“LA FUSIÓN DE LO IMPOSIBLE ES FASCINANTE”
Entrevista a Marie Bovo y Piotr Zamojski. Por Andrea Jösch.
En el marco de las residencias artísticas Resonancias entrevisté a los artistas Marie Bovo (1967) y Piotr Zamojski (1963), quienes estuvieron durante el mes de octubre desarrollando el proyecto Casa Propia en los espacios del Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (FIFV). Su investigación se centra en el entre-medio del entorno territorial-arquitectónico, los paisajes íntimos-relacionales de ciudades portuarias, y diversos medios como fotografía analógica, video, escritura y audio.
Andrea Jösch: Ahora que finalizó la residencia, ¿qué les ocurrió en el territorio con los hallazgos que no estaban previstos?
Marie Bovo: Por supuesto que siempre hay un entre-medio entre lo que uno piensa y lo que ocurre en la realidad. Este era mi primer viaje a Latinoamérica, mi cercanía se había dado por medio de la poesía y las novelas. Este proyecto se inició con un poema de Oscar Hahn -Casa propia- en el cual se pregunta qué se siente sentirse en casa siendo migrante o estando en el exilio. Aquello no tiene que ver sólo con el espacio arquitectónico sino con el habitar psicológico. Esa poesía abarca el presente como lugar donde se habita; entonces, pensamos en un presente que está relacionado con otras dimensiones del tiempo. Valparaíso tiene esa dimensión, la de un presente frágil. Lo hemos percibido con lo que está sucediendo con el proceso constituyente y el pasado mismo de la ciudad; todo eso se advierte cuando uno recorre y vive la ciudad-puerto. Hay tantas cosas que ver y personas con las cuales hablar… por eso tendremos que tomar distancia para entender lo que hemos vivido en este mes.
AJ: ¿Encontraron algo así como una casa propia?
Piotr Zamojski: Para mí ha sido un poco diferente, yo ya había venido a Chile. El año 2000 vine a una residencia e hicimos un trabajo en la ex Cárcel, tres años después exhibimos en el Museo de Arte Moderno de Castro, Chiloé. Conocía un poco Chile y tenía muy buenos recuerdos de Valparaíso. Este viaje fue como volver a casa, estaba emocionado con su fuerza y heterogeneidad. Ha sido un viaje sentimental.
AJ: Podríamos decir que estamos en la era de la imagen… me interesa saber si esa distancia del idioma acentúa otras perspectivas y sensibilidades a la hora de realizar un trabajo que se centra en las relaciones comunitarias.
PZ: Las imágenes vienen a ser un tipo de nuevo lenguaje, estamos saturados de imágenes de comerciales y de la vida diaria, que de alguna manera se ha convertido en un lenguaje muy codificado y especializado, pero también uno muy simplificado de la vida diaria. Un idioma hiper especializado e inaccesible y, por otro lado, uno homogenizado para la mayoría. Ese es mi problema, cómo encontrar la mejor manera de comunicar trabajando en los territorios, tratando de encontrar la generosidad del lugar. Por eso me interesa investigar las lenguas locales y sus formas.
AJ: ¿Ese interés de usar las formas del lenguaje viene de tus estudios en tipografía?
PZ: Siempre uso diferentes fuentes para cada proyecto, ya que cada una carga de cierta manera la atmósfera del lugar, el espíritu del tiempo en la que fue creada.
AJ: ¿Me pueden comentar qué significan para ustedes los puertos?
MB: La familia de Piotr vive en Polonia, en una ciudad-puerto llamada Gdynia, mientras yo nací en Alicante y ahora vivo en Marsella, que también está construida entre cerros. Los puertos nunca están cerrados en sí mismos, son un retrato del mundo, mestizos, migrantes, ciudades hermanadas con otras; por eso nos interesan, pues en los puertos todo se mezcla en todos los niveles. Las geografías de esas ciudades son como las novelas de José Luis Borges, un pasaje laberíntico donde nunca sabes si encontrarás el lugar que estabas buscando o aparecerás en otro tiempo…acá eso se extrema aún más.
AJ: ¿Cómo fue estar en un país que está atravesando un tiempo político único con el estallido social, un proceso constituyente y una pandemia global en simultáneo?
PZ: Por supuesto que sabíamos lo que estaba sucediendo en Chile, ha sido un proceso político de importancia internacional. Estábamos muy felices de saber que se iniciaba el proceso constituyente, con un compromiso social para lidiar con los problemas existentes. Sobre todo, en el contexto de una situación internacional que no lo hace más fácil políticamente y menos con la pandemia que nos ha atravesado a todos. Estamos viviendo tiempos difíciles, sabemos que los recursos se están acabando, entonces muchos estamos pensando cuál es la manera pacífica y razonable para lidiar con todo esto.
MB: Es muy difícil llegar a sentir, en un par de semanas, lo que realmente significa este proceso político. Hemos hablado con muchas personas y varias tienen esperanza en la nueva constitución, pero hay urgencias, como el tema del agua y el acceso a ésta para las personas de bajos recursos que viven en los cerros. Es una tragedia. No tienen ese recurso porque las empresas privadas no quieren invertir ahí. Muchos con los que hemos conversado tienen esperanza que esto podrá mejorar, pero es un tiempo frágil, pues si esto no mejora todos volverán a estar decepcionados. Esto lo sentías muy fuerte, sobre todo en las conmemoraciones que presenciamos para los dos años del estallido.
AJ: Estamos viviendo un tiempo complejo y estimulante a la vez, imaginando que hay otras maneras de construir otros mundos posibles. ¿Me pueden comentar sobre su acercamiento a las comunidades, de los entre-medios a los cuáles ustedes aluden en general en sus proyectos artísticos?
MB: Lo primero bello que nos sucedió es conocer a la artista chileno-alemana Cornelia Vargas y a su hija Sofía. Cornelia y su marido, el arquitecto Eduardo Vargas, construyeron en los 60 un proyecto utópico: casas sociales comunales. Su historia encajaba perfectamente en nuestro proyecto.
PZ: Fuimos con ellos al lugar y fue muy emotivo, pues Cornelia se encontró con una mujer de 90 años, y presenciamos ese reencuentro y la conversación. Ese lugar era un espacio comunitario de ayuda entre todos y tuvo éxito, las casas estaban ahí, entonces quizás podemos decir que fue una utopía, pero exitosa. También conocimos a otras personas, pues nuestro trabajo se basa en lo que surge de las relaciones que entablamos para poder construir un espacio donde te sientas en casa.
MB: Un señor de esas villas nos invitó a su casa, tenía sobre los 90 años y seguía trabajando en temas de mecánica. Estaban sus hijos, estaba toda la familia. Nos mostró un trabajo que estaba haciendo -con un mecanismo de acero- que debía entregar a la mañana siguiente. Esas pequeñas historias son las que nos importan. También conocimos a varias personas en un edificio que funciona como comunidad y donde están las oficinas del FIFV. Como veníamos todos los días a trabajar, un día conocía a Elena y Mirella, dos fumadoras. Eso es importante pues sus compañeros no fuman, así que el espacio común se convierte en el lugar para crear otros lazos. Los pasillos son parte de la casa, una extensión afectiva… pero esas cosas las descubres cuando pasas tiempo en los lugares.
AJ: La casa es algo más neutral y el hogar es donde te sientes acogido…
PZ: Hay una frase del arquitecto canadiense Witold Rybczynski, que dice que puedes salir de las casas, pero siempre regresas al hogar. “Home” está conectado con el retornar, pero también al lugar que conocías de antes, y esa fue la sensación que tuve cuando volví a Valparaíso.
AJ: ¿Hay algo que se haya asomado como posibilidad para materializar lo vivido?
PZ: Pensamos en una publicación con imágenes y textos. Nos encantaría invitar a Cornelia, Sofía Vargas y al poeta Enrique Winter a participar, pues este es un proyecto abierto, queremos que existan otras voces aparte de nuestras observaciones y reflexiones.
AJ: ¿Qué significa para ustedes la migración?
PZ: Los migrantes somos nómades. Las migraciones enriquecen ciertos aspectos de la vida, pero por el otro lado te la quiebra también. He conversado con muchísimas personas migrantes y hay una constante: cuando vuelves después de muchos años sientes que vuelves a casa, pero como un extranjero… migrar te cambia tu perspectiva y el punto de vista con que entablas relación con el territorio y la realidad.
MB: Si no tienes raíces en el país eso no significa que no tengas el derecho de vivir, de pensar, de estar en el lugar donde llegas. Ser migrante es una posición que siempre te empuja a crear lazos con aquellos con los que no has nacido.
AJ: La migración enriquece y transforma la cultura local, nos hace mirar y percibir las relaciones y el mundo desde otras perspectivas, nos abren la mirada…
MB: Enriquecer es una de las palabras más importante, es algo que ves en Valparaíso permanentemente, capas y capas de diversidad; siempre me ha sido atractiva la idea del mestizaje.
PZ: Hablando de capas, Marsella, donde vive Marie, fue fundada por los griegos hace más de dos mil quinientos años, por lo que hay rastros de esa época y de las que siguieron, capas y capas de historia. Eso no se compara con Gydnia, una joven ciudad portuaria en el Mar Báltico que se construyó en la década de los 20 del siglo pasado con un estilo modernista internacional. Valparaíso esta entre-medio, con rastros de incendios y terremotos… eso hace que las capas sean muy diferentes. Esta la idea del puzzle, de poner pequeñas partes juntas que a veces calzan mejor que otras, pero funcionan. Para mí fue tan sorprendente ver formas que eran inesperadas, muchas de éstas no se construyeron como experimentos arquitectónicos o como vanguardia, sino sólo por necesidad… eso es impresionante. A eso se suma la dificultad geográfica donde se emplaza; es ser estable e inestable a la vez. La fusión de lo imposible es fascinante.
AJ: Esos rastros de los que hablan o el bricolaje incrustado en la forma de construir y vivir es como una constante de ese entre-medio para nosotros. ¿Qué significa entonces vivir en la incertidumbre?
PZ: Yo creo que es más relajante vivir en una situación estable, pero vivir así reduce la creatividad. Entonces pienso que estos lugares o tiempos inciertos te piden improvisación, conseguir nuevas soluciones. Valparaíso es un ejemplo de improvisación, mezcla Art Deco, modernismo, nuevas arquitecturas, pero siempre con algo provisorio. En Europa Central la arquitectura era sólida, se construía sobre todo con piedras o ladrillos, estaba construida para durar siglos. Acá tienes algo similar a lo que pasa con la arquitectura japonesa por el tema de los terremotos, una forma menos pesada, no tan fija y cambiante, hay muchos espacios entre el afuera y el adentro, de conexión o de umbrales. Si vives en lugares geográficos con una constante posibilidad de cataclismos creas formas de pensar diferentes, disfrutas el presente mucho más y estás más preocupado de vivir ciertamente en una delgada línea. Creo que la arquitectura muestra eso que estamos hablando.
MB: Lo que trae la incertidumbre, por otro lado, es la precariedad. Se necesita un balance, porque si no siempre seguirán sufriendo aquellos que tienen menos.
AJ: ¿Habían trabajado antes juntos?
MB: Somos compañeros y compartimos ideas, pero esta es la primera vez que hacemos un proyecto juntos. Ha sido muy interesante y balanceado y nos ha permitido entablar otras formas de relacionarnos con las personas.
AJ: ¿Qué se viene ahora, una exposición, formas de contribución para la comunidad…?
MB: Si todo sale bien, vendremos a exhibir en el FIVIV 2022, aparte de la publicación que te comentamos. También participamos en Diálogos, una iniciativa del Festival, y en algunos talleres.
AJ: ¿Qué significó esta experiencia?
MB: La belleza de todo, de la gente, del lugar, de las maneras de vivir.
PZ: Realmente lo que me gusta de las residencias artísticas es la intensidad del tiempo. Muchos encuentros y experiencias: un tiempo comprimido y lleno de energía.
AJ: Las residencias posibilitan entretejer otros lazos, salirse de lo cierto, de lo dado para comprender o aproximarse a lo diversos que somos, una forma de desaprender para construir otras formas de mirar…
PZ: Así es, y estamos felices del lugar bello donde vivimos este mes, en Playa Ancha… mira esta hermosa vista...
En el marco de las residencias artísticas Resonancias entrevisté a los artistas Marie Bovo (1967) y Piotr Zamojski (1963), quienes estuvieron durante el mes de octubre desarrollando el proyecto Casa Propia en los espacios del Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (FIFV). Su investigación se centra en el entre-medio del entorno territorial-arquitectónico, los paisajes íntimos-relacionales de ciudades portuarias, y diversos medios como fotografía analógica, video, escritura y audio.
Andrea Jösch: Ahora que finalizó la residencia, ¿qué les ocurrió en el territorio con los hallazgos que no estaban previstos?
Marie Bovo: Por supuesto que siempre hay un entre-medio entre lo que uno piensa y lo que ocurre en la realidad. Este era mi primer viaje a Latinoamérica, mi cercanía se había dado por medio de la poesía y las novelas. Este proyecto se inició con un poema de Oscar Hahn -Casa propia- en el cual se pregunta qué se siente sentirse en casa siendo migrante o estando en el exilio. Aquello no tiene que ver sólo con el espacio arquitectónico sino con el habitar psicológico. Esa poesía abarca el presente como lugar donde se habita; entonces, pensamos en un presente que está relacionado con otras dimensiones del tiempo. Valparaíso tiene esa dimensión, la de un presente frágil. Lo hemos percibido con lo que está sucediendo con el proceso constituyente y el pasado mismo de la ciudad; todo eso se advierte cuando uno recorre y vive la ciudad-puerto. Hay tantas cosas que ver y personas con las cuales hablar… por eso tendremos que tomar distancia para entender lo que hemos vivido en este mes.
AJ: ¿Encontraron algo así como una casa propia?
Piotr Zamojski: Para mí ha sido un poco diferente, yo ya había venido a Chile. El año 2000 vine a una residencia e hicimos un trabajo en la ex Cárcel, tres años después exhibimos en el Museo de Arte Moderno de Castro, Chiloé. Conocía un poco Chile y tenía muy buenos recuerdos de Valparaíso. Este viaje fue como volver a casa, estaba emocionado con su fuerza y heterogeneidad. Ha sido un viaje sentimental.
AJ: Podríamos decir que estamos en la era de la imagen… me interesa saber si esa distancia del idioma acentúa otras perspectivas y sensibilidades a la hora de realizar un trabajo que se centra en las relaciones comunitarias.
PZ: Las imágenes vienen a ser un tipo de nuevo lenguaje, estamos saturados de imágenes de comerciales y de la vida diaria, que de alguna manera se ha convertido en un lenguaje muy codificado y especializado, pero también uno muy simplificado de la vida diaria. Un idioma hiper especializado e inaccesible y, por otro lado, uno homogenizado para la mayoría. Ese es mi problema, cómo encontrar la mejor manera de comunicar trabajando en los territorios, tratando de encontrar la generosidad del lugar. Por eso me interesa investigar las lenguas locales y sus formas.
AJ: ¿Ese interés de usar las formas del lenguaje viene de tus estudios en tipografía?
PZ: Siempre uso diferentes fuentes para cada proyecto, ya que cada una carga de cierta manera la atmósfera del lugar, el espíritu del tiempo en la que fue creada.
AJ: ¿Me pueden comentar qué significan para ustedes los puertos?
MB: La familia de Piotr vive en Polonia, en una ciudad-puerto llamada Gdynia, mientras yo nací en Alicante y ahora vivo en Marsella, que también está construida entre cerros. Los puertos nunca están cerrados en sí mismos, son un retrato del mundo, mestizos, migrantes, ciudades hermanadas con otras; por eso nos interesan, pues en los puertos todo se mezcla en todos los niveles. Las geografías de esas ciudades son como las novelas de José Luis Borges, un pasaje laberíntico donde nunca sabes si encontrarás el lugar que estabas buscando o aparecerás en otro tiempo…acá eso se extrema aún más.
AJ: ¿Cómo fue estar en un país que está atravesando un tiempo político único con el estallido social, un proceso constituyente y una pandemia global en simultáneo?
PZ: Por supuesto que sabíamos lo que estaba sucediendo en Chile, ha sido un proceso político de importancia internacional. Estábamos muy felices de saber que se iniciaba el proceso constituyente, con un compromiso social para lidiar con los problemas existentes. Sobre todo, en el contexto de una situación internacional que no lo hace más fácil políticamente y menos con la pandemia que nos ha atravesado a todos. Estamos viviendo tiempos difíciles, sabemos que los recursos se están acabando, entonces muchos estamos pensando cuál es la manera pacífica y razonable para lidiar con todo esto.
MB: Es muy difícil llegar a sentir, en un par de semanas, lo que realmente significa este proceso político. Hemos hablado con muchas personas y varias tienen esperanza en la nueva constitución, pero hay urgencias, como el tema del agua y el acceso a ésta para las personas de bajos recursos que viven en los cerros. Es una tragedia. No tienen ese recurso porque las empresas privadas no quieren invertir ahí. Muchos con los que hemos conversado tienen esperanza que esto podrá mejorar, pero es un tiempo frágil, pues si esto no mejora todos volverán a estar decepcionados. Esto lo sentías muy fuerte, sobre todo en las conmemoraciones que presenciamos para los dos años del estallido.
AJ: Estamos viviendo un tiempo complejo y estimulante a la vez, imaginando que hay otras maneras de construir otros mundos posibles. ¿Me pueden comentar sobre su acercamiento a las comunidades, de los entre-medios a los cuáles ustedes aluden en general en sus proyectos artísticos?
MB: Lo primero bello que nos sucedió es conocer a la artista chileno-alemana Cornelia Vargas y a su hija Sofía. Cornelia y su marido, el arquitecto Eduardo Vargas, construyeron en los 60 un proyecto utópico: casas sociales comunales. Su historia encajaba perfectamente en nuestro proyecto.
PZ: Fuimos con ellos al lugar y fue muy emotivo, pues Cornelia se encontró con una mujer de 90 años, y presenciamos ese reencuentro y la conversación. Ese lugar era un espacio comunitario de ayuda entre todos y tuvo éxito, las casas estaban ahí, entonces quizás podemos decir que fue una utopía, pero exitosa. También conocimos a otras personas, pues nuestro trabajo se basa en lo que surge de las relaciones que entablamos para poder construir un espacio donde te sientas en casa.
MB: Un señor de esas villas nos invitó a su casa, tenía sobre los 90 años y seguía trabajando en temas de mecánica. Estaban sus hijos, estaba toda la familia. Nos mostró un trabajo que estaba haciendo -con un mecanismo de acero- que debía entregar a la mañana siguiente. Esas pequeñas historias son las que nos importan. También conocimos a varias personas en un edificio que funciona como comunidad y donde están las oficinas del FIFV. Como veníamos todos los días a trabajar, un día conocía a Elena y Mirella, dos fumadoras. Eso es importante pues sus compañeros no fuman, así que el espacio común se convierte en el lugar para crear otros lazos. Los pasillos son parte de la casa, una extensión afectiva… pero esas cosas las descubres cuando pasas tiempo en los lugares.
AJ: La casa es algo más neutral y el hogar es donde te sientes acogido…
PZ: Hay una frase del arquitecto canadiense Witold Rybczynski, que dice que puedes salir de las casas, pero siempre regresas al hogar. “Home” está conectado con el retornar, pero también al lugar que conocías de antes, y esa fue la sensación que tuve cuando volví a Valparaíso.
AJ: ¿Hay algo que se haya asomado como posibilidad para materializar lo vivido?
PZ: Pensamos en una publicación con imágenes y textos. Nos encantaría invitar a Cornelia, Sofía Vargas y al poeta Enrique Winter a participar, pues este es un proyecto abierto, queremos que existan otras voces aparte de nuestras observaciones y reflexiones.
AJ: ¿Qué significa para ustedes la migración?
PZ: Los migrantes somos nómades. Las migraciones enriquecen ciertos aspectos de la vida, pero por el otro lado te la quiebra también. He conversado con muchísimas personas migrantes y hay una constante: cuando vuelves después de muchos años sientes que vuelves a casa, pero como un extranjero… migrar te cambia tu perspectiva y el punto de vista con que entablas relación con el territorio y la realidad.
MB: Si no tienes raíces en el país eso no significa que no tengas el derecho de vivir, de pensar, de estar en el lugar donde llegas. Ser migrante es una posición que siempre te empuja a crear lazos con aquellos con los que no has nacido.
AJ: La migración enriquece y transforma la cultura local, nos hace mirar y percibir las relaciones y el mundo desde otras perspectivas, nos abren la mirada…
MB: Enriquecer es una de las palabras más importante, es algo que ves en Valparaíso permanentemente, capas y capas de diversidad; siempre me ha sido atractiva la idea del mestizaje.
PZ: Hablando de capas, Marsella, donde vive Marie, fue fundada por los griegos hace más de dos mil quinientos años, por lo que hay rastros de esa época y de las que siguieron, capas y capas de historia. Eso no se compara con Gydnia, una joven ciudad portuaria en el Mar Báltico que se construyó en la década de los 20 del siglo pasado con un estilo modernista internacional. Valparaíso esta entre-medio, con rastros de incendios y terremotos… eso hace que las capas sean muy diferentes. Esta la idea del puzzle, de poner pequeñas partes juntas que a veces calzan mejor que otras, pero funcionan. Para mí fue tan sorprendente ver formas que eran inesperadas, muchas de éstas no se construyeron como experimentos arquitectónicos o como vanguardia, sino sólo por necesidad… eso es impresionante. A eso se suma la dificultad geográfica donde se emplaza; es ser estable e inestable a la vez. La fusión de lo imposible es fascinante.
AJ: Esos rastros de los que hablan o el bricolaje incrustado en la forma de construir y vivir es como una constante de ese entre-medio para nosotros. ¿Qué significa entonces vivir en la incertidumbre?
PZ: Yo creo que es más relajante vivir en una situación estable, pero vivir así reduce la creatividad. Entonces pienso que estos lugares o tiempos inciertos te piden improvisación, conseguir nuevas soluciones. Valparaíso es un ejemplo de improvisación, mezcla Art Deco, modernismo, nuevas arquitecturas, pero siempre con algo provisorio. En Europa Central la arquitectura era sólida, se construía sobre todo con piedras o ladrillos, estaba construida para durar siglos. Acá tienes algo similar a lo que pasa con la arquitectura japonesa por el tema de los terremotos, una forma menos pesada, no tan fija y cambiante, hay muchos espacios entre el afuera y el adentro, de conexión o de umbrales. Si vives en lugares geográficos con una constante posibilidad de cataclismos creas formas de pensar diferentes, disfrutas el presente mucho más y estás más preocupado de vivir ciertamente en una delgada línea. Creo que la arquitectura muestra eso que estamos hablando.
MB: Lo que trae la incertidumbre, por otro lado, es la precariedad. Se necesita un balance, porque si no siempre seguirán sufriendo aquellos que tienen menos.
AJ: ¿Habían trabajado antes juntos?
MB: Somos compañeros y compartimos ideas, pero esta es la primera vez que hacemos un proyecto juntos. Ha sido muy interesante y balanceado y nos ha permitido entablar otras formas de relacionarnos con las personas.
AJ: ¿Qué se viene ahora, una exposición, formas de contribución para la comunidad…?
MB: Si todo sale bien, vendremos a exhibir en el FIVIV 2022, aparte de la publicación que te comentamos. También participamos en Diálogos, una iniciativa del Festival, y en algunos talleres.
AJ: ¿Qué significó esta experiencia?
MB: La belleza de todo, de la gente, del lugar, de las maneras de vivir.
PZ: Realmente lo que me gusta de las residencias artísticas es la intensidad del tiempo. Muchos encuentros y experiencias: un tiempo comprimido y lleno de energía.
AJ: Las residencias posibilitan entretejer otros lazos, salirse de lo cierto, de lo dado para comprender o aproximarse a lo diversos que somos, una forma de desaprender para construir otras formas de mirar…
PZ: Así es, y estamos felices del lugar bello donde vivimos este mes, en Playa Ancha… mira esta hermosa vista...
Sobre la autora
Andrea Jösch. Chile, 1973. Fotógrafa, Licenciada en Comunicación, Magíster en Gestión Cultural por la Universidad de Chile. Dirigió entre 2006-2016 la Escuela de Artes Visuales de la Universidad de Artes, Ciencias y Comunicación. Actualmente es coordinadora de investigación de la Facultad de Artes de la Universidad Finis Terrae y editora de la revista académica DIAGRAMA. Desde 2015 es directora del Magíster en Investigación-Creación de la Imagen de la misma institución. Editora a cargo -desde sus inicios (2009)- de la revista de fotografía sudamericana Sueño de la Razón y coeditora de la revista OjoZurdo: fotografía y política. Se ha desempeñado en los últimos quince años en diferentes actividades relacionadas con la imagen, tanto a nivel académico, curatorial como editorial. Ha obtenido la beca Fondart a la creacción y producción artística del Gobierno de Chile en ocho oportunidades y Beca Andes para la creación (2004).
Andrea Jösch. Chile, 1973. Fotógrafa, Licenciada en Comunicación, Magíster en Gestión Cultural por la Universidad de Chile. Dirigió entre 2006-2016 la Escuela de Artes Visuales de la Universidad de Artes, Ciencias y Comunicación. Actualmente es coordinadora de investigación de la Facultad de Artes de la Universidad Finis Terrae y editora de la revista académica DIAGRAMA. Desde 2015 es directora del Magíster en Investigación-Creación de la Imagen de la misma institución. Editora a cargo -desde sus inicios (2009)- de la revista de fotografía sudamericana Sueño de la Razón y coeditora de la revista OjoZurdo: fotografía y política. Se ha desempeñado en los últimos quince años en diferentes actividades relacionadas con la imagen, tanto a nivel académico, curatorial como editorial. Ha obtenido la beca Fondart a la creacción y producción artística del Gobierno de Chile en ocho oportunidades y Beca Andes para la creación (2004).