Dominik Graf
“No soy ningún moralista”
De Morlock pasando por Eine Stadt wird erpresst (Una ciudad es extorsionada) hasta Reise nach Weimar (Viaje a Weimar): Dominik Graf habla del papel de la Reunificación Alemana en algunas de sus películas. Entrevista con el director alemán realizada por Marco Abel mediante correo electrónico.
De Marco Abel
“Morlock: Die Verflechtung” (“Morlock: El entramado”) (1993) fue no solamente una de las primeras películas documentales alemanas (para la televisión) que hacían de la Reunificación Alemana su tema central, sino también una de las películas ficcionales pioneras en este tema llevadas a cabo por realizadores de cine socializados en Alemania Occidental, tomando como base el libro de Rolf Basedow, un autor socializado igualmente en la RFA. ¿Cuál era su deseo al filmar esta película, por así decirlo, en la mitad de una afirmadora ola cultural del deshago en la que el país reunificado se extasiaba en ese momento?
Había una escena en el tratamiento original de Basedow en la que el asesor de empresas Morlock (Götz George) quiere hablar en el otoño de 1992 con el alcalde de un pequeño lugar en la cercanía de Leipzig. Sin embargo, éste no se encuentra en su alcaldía, en su lugar Morlock encuentra a la hija muy moza detrás de la casa cuando ésta golpea el muro del edificio con un látigo. El cuadro era claro: Estaba ensayando para un empleo en un club de sexo recién establecido. La escena fue desechada porque no se podía ofender a “los hermanos y hermanas en el Este” (definición del Oeste de la posguerra). No era sin embargo una ofensa. Era la realidad que Basedow había anotado. Mientras buscábamos en el verano de 1992 en la llanura de Leipzig motivos para la película Morlock y entre ellos también la posibilidad de confrontarla en abrigo casimir con trabajadores a la entrada de una fábrica, hallamos la disposición. Cuando volvimos en otoño y filmamos ya no quería ningún consejo administrativo dejar entrar a una gran estrella del oeste de Alemania a las áreas de la empresa. El cuadro nunca filmado lo he revivido entonces de nuevo 20 años después en mi película sobre el Premio Grimme Es werde Stadt: 50 Jahre Grimme-Preis in Marl (2014) como película de dibujos animados.
Y no obstante se decidió a hacer la película: Un hecho que quizás apunta a que experimentó un cierto “impulso” de realizar la película, aun cuando la visión original no era realizable.
La película fue una masacre del guion, como en Die Sieger (Los vencedores, 1994). Los coproductores italianos telegrafiaban sin cesar a la Bavaria: “we want more Outdoor-Action!” (“¡queremos más acción al aire libre!); la Radiodifusora del Oeste Alemán (WDR) estaba dudosa debido a los miramientos de la RDA; Rolf abandonó el trabajo de último momento; otros autores fueron enviados al campo, pero entonces su trabajo fue descartado de nuevo en gran parte y lo que quedó es al final en un 85 porciento puro trabajo de Basedow. Yo incluso había suspendido la película una vez, pero Günter Rohrbach me trajo de vuelta, y supondría más tarde, que la había hecho a fin de cuentas solamente por una escena en particular: Cuando Stefan Reck, el secuaz de Morlock, debe obtener hábilmente información de la secretaria de la compañía que había sido despedida. Esta escena estaba escrita de forma absolutamente grandiosa, se trataba de algo así como una conquista occidental erótica en el este alemán, la cual no obstante se vuelve finalmente en contra del occidental, ya que éste este ha sido engañado: La secretaría le ha proporcionado documentos falsos. He puesto mucho esfuerzo en esta escena y la sigo amando todavía ahora. Aunque la película ha sido para mí como guion completo de Basedow un enorme estímulo: Sólo él narra de esta manera única los paisajes, seres humanos, y el destructivo remolino fiduciario.
Dominik Graf y Marco Abel en la sala de prensa de la presentación de Graf en el festival de cine moving history en septiembre de 2019
| © moving history – Foto: Juergen Keiper
„Eine Stadt wird erpresst“ (2006), filmada en la antesala del “Sueño de verano”de la Copa Mundial de Fútbol y basada de nuevo en un libro de Basedow, vuelve otra vez al área de Leipzig. La película retoma el motivo de la película de “Morlock” pero parece ser más sombría en su actitud narrativa con respecto a la Reunificación. En “Morlock” hay por lo menos un, aunque también muy calificado, final feliz. Por el contrario, en “Eine Stadt wird erpresst” el final feliz se puede vislumbrar únicamente en la radical negación que reúne al cabo a protagonista con antagonista. Como en la grandiosa película del cine negro tardío “Kiss Me Deadly” (1955), todo vuela en el aire, aunque de manera menos espectacular en su película: La mortal granada de mano sólo estalla así justo fuera de cámara, pero no obstante es palpable la consecuencia catastrófica de lo que el comisario Kalinke ya había dicho – “Todo el país se ha ido al traste“.
En esta película se abalanzan 15 años después los reunificados unos sobre otros entre sí porque la traición, perpetrada contra los habitantes del Este en 1990, quedará impune. Considero la amargura en películas políticas del estilo de Aldrich, Stone, Yves Boisset (¡quien también llevó a escena un Morlock!) por lo general más bien consoladoras, ya que con estos grandes directores se puede ver y sentir: No está uno solo con sus sentimientos ante el estado catastrófico de las cosas.
La condición de “no estar solo” es un tema central en la película y es denotada como “solidaridad”, el cual no es un concepto completamente neutral. Este concepto es lo que la película cuestiona como idea y como sentimiento, lo que enmaraña y al final afirma. Es la solidaridad a la que se aferran los traicionados, como algo que los “Wessies” no les pueden quitar. Es algo que es importante aún del lado de la policía y es socavado por el ambicioso fiscal. Y es finalmente lo que une de forma multidimensional a los dos adversarios: Aunque Naumann acusa primeramente a Kalinke de haberse comportado con él de una manera “no solidaria” en los tiempos previos a la Reunificación, al final experimenta no obstante que Kalinke es su imagen reflejada. O que hay una conexión “afectiva” más profunda que las diferencias que los separan en la Alemania después de la Reunificación. En resumen: Me parece que la forma en como trata esta película el tema de la solidaridad es una de las principales diferencias con respecto a “Morlock”.
Eine Stadt wird erpresst es por así decirlo una lucha de “los pobres de Gralwitz” contra el poder transformado en la nueva RFA. Kalinke tiene que hacer averiguaciones en contra de ella. Ocasionalmente está de su lado, pero entonces es alcanzado por un viejo enmascaramiento de la Stasi encarnado por Naumann. “El Estado toma siempre lo que quiere”, dice uno de los habitantes de Gralwitz, aquello se escucha casi como si se estuviera en el siglo XVIII. El Estado como señor feudal contra el que hay que lanzarse en una campaña. Y en el medio son aplastados los individuos indecisos como Kalinke. Creo que el humor y la ironía de Basedow funcionan aquí en parte como vínculos. También las disputas con el fiscal superior occidental son amargas, pero no carentes de gracia.
„Eine Reise nach Weimar“ (1996), basado en el libro de Johannes Reben, es una comedia romántica que no obstante observa más bien de forma irreconciliable la Reunificación: Puesto que la película al fin y al cabo neutraliza la amargura del protagonista socializado en el este en un solo giro de la trama, que casi se pierde en lo fabuloso, en un final feliz sólo en apariencia de cara positiva. Sólo en apariencia, ya que el sexo fuera de cámara de los dos al final – mientras los manipuladores mayores en edad, bienintencionados y paneuropeos, quienes reúnen a nuestros dos “héroes” contra todo riesgo, escuchan con deleite el movimiento en la otra habitación – viene totalmente a colación como algo absurdo. Como si dijera: No puede haber un final feliz en la vida incorrecta, pero si ustedes necesitan a fuerza un final feliz, pues ahí lo tienen. ¿Qué le ha impulsado a hacer esta película, sobre todo con miras al tema “Reunificación” que está en el centro de la película?
Desde Morlock yo estaba contagiado por el este alemán. Percibía lugares, paisajes, personas no sólo como una dimensión política, sino también como una medida estética. Es decir, la arquitectura, el estilo de vida y el lenguaje de la RDA se volvieron para mí cada vez más familiares y comprensibles. Los percibía en los 90 como más honestos que en el oeste. Las renovaciones y reestructuraciones afanosas se me hacían como un blanqueamiento, como una falsedad.
Lo cual sí tematiza usted también en su cortometraje “Den Weg, den wir nicht zusammen gehen“ (El camino que no recorremos juntos) (2009), una contribución para “Deutschland 09” (“Alemania 09”). Pero insisto nuevamente: ¿Considerar al este y a sus habitantes como más honestos – podría decirse también: como “más auténticos”? – podría entenderse también como una forma de “orientalización” del este. Como director que reflexiona en extremo es seguramente consciente de este “peligro”. ¿Cómo ha intentado maniobrar en el sentido cinematográfico y narrativo – a efectos de mantener la narración – contra tal posibilidad latente?
Por supuesto que Basedow fue aquí en todo también finalmente la fuerza impulsora para en general familiarizarme con el este alemán. Él ha trabajado por muchos años como montajista de mis películas (por ejemplo en Treffer, de 1984), también venía de la HFF de Múnich (Escuela de Cine y Televisión – Observación de la redacción) como yo, y de pronto en los 80 comenzó a escribir libretos sensacionales. Su primer trabajo como autor fue un capítulo conjunto de Fahnder (Investigador) de 1990: Bis ans Ende der Nacht (Hasta el fin de la noche). La autenticidad de sus investigaciones sobre la policía y la sociedad en el este alemán las usaba, por así decirlo, para entonces de ahí dejar surgir poesía. Creo que nosotros los occidentales nacidos en la generación de los años 50 no teníamos en gran parte hasta la Reunificación ninguna idea de la RDA. Lo que nos da sin embargo también otra mirada a la RDA – a su anterior presente y a su vida posterior. Por supuesto que veo la extracción de carbón (del cual se pone eminentemente en antecedentes tanto en Morlock como en Eine Stadt wird erpresst – Observación de Marco Abel) como una explotación voraz y descontrolada de la naturaleza, pero no puedo negar su dimensión estética. Los paisajes lunares y las enormes excavadoras también fueron imágenes simbólicas de lo que les había ocurrido a las personas por medio de los sistemas – tanto del este como del capitalismo occidental. Y más aún: Existe una belleza fascinante de esta destrucción.
¿Cómo vería las tres películas en una relación entre ellas?
Tal vez tenemos que añadir la película Der Rote Kakadu (La cacatúa roja, 2006). Una película, concebida por Michael Klier, en la que la RDA antes de la construcción del Muro todavía tenía una oportunidad real de ser, también para la juventud, la “mejor Alemania”. Creo que la rivalidad ideológica es fructífera, positiva. El capitalismo asfixia al mundo y necesita urgentemente un oponente fuerte. Pero pues con los de la izquierda sucede que siempre han reñido, en lugar de acabar con la oposición política. Tal vez conseguirán de nuevo una oportunidad de luchar. La pelea por la mejor forma de vida y de sociedad debe permanecer en equilibrio, ninguno tiene que vencer.
“Der Rote Kakadu” trata acerca de un momento de la transición: Del momento en el que aún había esperanza, encarnada en el entusiasmo de la juventud – si no por la misma RDA, entonces por la posibilidad de otra mejor vida (tanto en el este como en el oeste) – al momento de la “caída”, al final del amor o de la experiencia de que después de la división (Siggi logra huir al oeste, Luise no) queda únicamente el recuerdo del amor y la esperanza. Esta esperanza, y su destrucción real, aparece en breves pero intensos momentos también en “Reise nach Weimar”, “Eine Stadt wird erpresst”, y en “Morlock” en la figura del incorruptible trabajador que ayuda a Morlock a ventilar el criminal secreto. Esa sería una importante recurrencia que se extiende por todas las cuatro películas.
Sí, si se quiere resumir de esa manera, entonces es la historia del este y oeste una sola sucesión de mentiras, fraudes y corrupción, explotación recíproca y manejos en común. Posteriormente cabrá tal vez celebrar a los pocos honestos de la RDA. Este país, el cual existía en los ideales de estos honestos, merece por así decirlo todavía ser celebrado como un sueño, y de este sueño forma parte también la solidaridad de una comunidad. Había razones por las que la RDA quería considerarse la “mejor” Alemania. Pero a la larga ha funcionado tan poco como en todas las demás situaciones históricas de la lucha entera de izquierda-derecha en los últimos 150 años. La RDA ha tomado el mismo camino que la desastrosa derrota de los combatientes anarquistas socialistas en la Guerra Civil Española: Ha sido pisoteada por burócratas y potentados.
Al ver estas cuatro películas – pero también “Die Sieger” (“Los vencedores”) (1994), “Im Angesicht des Verbrechens” (“Ante el crimen”) (2017), las cuales tematizan de forma implícita también los efectos de la Reunificación y de forma explícita la situación de la República de Berlín – no se puede evitar la sensación de que: Usted fue y es un gran aficionado de lo que ocurrió en 1990 (y después).
La Reunificación fue en mi forma de ver una declaración moral de la bancarrota de Estado de la República Federal de Alemania, la cual a pesar de su histeria por la RAF (Fracción del Ejército Rojo) y a pesar de los megacorruptos años 80 bajo el canciller Kohl, antes podía aceptar todavía más o menos como mi patria. Desde la Reunificación desprecio esta patria profundamente. Sin embargo aprecio a las personas que fueron lastimadas, que fueron víctimas. Para ellas – y para mí – son estas películas.
Dominik Graf y Marco Abel en una ronda de discusión en el Festival de Cine moving history en septiembre de 2019
| © moving history – Foto: Juergen Keiper
Nací en 1969 en la RFA, crecí en los años 80 del canciller Kohl (con recuerdos del Otoño alemán, el voto de censura, y por este motivo también de alguna manera con el sentimiento de que había algo en la RFA por lo que valía la pena luchar). La Reunificación me ha dejado más bien frío. Mi sensación, que no me ha dejado hasta hoy, es que se ha perdido un país – mi país, aun cuando veía a la RFA más bien con distancia emocional, la cual seguramente venía de la educación escolar pos-1968. No sé si hay películas para este sentimiento, esta experiencia, que sean tanto reflejo de su representación de los alemanes del este traicionados como también reflejo de la narrativa de los vencedores de la historia, quienes presentan sin reflexionar a la Reunificación como una especie de redención del pueblo alemán.
¿No se cuenta eso a la vez un poco en Angesicht des Verbrechens, de Berlín y Brandemburgo después de la Reunificación? ¿En donde en los 90 alcaldes alemanes del este tenían asuntos comunes con ex acaudalados de la RDA, quienes por su lado pactaban con la mafia rusa? El ejército ruso se ha retirado, a los mafiosos ucranianos les dieron la bienvenida poco después los gobernantes de la RFA quienes (tal vez) no sospechaban nada.
¿Y en qué precipicios de la alguna vez zona de la periferia ha desaparecido en 2001 la pobre Peggy Knobloch de 9 años en Das unsichtbare Mädchen (La muchacha invisible, 2011)?
Y cuando en mi contribución para Dreileben – Komm mir nicht nach (Tres vidas – no me sigas) (2011) se encuentran occidentales en una costosa mansión renovada de Turingia: Esas son todas historias de la post-Reunificación. No soy ningún moralista, como llama Kästner a su álter ego “Fabian” (la próxima película de Graf Fabian – Der Gang vor die Hunde hará un retrato de él en 2020 – Observación de Marco Abel); esa es para mí una posición sin oportunidades. Sólo observo con ayuda y a través de la mirada del telescopio de buenos autores de guion las estructuras de los estragos de los que soy testigo.
Sí, eso es evidente. Pero creo que hay una experiencia “occidental” de la Reunificación que sin tener que ver con el este, tiene algo de pérdida y confusión. La pérdida del propio país (sin importar la postura que uno tenga hacia él); la confusión de vivir de pronto en algún otro país, ser ciudadano de un país de cierta forma extranjero, sin que se le haya preguntado a uno si también lo deseaba así. Ése sería realmente un tema que tendría un papel en el oeste: Justamente dentro del grupo de personas, de la izquierda del post-1968 en espera de Lafontaine – el cual, como haya sido, sí se pronunció quijotescamente en contra de una unificación directa pero a favor del pago de reparaciones – y que después fueron confrontados con el hecho de que ustedes, comoquiera que sea problemático biotopo del oeste, habían desaparecido de un día para otro. ¿Cómo tratar con eso: emocional, psicológicamente, y así sucesivamente? Es a lo que me refería con “reflejo” a la experiencia de los alemanes del este: Como occidental se siente uno (aunque por supuesto con mucho no todos) también de alguna manera traicionado, aunque uno era a) culpable por asociación (el oeste explota al este, y como occidental se podría escapar de la implicación propia, ya que era estructural, igual de poco que los americanos liberales blancos de la izquierda pueden escapar del hecho de que son parte de una línea genealógica que ha cometido el genocidio de los indios americanos y esclavizado africanos); b) relativamente privilegiado, seguramente en lo económico y c) desconocido o simplemente ignorado. De alguna manera sí es tal vez absurdo decir que la Reunificación condujo a que perdiéramos nuestro propio país…
Sí, eso es correcto. Nos han robado Alemania Occidental. Eso me parece también interesante. Quizá viene de ahí también de manera subliminal mi identificación con los del este, a quienes también se les robó. Estos dos Estados tienen mucha mas identidad de la que la política y el mainstream cultural les quieren conceder. Berlín Occidental es tal vez el ejemplo más extremo. Un constructo subsidiado sobre el que gente como Oskar Röhler no se cansa de hablar mal – lo tengo en la memoria de otra manera. Acogedor, sí. Pero también terriblemente duro: guerrillas urbanas, RAF, drogas, desiertos de escombros en Kottbuser Tor, en los que los americanos ensayaban guerrillas urbanas… Yo lo amaba.
autor
Marco Abel es profesor de Filología Inglesa y Estudios Cinematográficos. Presidente de la facultad inglesa en la Universidad de Nebraska. Actualmente becario del Dr. Abel Dirk-Ippen en la American Academy en Berlín y ha publicado numerosos artículos sobre el cine alemán después de la Reunificación. Entre ellos The Counter-Cinema of the Berlin School (Camden House, 2013), el cual recibió el premio del DAAD como mejor libro del 2014; Im Angesicht des Fernsehens: Der Filmemacher Dominik Graf (De cara al televisor: El realizador cinematográfico Dominik Graf) (text + kritik, 2012), como coeditor; y la primera introducción de habla inglesa al trabajo del Sr. Graf: „I Build a Jigsaw Puzzle of a Dream-Germany’: An Interview with German Filmmaker Dominik Graf” (Senses of Cinema 55, 2010). Más información sobre el trabajo del Dr. Abel la encontrará en su página web: www.marcoabel.com.