Hong Kong
Sampson Wong, Artista
De Sampson Wong
¿Qué podría simbolizar para usted su situación actual o la de su país?
Ante la actual pandemia de coronavirus, en Hong Kong, donde crecí y ahora resido (una ciudad a la que estoy muy apegado), se me ocurren tres símbolos o imágenes de estos meses.
En primer lugar, los tifones que sufrimos en la ciudad todo el tiempo. En segundo lugar, las estrechas relaciones de Hong Kong con las pandemias desde 1814 cuando se convirtió en una ciudad colonial. Y, por último, la inevitable transformación de las continuas protestas en las que involucré activamente desde junio de 2019.
La pandemia reclama una reflexión más amplia y profunda sobre las relaciones multifacéticas de las ciudades con la naturaleza, y me recuerda las últimas veces que me quedé en casa cuando un tifón fuerte pasaba por la ciudad. En Hong Kong la intensidad de un tifón se clasifica según un sistema de “señales”, y el más fuerte es el de la señal número 10. Desde que comenzó el siglo XXI sólo hubo tres huracanes “de señal 10”. El tifón Mangkhut provocó ciento treinta y tres muertes en septiembre de 2018. El comité encargado incluso lo borró de la lista de nombres de tifones dada la traumática experiencia asociada a él. Cuando el tifón Mangkhut llegó a Hong Kong la ciudad estaba completamente preparada para los días de “defensa”, ya que el año anterior el tifón Hato había causado terribles daños en Macao y nos habría alertó sobre los posibles accidentes que podía causar un huracán. Al final me quedé en casa tres días seguidos. Esa fue la experiencia más cercana a lo que yo podía considerar una cuarentena y una “lucha colectiva contra la naturaleza”. Esperar en casa hasta que el tifón hubiera pasado por la ciudad es el primer símbolo en que pienso, todavía recuerdo vívidamente cómo en el otoño de 2018 uno se encontraba árboles caídos por todas partes de la ciudad.
La segunda situación que viene a mi mente es el recuerdo de Hong Kong en 2003, durante la epidemia de SARS y la historia de la ciudad pensada desde las plagas y salud pública. Aunque el SARS se considera ahora una de la crisis de infección más graves del siglo XXI, afectó sólo a algunas regiones del mundo. Y el epicentro de esa pandemia se ubicó en Hong Kong. Yo tenía diecisiete años y estaba evaluando los cursos que tomaría en la universidad que me había aceptado. La experiencia del aislamiento se convirtió en una parte importante de mis recuerdos de esa época de crecimiento, probablemente porque en esa época tomaron forma algunas de mis aspiraciones. Algunos críticos culturales e investigadores sostienen que el Hong Kong “poscolonial” sólo surgió de verdad durante y después de la epidemia de SARS, cuando la sociedad civil despertó y comenzó a cuestionar diversas características del Hong Kong posterior a 1997.
Cuando estaba terminando mi licenciatura en ciencias políticas, tuve la oportunidad de analizar los acontecimientos de 2003 de un modo más analítico y comencé a interesarme en la historia socio-cultural de las plagas en Hong Kong. Por ejemplo, hay narrativas que señalan el papel que tuvo la peste bubónica de 1894 en el verdadero comienzo de la historia colonial de Hong Kong, ya que obligó al gobierno a repensar la relación entre estado y sociedad. Más tarde, me dediqué a estudiar los aspectos políticos y culturales de la gripe aviar, y desarrollé cada vez más la idea de que una “historia de Hong Kong” nunca estaría completa sin esas narrativas sobre las enfermedades infecciosas.
El estallido del coronavirus golpeó a Hong Kong en un momento muy especial, cuando un movimiento político sin precedentes, sostenido por más de siete meses (desde junio de 2019), había llegado a un atasco. Por eso, los que participamos activamente de esas protestas recordaremos siempre el estallido del coronavirus como una suspensión temporaria. En relación con la “política de las pandemias”, la situación de Hong Kong es bastante peculiar. Desde mediados de enero de 2020 muchos de nosotros sentimos cierta desesperación porque las protestas se han interrumpido. El brote de 2020 siempre se recordará, por, sobre todo, como una pausa de los violentos choques entre la policía (y el gobierno) y el pueblo.
¿Cómo cree que la pandemia transformará el mundo? ¿Qué consecuencias ve en el largo plazo?
Tal vez yo sea algo pesimista comparado con mucha gente que ahora está prediciendo que después de la crisis serán inevitables los cambios en el sistema. Me inclino a pensar que están surgiendo fuerzas poderosas para reanudar la “normalidad”. Por eso, en cierto modo, la crisis permanente se convertirá en una característica de nuestra época y la gente se acostumbrará a disrupciones constantes pero no tendrá la voluntad de reformar lo que vea como “normal”. Probablemente los debates poscrisis estarán dominados por la cuestión de cómo nos acostumbraremos a las grandes disrupciones.
Particularmente, tiendo a especular sobre las consecuencias de largo plazo en dos ámbitos. En primer lugar, se está produciendo la desintegración y reforma de la educación superior, que ya era previsible. Sin embargo, es difícil decir qué dirección que tomará esto a largo plazo. En la década pasadas muchas universidades se volvieron hacia la enseñanza online, y ahora, tal vez más que nunca, estamos revalorizando la modalidad de educación presencial. Yo espero que en la época pospandemia podamos volver a la enseñanza y el aprendizaje presenciales y reafirmar su valor irremplazable.
En segundo lugar, la hegemonía del régimen autoritario chino por fin se enfrenta a algo que significa un desafío para su incesante aumento de poder de la última década. En todo el mundo la gente recordará que el encubrimiento y la censura del gobierno de China fueron los factores fundamentales que llevaron a una pandemia global. El plan neoimperialista One Belt, One Road, definitivamente deberá ser replanteado.
¿Qué le da esperanzas?
Desde comienzos de 2020, Taiwán me da mucha esperanza. La sociedad civil y el gobierno taiwanés, con Tsai Ing-Wen a la cabeza, la presidenta reelegida por el pueblo en enero, están demostrando al mundo cómo puede darse una comunidad humanista y civilizada en tiempos turbulentos. Los ciudadanos están combatiendo el corona virus de modo sereno y con un gran sentido de comunidad, y constantemente se articula en la sociedad una perspectiva de dignidad para todos.
De igual modo, la primera ministra Jacinda Ardern está demostrando tener un carisma y una visión excepcionales, no sólo por sus medidas en relación con la salud pública sino también por el modo en que el país se fue recuperando de la masacre ocurrida en una mezquita el año pasado.
Estas sociedades, que exhiben un liderazgo admiran y virtudes cívicas, me están dando esperanza porque muestran la posibilidad de unión y solidaridad en tiempos de crisis.