Francamente... Berlín
15 minutos como propietario de un local de comida callejera

Hard Rock Café Berlin
Cuando la masa de turistas no deja ver el Hard Rock Café: eso es que estamos otra vez en Berlín. | Foto (detalle): Britta Pedersen © dpa

Nuestro hombre en Berlín: Para comenzar su columna “Berlín... A las claras”, Gerasimos Bekas se lanza al tumulto de la ciudad, pero he aquí que tropieza con una correa de perro y casi hace carrera en la gastronomía. 

De Gerasimos Bekas

¡Mi más cordial bienvenida! Encantado de que estéis ahí. Soy Gerasimos Bekas, y nuestro viaje puede comenzar. Desde ya mismo soy vuestro hombre en Berlín. ¿Qué está pasando en la ciudad? ¿Cómo vive aquí la gente? Una vez al mes me dejarán ir en busca de respuestas para dároslas.   
 
Empecemos por el Berlín que me viene menos a mano: en la Kurfürstendamm, no lejos de la estación Zoo. Todos los días aterrizan aquí turistas, vienen a los incontables hoteles y pasean por las largas avenidas comerciales. Toman café en el Café Kranzler o van a ver la Gedächtniskirche del Káiser Guillermo. Lo que es berlinesas y berlineses, los podremos encontrar aquí más que nada si tienen que comprar un regalo en el último minuto o cuando se apuran en dirección a los edificios de oficinas circundantes.

Pobres y ricos, jóvenes y mayores

Pocos lugares hay en Berlín que reúnan personas tan distintas tan cerca unas de otras. Aquí en la Ku’damm no solo coinciden pobres y ricos, jóvenes y mayores, sino que también extranjeros e indígenas se amontonan unos con otros entre las nuevas construcciones que semejan naves espaciales y los majestuosos edificios de la época del auge industrial. Tan intensos como han sido los cambios de la ciudad en los últimos cien años, siempre se mantuvo fiel a sí misma en un punto: Berlín da la impresión de que siempre está en obras. Así sucede también en la Ku’damm, esta malograda avenida señorial en la que se ven por todas partes vallas de obras y barreras, pues Berlín aspira a parecerse al centro urbano de todas las demás ciudades europeas, bajo el dominio de tiendas insignia y cadenas de hoteles y restaurantes.
 
De tanto observar por todos lados, no me doy cuenta de que las piernas se me lían con la correa de un caniche de pelo acicalado que huye de algo, y me tropiezo. La dueña dice algún disparate sobre terapia conductual. Los bolsos y bolsas de marca atestiguan que su paseo de compras está teniendo éxito. Apenas llega a disculparse, porque el caniche la arrastra y ella tiene que esforzarse para andar detrás con sus tacones. No solo las personas se alteran con los templos del consumo y sus estridentes reclamos visuales.

“Ahora tenemos también púding de chía”

Ya es el tercer sin hogar que me pide un cigarrillo. No tengo; mientras tanto, se acerca un grupo de visitantes que buscan el Hard Rock Café, aunque es imposible no verlo ahí delante. Turistas. Me escapo por la Meinekestraße. Si estamos empezando en zona turística, podemos también permitirnos una salchicha al curry. Tras decidirme por el local que menos glamour irradia, compruebo que he dado en el blanco. Junto a la freidora se encuentra una berlinesa auténtica, que me sirve la salchicha en un plato de plástico. Las manchas amarillas de curry que lleva por encima quedan ocultas tras una servilleta de papel. Le pregunto si el local ha cambiado en los últimos años. “Ahora tenemos también cuscús y púding de chía”, dice.
 
Y a continuación me pone la llave en la mano. Por 15 minutos voy a ser propietario de un local de comida callejera. Tiene que ir a llevar comida al peluquero de la esquina. En vano espero a mis primeros clientes. La mujer regresa antes de que yo haya podido poner a prueba mis habilidades de restaurador. Me quedo hasta que el local cierra. A continuación, se va en dirección Hellersdorf, donde vive, y yo en dirección Neukölln. Nadie se queda mucho tiempo en la Ku’damm.  

“... a las claras”

En nuestra serie de columnas “... a las claras” escribirán, alternándose semanalmente, Gerasimos Bekas, Maximilian Buddenbohm, Qin Liwen y Dominic Otiang’a. En “Berlín... a las claras”, Gerasimos Bekas se sumerge en el tumulto para contarnos cómo se vive en la gran ciudad y acumular observaciones sobre la vida cotidiana: en el suburbano, en el supermercado, en el club nocturno.

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