Sonoridades de ayer y de hoy en la escena teatral local
por Soledad Lagos
Publicado en: THEATER DER ZEIT SPEZIAL: CHILE (08/2023)
Publicado en: THEATER DER ZEIT SPEZIAL: CHILE (08/2023)
Con la radio como el principal medio de comunicación masivo, hasta la década de los 60 del siglo XX el radioteatro aportó personajes inolvidables, aún presentes en la memoria colectiva. La conmemoración del Bicentenario de la República, en 2010, impulsó a la Escuela de Espectadores, iniciativa gratuita de formación de audiencias, a crear la primera Audioteca de Dramaturgia Chilena. Sus responsables seleccionaron un corpus de obras fundamentales al intentar caracterizar una nación como la chilena, aún hoy dividida por el golpe militar de 1973, y la tarea de grabar fragmentos de esas obras en los estudios de Radio Cooperativa recayó en directoras y directores, junto a elencos escogidos por ellos. Los dos tomos de esa primera Audioteca de Dramaturgia Chilena, la cual inspiró después otras iniciativas similares, contenían soportes sonoros.
Desde el encierro ocasionado por la pandemia surgieron variados y exitosos podcast en distintas regiones del país, directamente emparentados con los radioteatros. A diferencia de países europeos, como Alemania, donde se valora la tradición de cápsulas grabadas que emplean sonoridades especialmente creadas para ellas, en Chile el soporte sonoro dedicado a difundir obras artísticas de calidad se ha utilizado de manera mucho más intermitente, casi circunstancial. Incluso hoy en día, cuando la producción local de audiolibros se empieza a entender y a extender como una alternativa a la lectura, se lleva a cabo con muchas restricciones.
Si pensamos en la tríada imprescindible del teatro chileno, La pérgola de las flores, La Negra Ester y Amores de cantina, en términos de su contundencia artística, pero también de su asombrosa capacidad para ofrecerle a una nación como la nuestra un espejo donde mirarse en diferentes etapas históricas, es preciso señalar que, en cada una de ellas, son centrales las armonías, los silencios, los contrapuntos, las disonancias, los ritmos y los tempos de la música empleada, pero también lo son las diversas sonoridades de los textos dichos en escena. El público, que se reconoce en esos sonoros mosaicos identitarios, sigue acompañando, recomendando y disfrutando sus presentaciones.
Tryo Teatro Banda, un grupo que ha definido su estética y su poética como una propuesta centrada en la tradición de la juglaría para llevar al escenario temas históricos con frecuencia invisibilizados, utiliza la música como pivote de las sonoridades con las cuales confronta al público. En su repertorio, ha privilegiado visibilizar la cosmovisión de etnias originarias de nuestro continente, con el objetivo de complementar, revisar e invitar a cuestionar, con una mirada artística tan lúdica como crítica, la enseñanza de la historia oficial. Sin pretender ni crear ni defender un tipo de teatro que podríamos calificar como didáctico, ni planear constituirse como una alternativa pedagógica a la formación de los seres humanos, es indudable que su aporte a la educación en la historia ha sido y continúa siendo irrefutable. Sus actores, diestros ejecutantes de diversos instrumentos, son también notables cantantes. Asimismo, se vale de los múltiples recursos de la voz humana para generar sonoridades sorprendentes.
Lo mismo sucede con un grupo que dirige sus espectáculos a la primera infancia, el Teatro de Ocasión, el cual sustenta su poética y su estética en el notable trabajo de actores-músicos, otorgándole una innegable preeminencia al elemento sonoro en cada una de sus obras, aun cuando las sonoridades en juego en cada una de ellas no se circunscriban a la voz cantada. Este grupo, junto a otros, como Amnia y Aranwa, ha generado una nueva manera de concebir este tipo de obras desde un punto de vista artístico, pero también social. En una nación con alarmantes estadísticas relativas a la vulneración de los derechos de niñas, niños y adolescentes, que se haya creado una Defensoría de los Derechos de la Niñez hace poco tiempo dice mucho acerca del lugar que se le ha otorgado, en el transcurso de la historia, a un grupo de la población que debiese constituir una preocupación fundamental para políticas públicas centradas en su desarrollo integral, a corto, mediano y largo plazo.
Entre los grupos de teatro que han optado por emplear marionetas o muñecos de varilla no se prescinde de elementos sonoros, salvo en un caso: Silencio Blanco. La indagación que lleva a efecto este grupo en torno a las diferentes posibilidades expresivas del silencio, con todas sus capas y sus subtextos, responde a un particular concepto de partituras moldeadas por las sonoridades implícitas en la aparente ausencia de sonido que sus obras sugieren. La materialidad de sus muñecos, cuyas fisonomías de papel no pretenden ocultar la manufactura, sino más bien realzarla, aporta en forma determinante a las partituras a las que aludo. Tanto el grupo Teatro y Su Doble, como el colectivo Viajeinmóvil, utilizan en sus propuestas escénicas o bien voces grabadas, o bien las voces de quienes manipulan los muñecos. Se trata de un trabajo muy cuidado con los ricos y variados matices que la voz humana puede utilizar u ofrecer, no solo para contribuir a la recepción de la obra por parte del público en la sala, sino para otorgarle toda la densidad necesaria a un soporte que opera como conector de un sofisticado tejido de significantes, pero también como eje, por y en sí mismo.
Teatro y Su Doble, que se llamó antes Teatro Milagros, ha adaptado para el escenario obras con temáticas como el duelo o los parámetros en que se sustenta la pertenencia o la exclusión social de determinados individuos. Tras un delicado trabajo de confección lenta de marionetas y muñecos, los actores y las actrices que los manipulan sin duda logran reflexionar sobre sus propias estrategias y las técnicas de actuación que despliegan cuando se desempeñan en otro tipo de obras de teatro y en otros medios y soportes.
Viajeinmóvil es reconocido por adaptar obras clásicas para presentarlas a través de marionetas y muñecos. Además, como colectivo, se ha enfocado en la formación de nuevas generaciones dedicadas al oficio teatral. Central en su búsqueda ha sido, sin duda, un largo recorrido de experimentación. Asimismo, la práctica de trabajar en forma colaborativa, fomentando alianzas entre diferentes artistas escénicos, ha resultado clave para las generaciones formadas a su alero. En el segmento más abiertamente performático destaca el trabajo sonoro de Trinidad Piriz y Daniel Marabolí, quienes, mediante la experimentación, lograron consolidar una estética y una poética distintiva en torno a temas ausentes de la cartelera local cuando ellos se dieron a conocer como dupla creativa. La utilización bastante masiva en Chile de herramientas como Internet modificó los códigos inherentes a las relaciones interpersonales, tanto en lo público como en lo privado, y no solo cambió la percepción de cómo habitamos el lugar que habitamos, sino que abrió horizontes insospechados para revisar precisamente conceptos que no parecían tan móviles ni tan cambiantes, como “territorio” (entendido como paisaje socio-económico-político-cultural). La globalización y las trampas de la era de la modernidad líquida se habían sumado a los problemas que aún persisten en una nación colonizada como la nuestra, siendo una de las más persistentes la desigualdad en el acceso a las oportunidades en todos los ámbitos de la sociedad.
Al desplegar en escena los mecanismos que componen la trastienda de la ficción, Piriz y Marabolí difuminan las aparentes fronteras entre creación y recepción, y entre artistas y público, pues, al revelar sus secretos, vuelven al público cómplice activo de la posibilidad de construir a diario su propia ficción.
En nuestros escenarios, el Sprechtheater convive con una serie de variantes muy arraigadas en la idiosincrasia y en el imaginario colectivo. Si bien el campo de lo sonoro constituye un universo vasto y muy complejo, las asociaciones que despiertan los sonidos y los silencios en las diferentes culturas forman parte de un imaginario colectivo que vincula a seres que viven en entornos aparentemente disímiles; nos unen determinados patrones rítmicos. Por cierto, confieso que, a la hora de escribir para la escena, las sonoridades que pueblan mi propio recorrido vital determinan mis temas y mi percepción del mundo.