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Reflexiones
por Jesús Urqueta

Publicado en www.tdz.de/chile el 29.09.2023.
Primavera con una esquina rota (sesión)

“Primavera con una esquina rota”de Mario Benedetti, dirigida por Jesús Urqueta | © Bastián Yurisch

“¿Qué recuerda usted cuando hablamos de conmemorar cincuenta años del golpe de Estado y la instauración de una dictadura cívico-militar en Chile?

            ¿Qué olvida? ¿Qué omite? ¿Qué silencia?

Enfrentarme a dirigir la puesta en escena de Primavera con una esquina rota significó sumergirme —en todas partes y al mismo tiempo— en lugares plagados de olvido, derrotas, fantasmas, silencios y reparaciones no realizadas. Significó darme cuenta, otra vez, de lo separado que estamos como país por no querer comprender que la verdad es el único pegamento que como sociedad nos puede unir y fortalecer. Significó, también, contemplar la existencia del dolor de otros que sienten como propios los dolores de otros.

Entiendo la Memoria como presente, como una acción constante de justicia sobre aquello inconcluso que quedó en el pasado. Desde este lugar es que busco que usted sea testigo, a través de esta obra de teatro, de su propia historia. O la de su madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo, nieta o nieto. Para una gran parte de nuestro país el daño que sufrimos fue tremendo y está ahí, acompañándonos junto con esa sensación de apaleamiento constante que no se termina nunca.

            ¿Qué asemeja al exilio y el degüello?

            Vuelvo a preguntar: ¿Qué asemeja al exilio y el degüello?

            Lo hago otra vez: ¿Qué asemeja al exilio y el degüello?

Esta pregunta es la que me hice millones de veces durante este proceso. Y es la historia que atravesó al Teatro Ictus cuando montaron por primera vez esta obra durante la dictadura. Y es la historia que vivimos como sociedad durante casi dos décadas. Y es una historia que duele. Y que no sana. Porque no hubo Justicia. Ni verdad. Ni la reparación necesaria. Ni garantías de no repetición. Porque hubo impunidad. Porque hubo pactos secretos y de silencio. ¿Por qué los que gobernaron después usaron a la democracia y a su pasado de víctimas para perpetuarse en el poder? Porque usted y yo tenemos una primavera con una esquina rota que no podemos superar. Porque usted y yo tenemos un agujero inmenso en nuestro corazón que no podemos llenar”
[1].

Tengo cuarenta y ocho años, nací cuando la dictadura había cumplido diecisiete meses en nuestro país, y puedo decir, con toda certeza, que sus consecuencias me acompañarán toda mi existencia.

Fui criado con sus reglas y sus amarres, con sus carencias y las posibilidades que a pocos nos llegaban.

No me faltó pan, educación, ni techo; pero recién pude conocer al hermano de mi padre en el año 2019 porque no volvió más del exilio.

            Y las familias se fragmentaron.

            Y los amigos nos distanciamos.

            Y algunos murieron en manos de los militares.

            Y otros a manos de la policía de la democracia.

            Y así fuimos creciendo.

            Y entonces conocimos el teatro.

            Y entonces fuimos felices.

            Y entonces nos apoyamos mutuamente.

            Y entonces el sistema económico instaurado a la fuerza y perpetuado por las políticas de los gobiernos de la transición hizo que los compañeros de escena compitiéramos entre nosotros para tener financiamiento.

            Y nos fuimos poniendo tristes.

            Y nos fuimos quedando solos.

            Y así pasaron los años.

            Y salimos a la calle, otra vez.

            Y marchamos juntos, otra vez.

            Y volvimos a creer, otra vez.

            Y ahí pensamos que la dictadura se había acabado.

            Y ahí nos dimos cuenta de que hizo muy bien su trabajo.

            Y ahí nos dimos cuenta de que sigue siendo poderosa.

            Y ahí nos dimos cuenta de que triunfó su miedo.

            Y ahí nos dimos cuenta de que ganó la ignorancia.

            Y ahí nos dimos cuenta de que somos más neoliberales de lo que creíamos.

            Y otra vez nos pusimos tristes.

            Y otra vez nos quedamos solos.

Escribo estos pensamientos como un ejercicio de memoria para obligarme a seguir en la resistencia. Trato, desde el presente, de entender mi pasado para proyectar el futuro y, a veces, me cuesta bastante visualizar imágenes que me estimulen para crear. Y esa tristeza se transformó en mi identidad al dirigir. Y la derrota de la ciudadanía chilena se convirtió en la razón y la manifestación de mi teatro y —también— en el estímulo necesario para seguir cada día en esto y quedarme en este lugar extremo del planeta para intentar cambiarlo todo.

Aunque hay veces que quiero incendiar Chile, arder en el caos y salir de acá.


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[1] Texto escrito para el programa de mano de la obra Primavera con una esquina rota, de Teatro Ictus. Junio 2023.
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