Wellington
Paul Diamond, Autor
De Paul Diamond
¿Qué podría simbolizar para usted su situación actual o la de su país?
El libro Companion Guide to Berlin, de Brian Ladd, un objeto al que me aferro. Volví a Nueva Zelanda el 23 de marzo, interrumpiendo casi por la mitad una residencia de escritura en Berlín de once meses. Lo que define a Berlín son el cambio y la renovación constantes, el pasado se reescribe de modo permanente. Las guías de viaje se concentran por lo general en lo que el visitante puede ver ahora, mientras el libro de Ladd abre historias en el paisaje urbano. Aunque estoy en Wellington, puedo explorar Berlín y mantenerme conectado hasta que vuelva.
¿Cómo cree que la pandemia transformará el mundo? ¿Qué consecuencias ve en el largo plazo?
Las ideas en torno a la globalización que se volvieron un lugar común en mi vida cotidiana cambiarán, especialmente en Nueva Zelanda, donde para viajar al mundo debemos hacer largos trayectos. La pandemia parece una versión de lo que nuestros ancestros vivieron en la Segunda Guerra Mundial, una experiencia diferente y después de la cual la vida no fue la misma. El grado tecnológico en el que estamos interconectados nos da opciones, pero siempre debemos preguntarnos si nosotros usamos la tecnología o si es al revés, especialmente cuando es “gratis y libre”.
Vivir en Alemania me hizo apreciar el domingo como día de descanso, tal como era antes aquí. Después de un mes de descanso obligado del consumismo, ¿seguirán haciendo los neozelandeses las cosas que hacían cuando no podían hacer compras? En un sentido más amplio, la pandemia nos obligará a repensar toda la base de nuestra economía. Por ejemplo, pasará algún tiempo antes de que se recupere el turismo internacional, pero ¿qué otra cosa puede surgir en su lugar? Siempre pienso que el comentario de Helena Christensen sobre Dinamarca (“Somos un país pequeño pero hacemos cosas buenas”) podría aplicarse a Nueva Zelanda. El potencial de nuestro país es enorme, especialmente si podemos trabajar en colaboración con los maoríes, que controlan importantes recursos, incluyendo tierras y bosques, pero tienen una tasa de desempleo mucho mayor que los no maoríes. Me gustaría ver que de esta situación salen nuevas oportunidades para la juventud maorí.
¿Qué le da esperanza?
En la escuela secundaria, en los años ochenta, mi primera profesora de alemán me habló sobre su visita al campo de concentración de Dachau. La naturaleza humana, argumentó ella, no había mejorado ni un ápice desde entonces. En mis días pesimistas puedo entender qué quiso decir, y me da miedo que la situación por la que estamos pasando termine resultando en que las cosas sean peores para la mayoría de nosotros. Pero entonces recuerdo la advertencia de George Monbiot de no vivir la vida con miedo y siento curiosidad por el potencial creativo en medio de la pandemia. Mi esperanza es que la gente debata más sobre el tipo de mundo en que quiere vivir y reconsidere sus valores. Por ejemplo, no es suficiente aplaudir a los trabajadores de la salud. Lo que necesitamos es compromiso y elegir gente que crea en la salud para todos. La crisis ha puesto de manifiesto nuestra interdependencia y, espero, señalado un cambio que nos aleje de las ideas hegemónicas del neoliberalismo y el individualismo. Espero que podamos probarle a mi profesora de alemán que estaba equivocada.
¿Cuál es su estrategia personal para lidiar con la crisis?
Aprender un idioma es otra forma de estar conectado. Mi Langenscheidt Deutsch als Fremdsprache Sprachkalender vino conmigo desde Berlín como un recordatorio diario para seguir ejercitándome.
Berlín me hizo un ciclista urbano y aquí, en el autoaislamiento, andar en bicicleta todos los días me ayuda a calmar la ansiedad. También camino, me hago tiempo para escuchar podcasts. Mi distracción favorita actual: el podcast Dolly Parton’s America.