El mito de la alegría tropical y la música melancólica del sur

Césaria Évora Silvio Tanaka - CC BY-SA 2.0 El sur no es solamente el reino de las sonrisas. También posee una tristeza profunda y peculiar, la cual se manifiesta de manera única en su música.

Piense en el Caribe. Probablemente se imagine el sol resplandeciente sobre el mar, la brisa tibia que mueve las palmeras. Todo es música y gozo a su alrededor. Los habitantes sonríen y bailan en la calle. Pero de repente se escucha un lamento. Una voz triste canta sobre un compás lento: “Sin ti / no hay clemencia en mi dolor / la esperanza de mi amor / te la llevas ya por fin”. Se trata de un bolero, la música más representativa de Cuba. ¿De dónde sale toda esa melancolía? ¿Dónde quedó la alegría y la fiesta? Seguramente, su imagen del Caribe no incluía esa tristeza.  

El escritor colombiano Gabriel García Márquez, reconocido por describir un Caribe sensual, escribió: “No sé qué tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo oímos se nos arruga el sentimiento. Es un fuelle nostálgico, amargamente humano, que tiene tanto de animal triste”. Se refería al instrumento principal del vallenato, ritmo de la costa colombiana. Un ritmo que, como muchos otros al sur del planeta, canta historias que se alejan de esa idea caribeña de fiesta eterna y hablan de la pérdida de un amor o de la mala fortuna. Y es que la tradición musical de África y Latinoamérica se ha construido también a partir de géneros sosegados que le cantan a lo humano. La pérdida de la tierra, las difíciles condiciones de trabajo y la añoranza del pasado hacen parte del día a día en estas regiones. Una realidad que ha alimentado ritmos como el tango, la bossa nova y la morna. Ellos, con su tristeza apacible, se han convertido en la expresión del sentir de estos pueblos.

Bolero

“Tristezas me dan tus quejas mujer / profundo dolor que dudes de mi / no hay prueba de amor que deje entrever / cuanto sufro y padezco por ti”. Con estos versos comienza “Tristeza”, el primer bolero documentado por historiadores musicales. Fue compuesto por el cubano Pepe Sánchez, que en 1883 combinó elementos del danzón y la trova con la percusión caribeña. Esto le dio esa cadencia melancólica que caracteriza a este ritmo que llegó a una edad dorada en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. De Cuba dio un salto a México, en donde encontró intérpretes legendarios como Agustín Lara y Los Panchos, y de ahí se expandió por toda América Latina. Sus letras, que han definido la educación sentimental del continente, expresan el lamento de quien ha perdido a su amada y sueña con conquistarla de nuevo. Para Jaime Andrés Monsalve, melómano y jefe musical de Señal Radio Colombia, es ahí en donde radica su encanto: “En el bolero siempre hay una esperanza, que no siempre está cifrada en las letras pero sí en su onda caribeña.”

Benny Moré e Ibrahim Ferrer: “Cómo fue”

Tango

El compositor argentino Enrique Santos definió al tango como “un pensamiento triste que se baila”. Censurado y despreciado en sus orígenes, este género musical representa la riqueza cultural de Argentina por ser un híbrido donde convergen la cultura africana, hispánica y europea. Durante la Colonia, los “tangos” eran las reuniones musicales de las comunidades africanas que vivían en el Río de la Plata. Las parejas se enlazaban y, con gran sensualidad, orquestaban un juego donde el hombre marcaba el ritmo y la mujer respondía a sus movimientos. En 1910, el bandoneón se sumó al tango. Este instrumento, heredado de la tradición europea, se convirtió en el protagonista central, añadiéndole al tango un sonido dramático.

El tango le canta a la soledad y a la insatisfacción amorosa. Teniendo en cuenta que, a principios del siglo XX, el Río de la Plata se vio invadido por jóvenes varones inmigrantes que venían a trabajar a una tierra extraña, lejos de sus familias, sus letras cuentan historias de prostíbulos y traición. Versos como “Perfume de naranjo en flor / promesas vanas de un amor / que se escaparon en el viento” fueron inmortalizados por intérpretes tan reconocidos como Carlos Gardel o Roberto Goyeneche.

Astor Piazzolla y Roberto Goyeneche: “Naranjo en flor”

Bossa Nova 

La palabra “saudade” es misteriosa e intraducible. Expresa la añoranza de una persona o un lugar, y el deseo profundo por salvar esa distancia, aún si se tiene la certeza de que lo que se extraña no volverá jamás. Este sentir le dio la vuelta al mundo de la mano de los brasileños Joao Gilberto, Vinícius de Moraes y Antonio Carlos Jobim, quienes en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado popularizaron la bossa nova. El género musical se basaba en la samba brasileña e, influenciado por el jazz, reinterpretaba sus arreglos con guitarras acústicas y muy poca percusión. El resultado es una melodía suave, altamente lírica que le canta al desamor, la soledad y la nostalgia.

João Gilberto: “Chega de saudade”

African Blues

De la mano del gran músico maliense Ali Farka Touré –quien se inspiró en los norteamericanos Otis Redding y John Lee Hooker para lograr un sonido de blues que incorpora instrumentos tradicionales de la música africana–, este género se ha establecido como uno de los descubrimientos más exquisitos para los conocedores de la “world music”. El blues africano reúne la tradición musical del griot (juglares que musicalizan la tradición oral) con los cantos de esclavos del sur de Norteamérica en un mismo motivo: la añoranza por un África perdida. En años recientes, muchos intérpretes han seguido el legado de Farka Touré. Rokia Traoré, por ejemplo, incorpora en su música influencias de intérpretes de jazz como Billie Holliday y Nina Simone, y Toumani Diabaté parte de tradiciones tan diversas como el flamenco y el trip hop.

Toumani Diabaté & Ballaké Sissoko: “Récital duo de kora”

Morna

Hijo del fado portugués, este género usa la guitarra, el violín y el piano para componer una sencilla pero emotiva melodía que narra sobre el exilio, el desamor y la añoranza por el mar. Arraigado en la tradición oral de Cabo Verde, en África, este ritmo sosegado y nostálgico ha cosechado intérpretes tan representativos como Bana y Cesaria Evora. Sus letras, de alto contenido poético, son generalmente cantadas en el dialecto criollo del país, y buscan traer de vuelta a todos aquellos que han tenido que dejar la isla para buscar un futuro lejos de quienes aman.  

Cesaria Evora: “Sodade”