Si Walter Gropius apostaba a la producción en serie de la obra arquitectónica, Oscar Niemeyer defendía una arquitectura de matriz autoral. Pero esto no impide que la Bauhaus y el Modernismo brasileño hayan tenido también sus semejanzas.
Pocos lo saben, pero la trayectoria del arquitecto alemán Walter Gropius (1883-1960) también fue marcada por los entredichos que tuvo con el brasileño Oscar Niemeyer (1907-2012). Todo comenzó en 1953, cuando Gropius viajó a Brasil como jurado del Premio de Arquitectura de la 2º Bienal de São Paulo, acompañado por el suizo Max Bill (1908-1994), ex-alumno de la Bauhaus y uno de los fundadores de la legendaria Escuela de Diseño de Ulm.En esa ocasión, Niemeyer invitó a Gropius a visitar la Casa das Canoas, en São Conrado, Río de Janeiro. Considerada uno de los ejemplares más significativos de la arquitectura moderna brasileña, la obra fue proyectada por Niemeyer en 1951 para funcionar como su vivienda privada. La construcción, con sus curvas, se adapta a los desniveles del terreno y permite que la vegetación prácticamente penetre en los interiores.
“Bonita, pero poco apropiada para la reproducción en serie”
Después de la visita, al despedirse, Gropius le habría comentado al anfitrión: “Su casa es bonita, pero poco apropiada para la producción en serie". Esto fue suficiente para provocar la indignación de Niemeyer: “La casa se hizo respetando las formas y la naturaleza del terreno, lo que por principio ya impide que se pueda reproducir en serie”, contestó. El arquitecto brasileño mencionó el episodio varias veces a lo largo de su vida, por ejemplo en la entrevista publicada en la revista Mais, del periódico Folha de São Paulo, en febrero de 1994, o en el testimonio que aparece en el documental La vida es un soplo (2007), dirigido por Fabiano Maciel.En varios momentos de la trayectoria de Niemeyer, el incidente volvería a emerger como combustible de sus divergencias con la arquitectura propuesta por la Bauhaus, considerada por él “el paraíso de la mediocridad” y cuyos proyectos repetitivos y monótonos eran la negación de la identidad en la edificación. “Niemeyer intentó recuperar la dimensión autoral que la arquitectura moderna buscaba desconstruir. El ejemplo es Brasilia que tiene una arquitectura de matriz eminentemente autoral”, resume Rodrigo Queiroz, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo.
“En líneas generales, es necesario comprender que la arquitectura difundida por la Bauhaus, y por su idealizador, Walter Gropius, parte de la condición del proyecto como un modelo a seguir y desdoblado a partir de la premisa de la racionalidad de la forma, negando cualquier desviación de orden autoral, justamente la condición que define e identifica la arquitectura de Oscar Niemeyer, conocida mundialmente por su inequívoca originalidad, característica opuesta al discurso y la simplicidad formal pregonada por la Bauhaus”, complementa Queiroz.
La Bauhaus, por el contrario, invertirá todas sus energías en otra dirección: la de las formas abstractas, geométricas, elementales y puras, como un cubo que puede ser reproducido fácilmente. “En Niemeyer, la abstracción es lírica: las cúpulas del Congreso Nacional, la Catedral de Brasilia se oponen a la abstracción constructiva de la Bauhaus”, reflexiona Queiroz.
Fuente de inspiración
Pero las diferencias manifestadas por Niemeyer no impiden identificar en su obra preceptos caros a la escuela alemana, incluso en Brasilia. El uso de la estructura metálica en el proceso constructivo, así como la implantación serial de los edificios de la Explanada de los Ministerios, el planeamiento urbano a partir de cero y la abstracción de la forma arquitectónica obedecen a ideas y bosquejos surgidos a partir de conceptos de la escuela alemana.En consecuencia, podemos decir que Niemeyer y la Bauhaus tenían mucho en común, sobre todo en el sentido de desencadenar procesos revolucionarios en el ámbito del planeamiento urbano, y en el quiebre con una lógica de matriz académica que debería ser superada por el proyecto moderno. En este sentido, Niemeyer y los arquitectos de la Bauhaus compartían una visión parecida del espacio y del futuro. “El ambiente que fomentó la constitución de la ideología moderna en las dos primeras décadas del siglo XX es fundamental para el lenguaje formal e ideológico de la arquitectura moderna brasileña. Sin la Bauhaus, no existiría la arquitectura moderna brasileña, ni la argentina, ni la chilena o cualquier otra”, afirma Queiroz.
Dimensión pedagógica
Además, la Bauhaus proponía la unión de la arquitectura y el funcionalismo para crear nuevos modos de concebir los espacios y la vida en común. En los trabajos de Niemeyer, el componente social se mostró en el modo como el arquitecto brasileño concebía la construcción del espacio púbico urbano: si por lo general se pensaba a las ciudades a partir de la noción de propiedad de la tierra y de la especulación inmobiliaria, la arquitectura moderna luchaba por acabar con la idea de lote, de construcción alineada a la acera y donde cada uno tiene su terreno. “Niemeyer resignifica y desmonta la lógica de la propiedad construyendo pilares y espacios libres. Cuando usted separa la arquitectura del suelo, le devuelve el suelo al espacio público”, dice Queiroz.En cuanto a la enseñanza, la Bauhaus proponía, entre otras cosas, procesos de creación colectivos que unieran los conocimientos preindustriales con el mundo industrial. En esta línea, rescataba y valorizaba el trabajo de los artesanos e introdujo sus saberes en la cotidianidad de los alumnos combinando la práctica y la teoría con el quehacer artístico. Para el profesor Luís Antônio Jorge, también de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo, “la dimensión pedagógica de la escuela alemana influyó bastante en la enseñanza de la arquitectura y del diseño industrial en la Universidad de São Paulo, que siempre adhirió a los postulados de la Bauhaus, sobre todo al de pensar la concepción y la realización del objeto a partir de una racionalidad y al de poner en práctica la idea del aprender haciendo”.