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ESTAR, HABITAR Y CONTEMPLAR EL BOSQUE PEHUÉN

Por Carolina Castro J.

©Lina Gómez © Lina Gómez (Recorte)

El Programa de Residencias Bosque Pehuén de Fundación Mar Adentro se concibe como una estación de investigación multidisciplinaria dedicada a fomentar iniciativas sobre la conservación, difusión y educación de la importancia de los bosques. Como parte de Resonancias, un programa de residencias a lo largo del territorio chileno impulsado por el Goethe-Institut Chile y el Institut Francés en Chile, en colaboración con el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, lxs artistas Charlène Guillaume (Francia), Lina Gómez (Colombia) y Fernando Matus (Chile) estuvieron inmersos en Bosque Pehuén, Palguín Alto (Pucón, Chile) del 25 de octubre al 22 de noviembre recién pasado. El objetivo del programa es promover investigaciones innovadoras sobre los bosques y sus diversas dimensiones ecológicas, sonoras, visuales, históricas, culturales y conceptuales, con el fin de aportar en la construcción de una mirada crítica y consciente sobre la relación entre lo humano y no-humano.

Al estar ubicado en una zona de conservación privada (APP), Bosque Pehuén pone énfasis en artistas que muestran un fuerte compromiso con el medio ambiente y la entrega y transmisión de conocimientos al territorio. En esta ocasión, la residencia ha seleccionado a artistas provenientes de diferentes campos de las artes, como es el caso de Charlène Guillaume, quien desde la arquitectura y el diseño exploró la alteridad de animales como la Ranita de Darwin (Rhinoderma darwinii) y la dimensión política de su habitar, así como las historias compartidas entre seres humanos y estos u otros habitantes del bosque. Por su parte, Lina Gómez diseñó una coreografía en base a los movimientos invisibles del territorio, en especial de la montaña, para ser ejecutada por su compañía de danza en Berlín. Por último, Fernando Matus observó, escuchó y registró la biodiversidad sonora, así como otros elementos no sonoros, como la presión del viento o el movimiento de las nubes, para crear un ensamble para cinco músicos a ser interpretado en distintas locaciones de Bosque Pehuén.

Conversamos con ellxs a unos días de finalizar la residencia; hablamos de sus experiencias previas y de la particular sensación de estar durante casi un mes dentro de un área protegida, y de las implicancias políticas y sociales que este concepto involucra en este momento de crisis climática y extinción masiva a nivel planetario. Durante algunas horas nos detuvimos a escuchar y observar, a sentir las dinámicas del bosque y sus diversos habitantes, y en especial a compartir las distintas percepciones del tiempo humano y no humano que se viven en este lugar.  El terreno que ocupa hoy Bosque Pehuén es territorio Mapuche Pehuenche, un lugar antiguo, cargado de historias ancestrales, historias de explotación y también de regeneración, un bioterritorio amenazado donde confluyen tanto miradas como temporalidades y formas de conciencia, todas empapadas de una exuberante fuerza vital. 

Carolina Castro: Quiero darles las gracias por el tiempo para reunirnos, y en especial por abrir un espacio para reflexionar sobre sus procesos de trabajo, ya que entiendo esta residencia no busca obtener resultados concretos sino más bien ser un tiempo de reflexión en torno al bosque. ¿Es esta la primera vez que tienen la oportunidad de trabajar en un área de conservación, en una residencia artística en un contexto de alta biodiversidad?

Fernando Matus de la Parra: Los lugares de alta biodiversidad son recurrentes en mi obra por lo que a menudo trabajo en lugares de este tipo.  Sin embargo, esta es la primera vez que estoy en una residencia exclusivamente dedicado a la composición. En mis trabajos anteriores estuve involucrado además en producción y coordinación general. Este cambio me generó una disposición que no había experimentado antes y que ha sido decisivo en cuanto a los trabajos realizados en la residencia. Ha sido una experiencia diferente.

Lina Gómez: Había estado en residencias en la montaña o en el campo, pero nunca en un contexto tan específico como este, en un área de conservación. 

Charlène Guillaume: En Francia trabajé con un parque natural, pero que no tiene la misma mirada sobre la conservación biocultural del territorio, ni tampoco la dinámica de una residencia artística.
  Caminata colectiva ©Charlen Guillaume © Charlen Guillaume (recorte)

C.C.: ¿Cómo perciben el estar aquí, inmersos en este lugar?

L.G.: Siento una relación muy fuerte con el tiempo y con el espacio. Ya a tres semanas de estar aquí, tengo la sensación de que aún estoy llegando. Y en una semana más nos vamos. Tal vez es un buen tiempo para estar, pero no sé si para entender. Siento que estoy en una negociación con el tiempo. Aprendiendo de las cosas, y de cómo van cambiando y surgiendo otras dimensiones, otros contornos.

F.M.: Yo también siento algo especial en relación al tiempo de este lugar. Y por otro lado siento muy fuerte la conexión con el arte, siento que aquí todo esto que nos rodea es arte. Mi trabajo implica generar acontecimientos creativos en torno a la naturaleza, y en algunos casos en entornos de conservación, entonces ver estas nubes que se posan aquí arriba, caminar a cada lugar, escuchar las Ranitas de Darwin, tomar agua directamente de los brotes que hay en el bosque, los diferentes pájaros, es estar viviendo el arte continuamente. Este lugar es una fuente de creatividad enorme.

Ch.G.: El tiempo es sin duda un factor en común. En el bosque no hay más personas que nosotros por lo que la intimidad que se crea es muy fuerte. Me gusta ir al mismo árbol cuando voy a caminar y ver los cambios que van ocurriendo en el lugar. Ahora es el tiempo de la creatividad, pero hasta ahora siento que ha sido un proceso de entrar en el bosque y sentir su intimidad.

C.C.: ¿Cómo ha sido lidiar con las expectativas de lo que cada uno de ustedes venía a hacer a la residencia en Bosque Pehuén, con lo que realmente han podido hacer aquí? ¿De qué forma se han encontrado cada uno con sus temas o ideas iniciales, cuáles han permanecido y cuales han mutado?

F.M.: Mi idea original era crear un ciclo sonoro, tomar elementos del lugar y crear distintos formatos. Hasta ahora lo sostengo, pero hay algunas cosas impredecibles como el clima, que no me han permitido llevar a cabo mi plan original. Eso me conecta con un tiempo natural, el tiempo para reposar, pensar y trabajar otros aspectos. He podido sostener los proyectos que quiero hacer, pero creo que no ocurrirán todos en este mes de residencia. Ahora mismo he tomado la opción de concentrarme en una instalación sonora en particular y tratar de avanzar lo más posible en ella. Esto surge de estar, habitar y contemplar el bosque. Las cosas comienzan a entrar, los tiempos, los ritmos, las sonoridades, se va dando solo lo que tiene que ser.

Esta instalación se hará en el bosque de Coihues (Nothofagus dombeyi) en un punto donde cantan particularmente varios pájaros. En base a varias visitas, a registros de larga duración que escuché varias veces, determiné que hay tres pájaros, Rayadito (Aphrastura spinicauda), Fiofio (Elaenia albiceps) y Chucao (Scelorchilus rubecula), que tienen una presencia rítmica, pulsativa, dentro del bosque, y otros que tienen una presencia más ocasional. En base a esa dinámica, la de estos pájaros llamados “troncales” y otros pájaros de “segundo orden” estoy creando un ensamble de músicos. Se llama "Uñüm" y es para quinteto; busca develar la actividad de las aves y del viento en el bosque de Coihues durante distintos momentos del día. Los músicos estarán repartidos en el bosque y responderán a los estímulos de cada canto de pájaro. Está formada por varias secciones que contrastan momentos dedicados exclusivamente a un pájaro con otros que toman la actividad general de pájaros en el bosque.

L.G.: Como coreógrafa hace años que vengo investigando la imagen de la montaña como metáfora de movimiento, resistencia y fuerza. Normalmente yo estoy afuera de los trabajos que creo, quiero decir que yo dirijo, y mi equipo de artistas (bailarinxs, musicxs, dramaturgo, iluminador y vestuario) en Berlín ejecuta los proyectos. En este caso he venido sola, a observar este lugar, a entender. Mi trabajo está siempre en diálogo con otros, los que bailan, los que hacen la música, diseñan el vestuario, la iluminación, etc. Particularmente el venir aquí es un ejercicio de observación, de estar, de sentir, que se ha transformado en un proceso interno. Cuando con el equipo hablamos de la montaña allá en Berlín, ésta se ve como algo lejano. En cambio, aquí estoy dentro de la montaña. Entonces gana una profundidad mayor: se ven los entres, se ven los pequeños detalles.

Me siento en un proceso de bailar lo invisible, ya que aquí la montaña tiene un movimiento invisible pero constante. Lo mismo ocurre en el bosque. Uno percibe cositas pequeñas en constante movimiento. Estoy mirando y jugando mucho con la palabra porque también es una de las cosas que utilizo bastante para dirigir, no solo mostrando con mi cuerpo sino el uso de la palabra como un transportador, la palabra como vehículo para moverse a lugares, a imágenes. Estoy explorando cómo la palabra puede crear imágenes, texturas, sensaciones. El proceso coreográfico para mí es muy parecido al proceso de esculpir, dar forma a algo y jugar con ello. Esculpir el espacio, los cuerpos, el sonido. Jugar con las palabras es una forma de esculpir frases, generar nuevos significados, nuevas imágenes, dar rienda suelta a la imaginación. Utilizo la palabra en mi proceso de creación también para describir imágenes, sonidos, movimientos, atmósferas, estados y estas descripciones generan material artístico, ya sea movimiento, luz, sonido, etc. Por ejemplo, a partir de estas frases genero material: "Explorar el bosque", "El vuelo atacado de la golondrina", "Movilizar esporas", "El canto del Concón", "Una araucaria acostada"… es como si la montaña empuñara el verbo.
  Bailar lo invisible_Lina Gómez ©Charlen Guillaume Bailar lo invisible | Lina Gómez |© Charlen Guillaume (recorte)

C.C.: Lina, si entiendo bien tu luego vas a crear una coreografía en base a esta experiencia aquí, para ejecutar con tu equipo de danza en Berlín, ¿es así?

L.G.: Si. Primero me sumerjo yo sola. Luego voy buscando una forma de llevar mi experiencia de la residencia allá. Hay algo sí que echo en falta, y que es diferente de mis experiencias previas. Al tener un intercambio fuertísimo con lo no humano estando aquí, hay historias, contextos con lo humano que me hacen falta, por ejemplo, el contacto con las personas locales. Hace poco estuvimos conversando con Doña Graciela que vive aquí, y hablamos mucho de la forma en que ella percibe la montaña. Recuerdo una vez que tomamos un té de Matico (Buddleja globosa)… ella me contaba que para ella la montaña le traía una sensación de levedad, de paz. Le pregunté cómo sería bailar la montaña, y movió sus brazos levemente, como si estuviera flotando, mientras sonreía plácidamente. Me pareció un intercambio súper valioso, pues hasta ahora cuando pongo en movimiento la imagen de la montaña ha venido siempre con una calidad más de la tierra, más de las entrañas, no obstante, con la misma fuerza y placer de Doña Graciela. Entonces, me doy cuenta que necesito poder establecer más conversaciones como esas. Saber cuál es la mirada hacia el bosque de las personas que viven y son de aquí. Otra cosa que extraño es ver el horizonte. Es muy interesante que uno está tan inmerso aquí dentro, que para mí que estoy acostumbrada a mirar las cosas desde afuera, al dirigir las obras, ahora estoy obligada a dar un giro en mi mirada, y eso me gusta.

Ch.G.: Mi proyecto lleva por título Objetos de encuentro y es espejo de un proyecto que he estado realizando en Francia. Una investigación sobre artefactos, objetos, lugares o arquitectura que guardan algún tipo de relación entre un humano, o un grupo de humanos, y un animal. La residencia ha sido un tiempo para hacer trabajo de campo y coleccionar historias y experiencias sobre este tipo de relaciones en específico en este bosque. Mi idea previa era poder llevar a cabo algunos experimentos que propiciaran encuentros humano/animal. ¿Cuál sería el lugar de encuentro con el Concón (Strix rufipes), esta rapaz nocturna? ¿Qué instalación podría acercarnos al nido del Peuquito (Accipiter chilensis), escondido en el dosel, o del Hued-hued (Pteroptochos tarnii), que vive en el suelo?

Mi investigación es sobre el desplazamiento de la percepción humana hacia la de los animales. Se trata por ejemplo de una tipología de plataformas suspendidas o escaleras para ir del sotobosque al dosel. Cada una de estas instalaciones invitan a la observación científica y estética, y podrían albergar representaciones artísticas (lecturas de cuentos, escucha colectiva, danza, música...). Cada instalación está diseñada para un ave o grupo de aves en particular y, por lo tanto, requiere una lectura y comprensión detalladas del comportamiento del animal y la composición del bosque que habita.

Reuní historias suficientes, logré investigar bastante, hacer registros de audio, tomar fotografías, entrevistas, pero no tuve el tiempo para realizar estos experimentos o alguna cosa más concreta. Creo que ahora puedo analizar todo el material que tengo y hacer espejo con las historias que ya había reunido en Francia. Pienso que, como comentaba Lina, echo de menos también tener contacto con otros habitantes del bosque. Tenemos la mirada de los científicos que han venido, guardaparques, pero me falta experiencia de las personas que habitan este lugar, gente local. Afortunadamente me quedaré en Chile después de la residencia y podré conocer un poco más a personas que viven en esta zona.

C.C.: ¿Qué tipo de animales han captado tu atención en Bosque Pehuén?

Ch.G.: Me gustaría trabajar con mamíferos de gran tamaño, pero para mi sorpresa en este bosque casi no hay mamíferos, o si los hay son muy difíciles de ver. En mis experiencias previas he estado haciendo observación de lobos, jabalíes, y algunos animales de campo. Entonces me he enfocado en la historia de por qué no hay grandes animales aquí; de cierta forma, ellos han huido del bosque. Sus hábitats fueron previamente destruidos por las actividades de tala, y la cohabitación ya no era posible. Si tomamos el ejemplo del Puma (Puma concolor), éste necesita un área muy grande, que ha encontrado en otra parte de la cordillera. Pero poco a poco los animales vuelven, reclaman los espacios. Los pájaros, en gran número, son como los pioneros. Y nosotros -con alegría- descubrimos nuevas huellas del puma en las alturas de la reserva. ¡Esta es una muy buena señal para que los grandes mamíferos regresen aquí!
  Grabación sonora músico Maximiliano Saud - Fernando Matus de la Parra ©Álvaro Escobar Grabación sonora músico Maximiliano Saud | Fernando Matus de la Parra | © Álvaro Escobar (recorte)

C.C.: Que linda historia, es una señal de esperanza. Hace un rato Fernando hablaba de las Ranitas de Darwin, yo mientras pensaba en el Monito del monte (Dromiciops gliroides), o la Guiña (Leopardus guigna), y así debe haber otros muchos seres mucho más pequeños, pero que son esquivos al ojo humano, insectos, etc. que son fundamentales para la vida del bosque pero que prácticamente no los podemos ver.

Ch. G.: La Ranita de Darwin la pudimos ver en una zona del bosque donde hay grandes árboles cortados producto de explotaciones forestales previas a la conservación, y que también es donde pasa un acueducto. Me pareció interesante que la ranita habite en esa zona donde hay historias muy humanas. Esta ranita en peligro de extinción escogió este lugar que no es tan salvaje, lo que parece una contradicción. Esto me permite ir a un aspecto más político de la historia del país, de la manera de hacer conservación y de tener una relación de protección con la naturaleza. Hacer una reserva natural no solo es proteger y restaurar ecosistemas biológicos, también es trabajar con las comunidades humanas que tradicionalmente la habitan. Aquí, la reserva está en territorio Mapuche, Pehuenche. Fuera de la reserva, están los efectos del extractivismo, la tala y la piscicultura, el turismo masivo, que impactan tanto a comunidades humanas como no humanas. La salud del bosque también significa la salud del suelo, del agua y de los cuerpos. Y luego está la cuestión de la recuperación de la tierra, la soberanía alimentaria, la agricultura tradicional y otros. Todos estos temas son políticos: se trata de hacer alianzas, de luchar por defender y preservar un territorio biocultural amenazado. Y las acciones de vinculación territorial de la reserva van en esa dirección.

C.C.: Hace un tiempo leí que un árbol caído que ha muerto es tan importante para el ecosistema del bosque como un árbol vivo que permanece en pie. El árbol muerto está vivo de otra manera, se llena de vida al comenzar su proceso de muerte y transformación. La visión humana no suele ver que en ese árbol muerto se crean nuevas dinámicas, nuevos sonidos, su cuerpo se transforma en un micro hábitat. 

L.G.: Aquí hay muchos árboles muertos que no necesariamente están acostados, que permanecen en pie.  La imagen del árbol muerto es una cosa imponente, es movimiento puro, así como es también una metáfora de la ancestralidad. Un árbol muerto en pie carga la memoria del bosque, es un testigo silencioso y totalmente activo, aunque de una manera imperceptible (a nuestra mirada humana) y su transformación acoge continuamente la pluralidad del bosque. ¡Morí pero sigo en pie!  Es un símbolo muy cargado, muy fuerte.

F.M.: El bosque es un sistema muy complejo. Los árboles tienen memoria, y los árboles muertos también la tienen. Ellos guardan información que se transmite al bosque para ver cómo el bosque tiene que crecer y continuar sus ciclos. Los árboles antiguos, grandes, son muy importantes, incluso cuando ya están muertos.
  Charlen Guillaume © Charlen Guillaume (recorte)

C.C.: Es como la memoria de los abuelos.

F.M.: Porque el tiempo que estamos viviendo aquí en el Bosque Pehuén es un tiempo antiguo, un tiempo ancestral, que es el que se vivió hace doscientos años, y mucho más. Este lugar carga historias de explotación, historias de fuerzas naturales. Las erupciones volcánicas son un ejemplo de posibles perturbaciones que le pueden ocurrir a los ecosistemas, y a pesar de ser tremendamente nocivas son parte de los grandes ciclos de la naturaleza. En este caso me refiero a la perturbación como la historia geológica antigua de estos lugares. Y eso es una muestra de que estamos en un tiempo antiguo que va a sostenerse por mucho tiempo más, y que nos conecta con el futuro.

C.C.: Un tiempo no lineal, o incluso diferentes temporalidades que existen de forma simultánea, tejida, entrecruzada. Me hiciste pensar Fernando en ese dilema filosófico que se pregunta si cuando un árbol cae en el bosque emite algún sonido si nadie lo está escuchando. Una pregunta que me resulta cada día más anacrónica y obsoleta. Parece obvio en relación a lo que estamos hablando, que el árbol al caer emite un sonido que no es solo un sonido para el oído humano, sino un sonido que es para el bosque, para los insectos, los hongos, las plantas y todos los seres que habitan ese lugar. Citando a Murray Schafer, el sonido es también parte de una ecología, el sonido de ese árbol tiene una función en el lugar donde cae.

F.M.: Algo que es común a nuestras investigaciones aquí, con Lina y Charlène, es que los tres nos estamos cuestionando nuestro antropocentrismo, y estamos explorando, cada uno a su manera, la equidad biosférica. Esto en mi trabajo se manifiesta como la igualdad de condiciones entre el intérprete y los paisajes sonoros. El intérprete tiene escucha obligatoria del entorno y ejecuta la obra en conjunto a sus acontecimientos. No se busca estar por sobre la naturaleza, sino que se aprende de ella trabajando particularmente desde la temporalidad de los espacios.

Ch.G.: Para mí eso es algo que estoy buscando constantemente en mi trabajo. Traducir las huellas de los habitantes, la arquitectura invisible de los animales. Hicimos una caminata con Tomás Ibarra, ornitólogo, y él veía cosas que nosotros no veíamos. Por ejemplo, un pequeño agujero en el árbol es la casa del Carpintero (Campephilus magellanicus), o las huellas de la madriguera del Monito del Monte. Entonces, el conocimiento de Tomás nos abre otra mirada del bosque. Lo mismo cuando Lina observa el bosque ve cosas distintas de las que vemos Fernando y yo en busca de nuestros propios encuentros con este lugar. Podemos estar todos frente al mismo árbol y ver cosas distintas.

F.M.: Tuvimos una linda experiencia con Tomás. Y a mí me sorprendió que cuando comencé a explicarle de los ensambles musicales que estaba creando, él me habló de los ensambles ecológicos, que es algo que no conocía. Cada lugar tiene su ensamble ecológico, y como dicen Ramírez y Gutiérrez Fonseca, “un ensamblaje de insectos acuáticos, por ejemplo, no es un conjunto de insectos nada más. Es un grupo de organismos que interactúan entre ellos de una forma específica y participan de procesos ecosistémicos”. En mi caso específico cuando yo estaba haciendo los registros espectrales pude ver que ciertos pájaros solo cantan en ciertos lugares y no en otros. Y todos ocupan un espacio sonoro particular, suenan en frecuencias únicas a tiempos que son muy sincrónicos.

C.C.: Abandonar la mirada antropocéntrica es un tremendo desafío y creo que no puede haber mejor lugar para trabajar en ese proceso, estando a diario enfrentados a la fuerza del cohabitar.  Aquí ustedes conviven casi todo el día con ese mundo más que humano, pero también con ustedes mismos, sus necesidades, ansiedades, frustraciones, etc. y de cierta forma nutren sus procesos creativos e investigativos el uno del otro. ¿Cómo ha sido la experiencia de compartir este proceso entre ustedes?

L.G.: La verdad es que tenemos la suerte de que por un lado cada uno tiene su espacio de trabajo y por otro tenemos actividades conjuntas. Creo que ahora que llevamos más tiempo juntos se han comenzado a producir cruces. Nos mostramos nuestras ideas, compartimos procesos. Hace unos días tuvimos un taller de serigrafía donde elaboramos nuestras propias tintas a partir de pigmentos naturales del bosque, recolectamos tierras, cenizas y luego imprimimos imágenes y textos con esas tintas. Como tenemos mucho tiempo, yo siento una lluvia de creatividad y quiero llevar a cabo cientos de ideas. Algunas que se pueden hacer en el día a día, otras que quedan solo en ideas.

F.M.: Bajo ciertas necesidades uno observa los proyectos de sus colegas en busca de respuesta a sus propias investigaciones. Cuando yo estaba grabando en el sotobosque necesitaba levantar los micrófonos; para ello Charlène me propuso un diseño para generar un bastón para poner las grabadoras en lo alto. Y para mí eso fue de gran ayuda. Por otro lado, el trabajo poético de Lina, su investigación con palabras para la creación de sus coreografías ha sido muy inspirador a la hora de recopilar sonidos de pájaros.
  Fernando Matus de la Parra_Espectograma © Fernando Matus de la Parra | Espectograma (recorte)

C.C.: Y eso sumado a las colaboraciones propias que emergen con las plantas, la tierra, como describe Lina en la elaboración de pigmentos, o con los mismos pájaros en tus ensambles Fernando. Con eso me gustaría cerrar con una última pregunta. ¿Cuáles han sido sus referentes durante este tiempo? ¿Qué autores o libros están revisando, y cómo han influido en esta residencia?

L.G.: Para mí las referencias son muy importantes y siempre observo referencias de diferentes lenguajes. Un libro que siempre cargo es El aire y los sueños de Gaston Bachelard. Cada vez que lo abro es una sorpresa cómo logra decirme algo del lugar donde estoy. También María Jesús Olivos (coordinadora de vinculación territorial de Fundación Mar Adentro) me trajo dos libros, una compilación de poetas mapuches en torno a la pregunta ¿Qué es poesía?; éste ha sido muy importante para entender la relación de la palabra con el bosque desde la mirada mapuche.

Ch.G.: En Francia tengo una biblioteca muy grande con una gran constelación de libros que utilizo para mi trabajo. Aquí traje Retour du temps du mythe, de Nastassja Martin y Baptiste Morizot, que hace un cruce entre la mirada filosófica, antropológica y simbólica de los animales. Y estando aquí María Jesús me trajo un libro sobre historias de mujeres que trabajan la huerta como forma de acción política y otros temas vinculados al ecofeminismo. Si bien no es sobre animales, ha sido interesante la relación entre las plantas como seres no humanos y las mujeres, cómo establecen vínculos políticos.

F.M.: Entre nosotros hemos intercambiado muchas referencias también, conociendo cosas nuevas. Algunos de los referentes que estuve trabajando durante la residencia fue el filósofo noruego Arne Næss y sus principios de ecología profunda; además indagué acerca del concepto de conectividad ecológica con algunos artículos académicos, y a algunos antropólogos como Tim Ingold y Bruce Chatwin, en particular su libro The Songlines, donde desarrollan la visión musical de aborígenes de Australia. En lo musical estuve escuchando algunos discos de música para danza de Fred Frith y re-escuchando obras de Witold Lutoslawsky.





La autora.
Carolina Castro Jorquera (San Felipe, Chile, 1982) es curadora e investigadora. Doctora en Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid (2016). Ha cursado el Master en Arte Contemporáneo y Cultura Visual del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en España (2010) y participado en el Cuarto Curso Internacional de Curadores de la Bienal de Gwangju (GBICC), Corea del Sur (2012).

Desde su práctica curatorial e investigativa, está interesada en el arte como una herramienta que nos permita restaurar las sensibilidades colectivas que durante siglos han nutrido nuestras relaciones con lo que llamamos naturaleza. Sus áreas de investigación circulan entre las cosmologías de las naciones indígenas, el pensamiento colonial, la fuerte influencia europea, las dictaduras y, más recientemente, la gran explotación de la biodiversidad de la región, y la forma en que éstas han orientado la práctica y el pensamiento artístico en América Latina.

Sus escritos han sido publicados en revistas como Artishock, Latinxspaces, The Miami Rail, Terremoto y en la plataforma online de la Colección Patricia Phelps de Cisneros, y se encuentran disponibles online en su blog.caroinc.net. Actualmente es profesora del Magíster en Investigación/Creación de la Imagen de la Universidad Finis Terrae, y autora de El Camino de la conciencia: Mira Schendel, Víctor Grippo y Cecilia Vicuña publicado por en ediciones UFT (2020).
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