Cómo podemos guiar nuestra clase de forma exitosa mediante la utilización del lenguaje: consejos para una aplicación eficiente del lenguaje y tres rasgos de instrucciones eficaces en el aula.
El lenguaje verbal es junto al corporal (no verbal) uno de los más importantes instrumentos de los cuales disponen los docentes para guiar la clase, semantizar vocablos, explicar estructuras y, especialmente, para anunciar a los estudiantes cómo, con quién y por cuánto tiempo se debe hacer algo durante la clase.
No solo el tono hace a la música –a lo que debemos atender al hablar…
El lenguaje funciona en dos planos, complementarios entre sí, para transmitir información con eficacia. El plano paraverbal (físico), esto es, volumen y tono de voz, tempo de elocución y el modo de expresión; y el plano respectivo al contenido, es decir, la selección de palabras, su disposición y la intención. Estos planos se encuentran en una interacción coordinada por el hablante (de cierto modo inconsciente de ello). Cuando, por ejemplo, se atiende a la entonación o a la prosodia, lexical y oracional, entonces dicho plano físico (volumen, tonalidad y ritmo) aporta a que las palabras proferidas sean entendidas como el hablante lo pretende.
¿Cómo utilizo con acierto el volumen de voz y el tempo de elocución?
En relación a los rasgos físicos se puede asumir que el hablar demasiado bajo o alto conduce a una percepción negativa. Pues de ello resultará que sea inaudible, o percibido como descortés, incluso agresivo. Quien habla a prisa, con frecuencia no es entendido y puede parecer inseguro. Por otra parte el hablar lento puede parecer artificial y hacer que surja entre los estudiantes la impresión que el docente los infravalora, o bien, a su capacidad para comprender la lengua extranjera. Por tales motivos se recomienda a los docentes variar tanto el tempo de la elocución como el volumen a lo largo de la clase, sobre todo cuando se trata de resaltar algo y captar la atención de los estudiantes (cf. Heidemann 2009).
Empleando el lenguaje en función del receptor.
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Consejos para la selección lexical: ¡atender al propósito comunicativo!
Por lo que al apartado de contenido respecta, se deben entender primordialmente la función y el contexto de cada verbalización. ¿Formula el docente instrucciones oralmente? Entonces debe considerar que ellas tienen una clara función en el contexto de clase, y por ello pueden –o deben– ser formuladas distinto a verbalizaciones propias de una conversación cotidiana. El propósito en una indicación (Aufgabenstellung) no es dar pie a una conversación ni mantenerla, sino comunicar a los estudiantes tan clara y unívocamente como sea posible, cuáles actividades de clase deben afrontar y cómo deben hacerlo. Se trata entonces de indicaciones concretas.
Se pueden adscribir rasgos concretos a las indicaciones, mismos que ayudan en clase a formular las instrucciones con precisión y eficacia.
Tres rasgos de instrucciones bien logradas
Nos comunicamos mejor con los estudiantes cuando damos cumplimiento a los siguientes principios básicos. Instrucciones bien logradas son:
- Sucintas: aquí es valedera la regla “a mayor brevedad, mejor será”. Por tal motivo es que exordios tales como “Ahora quiero que ustedes…” («Jetzt möchte ich, dass ihr...») o “Pues bien, quisiera pedirles…” («Nun würde ich euch gern darum bitten, ...»), son innecesarios y contraproducentes incluso. Hay quienes podrían aquí argumentar que dichas verbalizaciones pertenecen a la lengua misma, que son cortesías y que pueden servir de ejemplo (input) en clase –de cómo es que alguien pide algo. Sin embargo, no se debe olvidar que a mayor complejidad y extensión, mayores problemáticas supondrá al escucha el desciframiento; dado que cada información debe ser procesada. Tan sólo una estructura de una oración subordinada, con verbo(s) al final, puede contribuir a que el procesamiento de tal verbalización sea ralentizado.
- Ad hoc al grupo: suponiendo que la lengua meta es también la lengua utilizada en clase y que la indicación acontece en dicha lengua, la selección léxica juega un papel decisivo y debería basarse en el vocabulario receptivo de los estudiantes. En caso de no poder prescindir de una palabra desconocida, ésta tendrá que, ya sea estar acompañada de elementos no verbales (imágenes, símbolos, gesticulación o mímica), o ser aclarada antes de la indicación. En ello también es importante prestar atención no sólo al significado, sino también al registro; de modo que no se sea propenso a emplear palabras cuyas “equivalencias” sean similares en la lengua primera (u otras lenguas extranjeras) de los estudiantes, pero que los hablantes nativos rara vez, o nunca, utilizan en este contexto, como suele ser el caso con sinónimos del latín.
- Construidas con claridad: las indicaciones deben contener información que responda a preguntas tales como
¿qué?, ¿cómo? y ¿por cuánto tiempo?, a saber, ¿hasta qué momento? –¡preferentemente en este orden! Primero los estudiantes tienen que entender aquello que efectivamente deben hacer: leer o redactar un texto, subrayar palabras, relacionar palabras con imágenes, entre otras cosas. Después aclara el docente si han de trabajar solos o en grupo, y recién entonces los materiales (hojas de trabajo, recortes, etcétera) son repartidos (cf. Ziebell/Schmidjell 2012).
Pero importante es también conceder pausas y aguardar a realimentaciones de los estudiantes, y así garantizar que todo fue comprendido.
Referencias bibliográficas
- Heidermann, Rudolf (2009). Körpersprache im Unterricht, 9a. Edición, Editorial Quelle & Meyer, Kempten.
- Ziebell, B. & Schmidjell, A. (2012). «Unterrichtsbeobachtung und kollegiale Beratung NEU», Fernstudieneinheit, Langenscheidt, Vol. 32, Kassel/München.