Mitos conspirativos
“La situación no es para reírse”
El miedo a perder el control sobre sus vidas vuelve a las personas más susceptibles a ideologías conspirativas. La pandemia del coronavirus es un contexto ideal para que esto suceda. La politóloga y activista de red Katharina Nocun explica qué hacer cuando nos encontramos con adherentes a las teorías conspirativas.
En mayo de 2020 usted publicó con Pia Lamberty un libro titulado Fake Facts. Wie Verschwörungstheorien unser Denken bestimmen [Fake Facts. Cómo las teorías conspirativas determinan nuestro pensamiento]. Sin embargo, allí usted no habla de teorías conspirativas sino que usa los conceptos de “mitos conspirativos” o “ideologías”. ¿Por qué?
Las teorías son un concepto científico. Esto supone que apenas se demuestra que una teoría es falsa se la reemplaza por otra o se la modifica. Esto es justamente lo que no pasa con las ideologías conspirativas. En el caso de los mitos conspirativos, las personas piensan que hay un acuerdo secreto de individuos o grupos que ellos perciben como poderosos. Se les atribuye a los supuestos conjurados determinada competencia. Pero también puede tratarse de grupos postergados socialmente o excluidos, como en los pogromos antisemitas de la Edad Media. Lo importante es que a los conjurados se les endilga la intención malvada de querer causar daño a los demás.
Katharina Maria Nocun es una activista de la red y publicista. Tiene un blog en kattascha.de y dirige el podcast “Denkangebot”. En 2018 se publicó su primer libro "Die Daten, die ich rufen" (Los datos que llamé). Su libro "Fake Facts. Cómo las teorías de conspiración determinan nuestro pensamiento" fue publicado por Quadriga en 2020.
| Foto: © Miriam Juschkat
¿Cómo se sabe que no se trata efectivamente de una conjuración?
Las conjuraciones existen. En una democracia hay que observar muy bien qué hacen los servicios secretos y el gobierno, qué pasa en la política y en la economía. Lo decisivo es si yo tengo la pretensión de tener la verdad y puedo apoyar mi opinión con hechos, o si se trata de una ideología, una imagen del mundo cerrada. No es lo mismo debatir hipótesis que encerrarse en una creencia.
¿Cuándo las personas son más susceptibles a creer en las conjuraciones?
Si las personas tienen la sensación de que están perdiendo el control de sus vidas –por ejemplo, cuando se quedan sin empleo o se producen cambios políticos bruscos o incluso una pandemia global–, tienden a creer en mitos conspirativos. Hay estudios sobre el tema. El mito conspirativo puede ser una especie construcción auxiliar. No hace necesariamente que mi visión del mundo sea más positiva, pero sí me provoca la sensación de que hay una estructura, un plan y culpables claros a los que puedo nombrar.
¿Cuáles son las narrativas más frecuentes?
Muchos mitos conspirativos circulan en el campo médico. Cuando alguien afirma que las inyecciones son peligrosas, a menudo usa como principio explicativo el de la conjuración. Se afirma falsamente que hay una conjuración mundial de millones de médicos que se habrían puesto de acuerdo en causar daño al mundo. Ahí ya no se trata de datos, eso ya no tiene nada que ver con la realidad. Pero esto produce, entre otras consecuencias, que las personas desconfíen de los médicos y que aun ante enfermedades muy graves prefieran consultar al sanador milagroso. Estas posturas anticientíficas pueden tener un desenlace fatal.
¿Internet refuerza estas tendencias?
Un prejuicio corriente es que los relatos conspirativos han recibido un impulso principal gracias a Internet. Sin embargo, basta con recordar la Alemania de la época nazi: la mayoría de la población creyó el mito de la conspiración judía mundial, es decir un claro relato conspirativo antisemita. Y ese relato era la opinión del gobierno y se enseñaba en las escuelas. En el mundo digital, efectivamente, el fenómeno se hizo más visible y, por supuesto, esas narrativas aparecen y se difunden más rápido.
¿Cómo puede ser que semejante visión del mundo se vuelva para alguien realidad?
Los que creen en conspiraciones perciben el mundo de un modo diferentes. La mayoría de nosotros tiene una distorsión en favor de los especialistas: confiamos más en aquellos que consideramos expertos. Hay estudios que muestran que quienes creen en conspiraciones tienen una distorsión marcadamente más débil y que en un caso extremo tienen tanta confianza en el vecino como en un especialista reconocido en todo el mundo.
¿Cómo deberíamos reaccionar en la red ante esa creencia en conspiraciones?
En las redes sociales y los grupos de chat hay que rebatirla de inmediato. Ante declaraciones racistas y antisemitas habría que decir claramente “este es el límite”. Es muy importante porque se agita contra determinadas personas un odio que puede tener consecuencias graves. El silencio a menudo se interpreta como asentimiento.
¿A qué se refiere con “consecuencias graves”?
Muchos autores de los atentados de los últimos años –en Hanau, Halle, y también en Nueva Zelanda– creían en relatos conspirativos y con ellos justificaron sus asesinatos. Se ha mostrado que los mitos conspirativos son centrales para la movilización de la extrema derecha. Esto tiene que abordarse como un problema sistémico, hay que tomarlo en serio, los ideólogos de la conjuración calculan y convierten a determinadas personas en blancos. Los científicos reciben amenazas de muerte y esto lleva a que estén menos dispuestos a expresarse públicamente. Así no se logra un debate técnico y equilibrado.
¿Qué hacer cuando un amigo o una amiga expresa esas ideas?
La comprobación de los hechos puede ser de ayuda. Sobre el coronavirus hay muy buenos chequeos. También la conversación a solas es un recurso sensato y tal vez también la pregunta: “¿Cómo andan tus cosas?”. Está probado que la sensación de perder el control lleva a las personas a creer cosas que en otra situación no creerían.
¿Funciona hacer lo mismo con alguien que está totalmente convencido de una conjuración?
Es difícil conectarse con personas que ya están atrapados en ese mundo informativo paralelo y piensan, por ejemplo, que hay una conjuración mundial de científicos y de la prensa. Pues la verificación de los hechos viene justamente de esos actores que ellos consideran parte de la conjuración. Los especialistas aconsejan preguntar: “¿Lo has chequeado? ¿Por qué piensas que este medio es más serio que los otros?”, y así estimular al otro a cuestionar sus propias suposiciones. A menudo la creencia en una conjuración lleva a la creencia en otra conjuración y en determinado momento se tiene una visión del mundo cerrada y donde solo hay blanco y negro.
Aquí ya estaríamos en el nivel de las personas que usan para protegerse sombreros de papel de aluminio, lo que para algunos no deja de tener su componente divertido.
Sí, mucha gente considera gracioso el mito de las estelas químicas, que supuestamente no serían las estelas de gas condensado de aviones sino sustancias diseminadas para intoxicarnos. Pero ¿es gracioso que, porque sus padres creen algo así, un niño no pueda salir de su casa si se ve una estela en el cielo? Se vive en un miedo permanente. La gente siempre está dispuesta a oír relatos conspirativos chistosos. Pero cambia de actitud después de una conversación sobre el trasfondo y las consecuencias. Pues cuando uno investiga, se da cuenta de que la situación no es para reírse.
¿Dónde pueden encontrar ayuda quienes buscan consejo, sean los mismos afectados o sus parientes?
Actualmente muchos acuden a las consultorías que se ocupan de las sectas, pues muchas sectas difunden mitos conspirativos para que mantener sujetos a sus miembros. También quienes trabajan con el extremismo de derecha pueden aconsejar sobre estos temas. Pero hay muy pocos espacios y deberían tener más recursos. Se necesita más financiación para asociaciones que trabajen estos temas.
¿Qué deberían hacer las instituciones estatales?
Las escuelas deberían incluir el tema en los planes de estudio de modo sistemático. Tarde o temprano los jóvenes entran en contacto con narrativas conspirativas y deberían aprender a reconocerlas y abordarlas. También sería aconsejable una formación psicológica: si yo sé que soy susceptible a tal o cual situación, puedo agudizar mi percepción interior y esperar un día antes de compartir mis opiniones en el chat. Personalmente me gustaría que el estado diseñara un plan y una estrategia unitarios, y que dirigiera más dinero para la investigación.