los hombres puedan disponer del cuerpo de una mujer a cambio de dinero.” Koeke quiere dejar en evidencia, “que eso no está bien”, y por ello reunió fondos con proyectos artísticos para financiar un departamento donde las prostitutas que quieran abandonar el oficio encuentran un techo. También en el futuro piensa volver a abordar con su trabajo el tema de la prostitución. El trabajo artístico de Justyna Koeke se vincula muchas veces con la vida cotidiana. “Para mí es importante que el arte no sea exclusivamente para personas del circuito del arte, sino que se recepcione en círculos más amplios.” Por ello, vende sus antiguos vestidos en remates o reutiliza el material. “Yo no tengo problema en desprenderme de mis obras”, dice. También cuando sus performances se realizan en contextos culturales o sus fotografías se exponen en galerías, busca la manera de vincular su trabajo a cuestiones cotidianas alejadas del mundo propio del arte.En esta línea, contactó una vez a diferentes hombres a través de la aplicación Tinder con los que se citó en un bosque. Una vez allí, sin embargo, en vez de los esperados encuentros sexuales, organizó sesiones fotográficas, en la que los supuestos amantes las retrataron a ella y a su colega finlandesa Mimosa Pale en la naturaleza. El experimento resultó. “Los hombres estaban muy inseguros, pero accedieron.” Fue una experiencia muy bella, “muy humana”.
Justyna Koeke
nació en 1976 en Cracovia, donde comenzó sus estudios de Escultura que continuó luego en Varsovia, Núremberg y Stuttgart. Actualmente vive en Ludwigsburg y desde 2006 es docente en la Academia nacional de Artes Plásticas de Stuttgart en las áreas de medios textiles y performance.