Instrumentalización del miedo  Homofobia como estrategia electoral

 Foto: Pedro Hamdan

La ignorancia y los prejuicios hacen a las sociedades vulnerables frente a la manipulación política. En varios países latinoamericanos, ideólogos conservadores incitan temores frente la diversidad de género.

Fue en agosto de 2016: un día las redes sociales en Colombia amanecieron inundadas de mensajes en los que se decía que la entonces ministra de Educación, Gina Parody, pretendía “homosexualizar” a niños y niñas. Se difundieron ilustraciones con contenidos sexuales entre dos hombres, tomadas de un cómic del ilustrador belga Tom Bouden, a las que se les puso, engañosamente, el logo del Ministerio de Educación de Colombia para señalar que eran supuestamente parte del material pedagógico utilizado en los colegios con el objetivo de “imponer una ideología de género que busca la destrucción de la familia y la colonización homosexual”, como señalaban los mensajes.

También circuló una foto de la ministra Parody acompañada del siguiente texto: “Esta loca cree que por ser lesbiana tiene derecho a exigir que envíe a mis hijas a una institución donde puedan pervertir su moral contrariando la creación divina de un hombre y una mujer”. De nada sirvió que periodistas, voceros del Ministerio y activistas de derechos humanos explicaran que Parody estaba cumpliendo con una orden de la Corte Constitucional de Colombia, que le exigía al Ministerio revisar los manuales de convivencia de todos los colegios del país para garantizar que respetaran la orientación sexual y la identidad de género de sus estudiantes.

Se trató de una efectiva estrategia de desinformación dirigida a padres y madres de familia, creada y difundida por sectores de oposición al gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos y por líderes religiosos que condenan la diversidad sexual y de género por considerar que es influencia de demonios.

“Monarquía del miedo” con consecuencias políticas

La filósofa norteamericana Martha Nussbaum explica en su libro La monarquía del miedo, que muchas veces quienes buscan sumar a otras personas a su causa, suelen azuzar el miedo mediante tres estrategias: 1. Evidenciando que una supuesta amenaza afecta su supervivencia o bienestar. 2. Buscando que la gente piense que “eso grave que va a pasar” está muy cerca. 3. Logrando que la gente sienta que la situación estará tan descontrolada que no podrá protegerse por sí misma.

Así, en agosto de 2016 millones de personas se tomaron las calles de Colombia con carteles que decían cosas como “Prefiero un hijo muerto que marica”, evidenciando la eficacia de un discurso diseñado para despertar el miedo, una emoción que, según Nussbaum, se alimenta de la noción de un enemigo que simula no serlo. El peligro –en este caso la llamada “ideología de género”– acecha bajo una fachada de normalidad: la ministra Parody.

Lo sucedido con las llamadas “cartillas homosexualizadoras” del Ministerio de Educación alimentó una preocupación que sería aprovechada poco después por los grupos que hasta hoy se oponen al acuerdo de paz establecido entre el gobierno Santos y la entonces guerrilla de las FARC. El hecho de que este acuerdo reconocía la vulnerabilidad de las mujeres y de las personas LGBTI en el conflicto armado colombiano, llevó a políticos y líderes religiosos conservadores a señalar en iglesias, redes sociales y cadenas de WhatsApp que en realidad estos acuerdos buscaban imponer la “ideología de género”. Por esto, parte del triunfo del “No” en el plebiscito que se votó en Colombia el 2 de octubre de 2016 para que la ciudadanía expresara si aprobaba o no dichos acuerdos, se debe a la influencia de la poderosa estrategia conservadora en contra de la supuesta “ideología de género”.

Brasil no se queda atrás. El actual presidente Jair Bolsonaro dijo en una entrevista en 2011: “Yo sería incapaz de amar a un hijo homosexual. No voy a ser hipócrita: prefiero que un hijo mío se muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo”. Al ser cuestionado al respecto en 2018 durante la campaña electoral, Bolsonaro reafirmó su posición. De hecho, en WhatsApp se difundió la notica falsa de que su contendor, Fernando Haddad, quien había sido ministro de Educación durante el primer mandato de Dilma Rousseff, había distribuido en los colegios un “kit gay” para imponer la “ideología de género”. En realidad, eran unas piezas educativas que formaban parte del proyecto “Escuelas sin homofobia”.

El papel problemático de la religión

Algo similar sucedió en 2018 en Costa Rica después de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) emitiera una opinión consultiva en la que reconoce los derechos de las personas LGBTI. A inicios de aquel año, Fabricio Alvarado, cantante neopentecostal y en ese entonces aspirante a la presidencia de la República, realizó tres transmisiones en vivo desde Facebook, en las que invitó a desobedecer el mandato de la Corte IDH con un claro discurso contra las personas LGBTI. Poco después Alvarado se disparó en las encuestas y pasó a la segunda vuelta presidencial.

El miedo está en el corazón de las estrategias de la ola conservadora que amenaza la región. Martha Nussbaum señala en La monarquía del miedo que en esta emoción tan primitiva lo único importante somos cada uno. Para Nussbaum, el miedo es narcisista porque implica una conciencia del propio cuerpo y, como mucho, de las personas estrechamente conectadas con ese cuerpo, como los hijos. El yo se siente amenazado cuando otros –en este caso los ministerios de Educación– no hacen lo que esperamos –promover políticas de inclusión LGBTI–. De ahí que el miedo no sea una guía fiable para tomar decisiones cuando deben tenerse en cuenta los derechos de todas las personas.

En otros casos, se ha apelado a una mezcla entre miedo y repugnancia hacia las personas LGBTI. Para la muestra, las campañas de principios de los noventa en Estados Unidos contra la igualdad de derechos de los hombres gais que recurrieron a panfletos en los que, explica Nussbaum, se decía que comían excrementos y bebían sangre. “Esos casos implican asco pero no el que induce a evitar una cucaracha. Es un asco más peligroso: propicia una oposición a la igualdad de derechos o incluso motiva a que se produzcan crímenes de odio. Acá el miedo acude a un mecanismo protector adicional, el asco, que pone en peligro la igualdad. Pero también es una angustia ante lo nuevo. En momentos de cambio cultural, hay quienes necesitan trazar líneas de separación para oponerse a todo lo que se sale de los patrones previamente aceptados”, escribe Nussbaum.

A todo esto se suma que parte del movimiento evangélico-pentecostal, el más radical frente a la diversidad sexual y de género, considera que su tarea es evitar que las personas LGBTI avancen en igualdad. Por esto, desde los años ochenta, este movimiento se ha organizado para participar activamente en política electoral y llegar a cargos que les permitan oponerse a proyectos de ley y a políticas públicas relacionadas con la igualdad de las personas LGBTI. Está claro: el miedo al reconocimiento de la diversidad sexual y de género deja a las sociedades más vulnerables a la manipulación política.

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