Verfluchte Liebe Deutscher Film:
Aquellos ilustres desconocidos del cine alemán

En el marco de SANFIC la Cinemateca del Goethe-Institut estrenó el documental de Dominik Graf y Johannes F. Sievert que cuenta la otra historia del nuevo cine alemán, ese que quedó relegado a segundo plano pero que tenía una actualidad notable.
 

VERFLUCHTE LIEBE DEUTSCHER FILM Wolfgang Büld © Augustinfilm KG
Esta no es una película para los seguidores del nuevo cine alemán, los amantes de las películas de Fassbinder, Herzog, Kluge o Wenders. No. Es un documental sobre la ola de jóvenes cineastas de los 60 y 70 que actuaron a contrapelo del sistema de subvenciones, que se fueron por el cine comercial en lugar del cine de autor intelectual, y que tal vez por eso quedaron relegados a un segundo plano. Cine Alemán, ese amor maldito de Dominik Graf y Johannes F. Sievert revisa de dónde surgieron estos directores, como Roland Klick o Klaus Lemke, que hicieron un cine “de masas”, comercialmente exitoso, con un sello más cercano a las películas de gángsters norteamericanas del cine B, y por qué resultaron marginados. Tanto así que son poco recordados como actores importantes del cine alemán de los años 60 y 70.

Todo comenzó con el Manifiesto de Oberhausen en 1962, cuando la nueva generación de directores declararon que “el cine de papá está muerto” y que debía renovarse, tanto en la temática como en la forma. Y postularon que como ellos hacían arte, no dependían de la cifra de espectadores y debían ser subvencionados por el Estado. Este Manifiesto generó una gran cesura entre las generaciones de directores: los antiguos, que muchas veces seguían vigentes desde antes de 1933, y los más jóvenes, que crearon nuevos géneros para dar pie a un “cine de autor”. Uno de ellos, Alexander Kluge, fue quien además generó la plataforma de subvenciones, porque no solo golpearon la mesa en cuanto a la forma y las temáticas, sino que también tenían un planteo económico. Expresamente no querían ser comerciales. Lo que Graf y Sievert les critican en este filme, es que por depender de las subvenciones perdieron la libertad y la espontaneidad creativa, y debieron someterse a una suerte de censura, ya que debían poner por escrito de qué se iba a tratar la película y la forma de abordar su temática.

Sin embargo, un año después de Oberhausen surgió un segundo Manifiesto, de quiénes se oponían a la nueva generación y era contrario a las películas “didácticas”, que decían al público lo que debían pensar. Este segundo Manifiesto lo suscribieron directores como Klaus Lemke y Roland Klick, así como Enke, Thome y Zihlmann. Su estilo era muy diferente: hacían rodajes rápidos de temas muy actuales, se basaban en la improvisación, los personajes hablaban en dialecto, incluían un cine más físico, con más sexo, mutilaciones e imperfecciones. Consideraban que el cine debía ser “de masas”, veían a la televisión como a su enemigo porque no les interesaba tenerlos de co-productores. Se financiaban a sí mismos y mantenían una ruda libertad para escenificar más crudeza, pero también fueron bastante visionarios porque se anclaron en la realidad. De un caso real hacían una película que pocos meses después estaba en pantalla. Incluso Supermarkt de Roland Klick tiene un lenguaje muy similar al nuevo Hollywood, y eso tres años antes de Taxi Driver. Otra tendencia fue hacer coproducciones con Italia, con spaghetti westerns, y filmes de acción, sangre y sexo, donde los malos de la película eran alemanes como Harry Baer, Klaus Kinski o Mario Adorf.

La tesis de este documental es que el cine alemán está muerto. Y que ha muerto porque el camino de la subvenciones llevó a temas más controlados, a menos erotismo, y sobre todo, a huir de la realidad, lo cual se opone a lo que al mismo tiempo sucedía en Italia, Estados Unidos, Francia o Suiza. Sostiene que el cine oficial subvencionado es lo que se llegó a conocer como el Nuevo Cine Alemán, que fue un buen producto de exportación, y que el resto fue relegado al olvido.

Lo que Cine Alemán, ese amor maldito de Dominik Graf y Johannes F. Sievert no dice, es que sí hubo vasos comunicantes: Harry Baer actuó en las películas de Fassbinder y Kinski en las de Herzog; Peter Berling fue uno de los grandes productores de cine ítalo-alemán y luego ha sido una de las grandes figuras del cine de Alexander Kluge. Además, Roland Klick alcanzó a hacer seis largometrajes, de los cuales tres recibieron el Premio de Oro del Cine Alemán. Pero sí es cierto que no tenemos a estos autores en la retina, y este documental trata de rescatarlos del olvido y hacerles justicia. Además nos permite redescubrir otro cine alemán, más espontáneo y despeinado, más fresco y desprejuiciado.