Sobre la entrada del Centre Artesà Tradicionarius, en el barrio de Gràcia, encontramos una estatua reclinada de Ana Frank, que parece estar leyendo su diario. La intimidad de este momento contrasta con la fama que este diario ha alcanzado en todo el mundo.
El Diario de Ana Frank se ha traducido a más de 70 idiomas y es un documento estremecedor para cada nueva generación de adolescentes de todo el mundo sobre las circunstancias en las que los perseguidos por el nacionalsocialismo tuvieron que luchar para sobrevivir.
UN ESCONDITE EN LA PARTE TRASERA DE LA CASA
A estas alturas, todos hemos tenido la desagradable experiencia de estar confinados en casa por culpa del Covid. ¿Pero podemos imaginarnos escondidos en una pequeña casa de 50 metros cuadrados durante más de dos años con otras siete personas? No poder hacer ningún ruido durante el día, no poder poner un pie fuera de la puerta ni siquiera por un breve momento, tener que vivir con raciones de comida cada vez más escasas y vivir constantemente con el temor de ser descubierto y quedar a merced de la muerte...
Sus miedos, sus preocupaciones, su dolor, pero también su esperanza de una vida en libertad, Ana lo escribe todo en su diario, que le es entregado el día de su 13º cumpleaños, el 12 de junio de 1942.
EL DIARIO
Un documento que nos estremece aún más porque conocemos el trágico final de Ana Frank. En agosto de 1944, ella y sus compañeras de piso son descubiertas y detenidas por una denuncia anónima. Ana es deportada primero a Auschwitz y luego al campo de concentración de Bergen-Belsen, donde muere de tifus en marzo de 1945. Unas semanas antes de su detención, la joven de 15 años escribe en su diario:
"Veo que el mundo se convierte poco a poco en un desierto, oigo / cada vez más fuerte la amenaza de problemas que nos matarán, siento / el sufrimiento de millones de personas y, sin embargo, cuando miro al cielo, pienso / que un día todo volverá a ser bueno, que todo este sufrimiento también debe / llegar a su fin".
Estas son las palabras exactas que leemos en catalán y castellano en una placa conmemorativa colocada en la plaza.
Este monolito de acero se erigió en 1998 en memoria de Ana Frank. Sin embargo, poco después, extremistas de derecha descargaron su ira contra el monolito y lo destruyeron en un acto de vandalismo. En 2001, fue sustituida por una nueva placa. La estatua de Ana leyendo también data de ese año.
También encontramos en dos páginas del libro de bronce, una advertencia de la escultora Sara Pons Arnal, creadora de la escultura:
“Cuando ya ni los nombres quedan de los verdugos. Ella sigue viviendo.
Pero que nunca vuelva aquella larga sombra y el torrente de sangre y llanto y barro y luto que ahogó tanta belleza, cuyo símbolo era una muchacha en flor.”
Una chica
Ana Frank nació en Fráncfort del Meno el 12 de junio de 1929. Para escapar de la persecución de los judíos en Alemania por parte de los nacionalsocialistas, su familia se trasladó a los Países Bajos en 1934. Su padre, Otto Heinrich Frank, dirigía allí la sucursal holandesa de una empresa alimentaria alemana. Tras la ocupación de los Países Bajos por las tropas alemanas, Ana y su familia comienzan una vida en la clandestinidad.
Durante más de dos años, se escondieron en la parte trasera del edificio de la empresa en Prinsengracht 263, en Ámsterdam, junto con otros cuatro compañeros. La secretaria Miep Gies, junto con su marido y algunas otras personas de la empresa, proporcionaron a los escondidos alimentos y otros artículos de primera necesidad. El 4 de agosto de 1944 fueron descubiertos, detenidos y deportados. Miep Gies conservó el diario, que estaba redactado en holandés, y tras el final de la guerra pudo enviárselo al padre de Ana, que fue el único que sobrevivió al Holocausto.
Tras suprimir algunas entradas muy personales, que también trataban de él mismo y de la relación con su esposa, publicó el diario en el verano de 1947 con el nombre de "Het Achterhuis" (La casa de atrás). Ya en los años 50, se convirtió en el libro de bolsillo y la obra de teatro más vendidos en Alemania.
En 2009, fue declarado Patrimonio Documental de la Humanidad por la UNESCO.
Una inscripción
En la intersección de las calles Minerva y Sèneca, la mitad de una gran estrella de David está representada en el suelo. La otra mitad tenemos que imaginarla. Cerca, empotrado en el suelo, encontramos otro homenaje a Ana Frank: una inscripción con su nombre y las fechas de su nacimiento y muerte.
El escultor Ignasi Sanfeliu creó esta obra silenciosa en la década de 1990. Diseñó las letras en acero oxidado y las colocó en diagonal sobre las losas de granito y cerámica de color salmón del suelo.