Territorios sensibles
[In]fluir: Para crear formas nuevas de la existencia
¿Podrá el arte ayudar a construir un mundo con justicia social y ecológica? En este ensayo visual, Walmeri Ribeiro escribe sobre el extractivismo desenfrenado, la explotación y la relación entre nuestro cuerpo y la naturaleza.
De Walmeri Ribeiro
La concepción moderna de la sociedad está basada en la colonización, el extractivismo y la explotación. Eso ha provocado la total enajenación de nuestros cuerpos de los territorios habitados. Hablar de la contaminación de ríos y mares significa reconocer que se trata de un problema político, económico y social, basado en la opresión. Está basado en la enfermedad y en la lenta ruina tanto de nuestros cuerpos humanos como de los no humanos que conforman los territorios en los que vivimos.
Comprender que formamos parte de un ecosistema integral puede hacer que nos alejemos de nuestro estilo de vida. Ese es un cambio de paradigma urgente, pues "seguir adelante no significa simplemente seguir como antes, sino romper con lo acostumbrado" (Bruno Latour).
Romper con lo acostumbrado significa, por un lado, alejarnos de los conceptos y prácticas colonialistas de la explotación y la expropiación que subyacen en nuestra sociedad y que nos convierten en una sociedad de consumo, de desecho y de dependencia de los materiales. Por otro lado, significa comprender que esas "fórmulas de una 'civilización' enferma aturden todos los órganos sensoriales importantes para la vida y producen cuerpos insensibles y acostumbrados a la violencia que, por su parte, es potencialmente interminable" (Horacio Machado Aráoz).
Las ruinas del Antropoceno
Superar eso también significa tratar y comprender nuestros cuerpos como territorios. Eso significa construir espacios de empatía que hagan permeables, penetrables y sensibles esos cuerpos-territorios, que estén abiertos a los encuentros y al intercambio entre las personas y otros seres vivos. Así podemos abrir nuevas formas de existencia y de coexistencia.Pues bien, como desde hace algunos años estoy activa en terrenos asolados, me planteo la pregunta de qué puede hacer el arte para restaurar esa sensibilidad del cuerpo. Es una pregunta que me inquieta como artista, como investigadora y como mujer latinoamericana.
¿Qué poder tiene el arte para construir un mundo con justicia social y ecológica? ¿Cómo puede pasar a primer plano la eficacia de nuestro cuerpo para crear nuevos modelos de convivencia, más sistémicos que los antiguos? ¿Cómo podemos convertir los cuerpos insensibles en cuerpos sensibles, en poderes sensibles que tengan la oportunidad de crear nuevos estilos de vida entre las ruinas del antropoceno? Esas posibilidades fueron lo que busqué en el proyecto "Territórios Sensíveis" (Territorios sensibles). Organicé intervenciones artísticas con sociedades que viven en territorios completamente asolados: explotados, sofocados y en ruinas. O, como prefiero decir parafraseando a Eduardo Galeano: quienes (sobre)viven en las venas abiertas del Antropoceno.
En este ensayo les comparto dos experiencias artísticas actuales:
Un clavado en el agua contaminada de Guanabara: ¿Cómo (sobre)vivir con el proyecto destructor de la política petrolífera?
En el entorno idílico de la bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, Brasil, te enfrentas directamente con un proceso destructivo. Ir ahí significa comprender con el propio cuerpo y el aparato sensorial entero qué significa lo que llamamos Antropoceno. La bahía, con sus 412 km2 de extensión y una cuenca hidrográfica de unos 4,000 km2, abarca 16 distritos y dos islas, y está habitada por 8.6 millones de personas. La extracción de gas y petróleo, junto con todo su sistema consiguiente —buques petroleros, refinerías, puertos, astilleros, refinerías de petróleo y gas, y más de 6 mil empresas industriales activas— es responsable de la asfixia y la lenta ruina del territorio de la bahía.Confrontar esa realidad me plantea una pregunta: ¿Cómo encontrar indicios de vida, resistencia y resiliencia en medio de la destrucción?
En la aldea de pescadores Z-10, que tiene siglos de existencia, descubrí una fuerza necesaria para la lucha diaria por la supervivencia. Juntos, yo y los pescadores jóvenes y viejos de la colonia, sus habitantes, artistas y combatientes preparamos actividades que nos unieran. Una búsqueda de posibilidades de intercambio de cuerpos y territorios, y el despertar de sueños y mundos imaginados.
Actuar significa hundirse en uno mismo, en las propias costumbres y estilo de vida. Sin embargo, actuar también significa trabajar en equipo y fortalecer la comunidad por medio de sueños e ideas en común. Para despertar cuerpos insensibilizados y embrutecidos por un sistema hegemónico se requieren iniciativas que nos permitan pensar, sentir y soñar... y crear oportunidades.
Así, en la relación entre el arte, la pesca y la vida, encontramos juntos una manera de empujar sueños e ideas y de unir nuestros cuerpos-territorios con los cuerpos-territorios que habitamos y que nos habitan.
Escombros. ¡No tocar! Está en mí, en nosotros...
Latinoamérica, conocida desde hace 500 años por "su" riqueza en materias primas, es aplastada y explotada por las industrias extractivistas: hierro, carbón, bauxita, cobre, oro, petróleo, gas, etc.¿Qué nos queda en nombre del progreso? Pobreza. Contaminación. Montañas y montañas de desechos que contaminan a diario los suelos, los ríos, los mantos acuíferos, el aire y el mar. La destrucción es irreparable. Se mete en nuestros cuerpos enfermos por la contaminación y un contexto sistémico y neoliberal.
En la cuenca hidrográfica del río Urussanga, en el estado de Santa Catarina, en el sur de Brasil, los ríos están completamente muertos, asfixiados por el azufre, el mercurio y los sulfatos provenientes de montañas de desechos de las minas. Son imágenes en las que sobrevive la minería del siglo xx. Las antiguas minas abandonadas siguen envenenando su entorno. En las zonas habitadas, los ríos, pintados de naranja por la oxidación de la pirita, se convirtieron en desagües y vertederos.
La sociedad del siglo XXI le da la espalda al río y a todo lo que llamamos "naturaleza".
No hay advertencias: "¡Cuidado! ¡No tocar!". La contaminación constante está en mi interior, en el de todos. Está en nuestros cuerpos-territorios.
Entonces ¿qué hacemos? De nuevo entramos en las venas y huellas del Antropoceno.
Ver. Sentir. Escuchar. Reunir las fuerzas y dejar sonar las voces silenciadas, asfixiadas por un sistema colonial y colonizador. Actuar individual y colectivamente contra un sistema y (re)sensibilizar y liberar nuestros cuerpos-territorios para proteger los cuerpos-territorios que amamos.