En medio de tensiones geopolíticas, China y Estados Unidos han estado librando una feroz disputa por el centro del poder global. Los expertos señalan que un mundo dividido en dos bloques antagónicos es lo contrario de lo que quieren los países del Sur Global.
En un artículo reciente de la revista Foreign Affairs, el actual canciller federal alemán, Olaf Scholz, definió el escenario geopolítico mundial en 2022 con la palabra alemana “Zeitenwende”, es decir, “giro histórico”. Según el primer ministro, la fase “extraordinaria” de la globalización, durante la cual Norteamérica y Europa tuvieron un crecimiento estable, altas tasas de empleo y baja inflación, tras el colapso del bloque soviético, ha llegado a su fin. Ante el ascenso de China como un actor global importante en la actualidad, Scholz enfatiza la importancia de construir un mundo multipolar, con varios centros de poder, para evitar una nueva Guerra Fría, esta vez entre Washington y Beijing.De hecho, parece haber consenso entre los analistas internacionales en que Estados Unidos ya no está solo en el centro de la geopolítica. La hegemonía económica, militar y política de estadounidense está cada vez más amenazada por China, que, aliada con Rusia, ha ido creando una contrafuerza en relación con Occidente. Según la proyección más reciente del grupo financiero Goldman Sachs, aunque la economía china se haya desacelerado en los últimos años y la población esté disminuyendo, el PIB del país podría superar al de Estados Unidos hacia 2035.
Distribución más equitativa del poder
Un mundo dividido en dos bloques antagónicos, sin embargo, sirve menos a los intereses de los países emergentes del llamado Sur Global, como Brasil. En la última cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), realizada en enero pasado en Buenos Aires, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se comprometió a reforzar el multilateralismo y la “construcción colectiva de la multipolaridad”.Esta multipolaridad se refiere a una concepción de distribución igualitaria del poder y el papel de Brasil es luchar por ella a partir de su política exterior”, dice Karine de Souza Silva, profesora de Relaciones Internacionales y Derecho de la Universidad Federal de Santa Catarina. “En términos militares y económicos, todavía existe una clara bipolaridad entre Estados Unidos y China. Un mundo policéntrico o multipolar es una voluntad intelectual y diplomática, pero mientras haya intercambios desiguales no podrá consolidarse”, completa Silva.
Puente entre el Norte y el Sur Global
Luciana Ballestrin, politóloga de la Universidad Federal de Pelotas, en el estado Rio Grande do Sul, cree que, con la creciente polarización de fuerzas en la geopolítica, Brasil no debe tomar partido por ninguno de los rivales, sino practicar una diplomacia pragmática y estratégica, manteniendo la equidistancia. Y si China y Estados Unidos son hoy los dos grandes centros de poder, ambos dependen, sin embargo, de otros “centros” de influencia para ejercer su liderazgo, como destaca la economista Karin Costa Vázquez, investigadora de la Universidad de Fudan, en Shanghái.“India es una economía que está creciendo muy rápido y que juega un papel estratégico en la geopolítica mundial como pivote en el muy importante Indo-Pacífico. Tenemos ASEAN en el Sudeste Asiático y en África los países alrededor de la Unión Africana. Latinoamérica es otro polo que, a pesar de la inestabilidad política, juega un papel importante en el tablero, tanto para Estados Unidos como para China”, analiza Vázquez. Para el economista, Brasil no solo debe mantener la neutralidad en relación a los dos centros antagónicos, sino también crear puentes entre los países emergentes del Sur Global y los países desarrollados del Norte Global, proyectando su poder blando a nivel internacional. Para ello es necesario, en primer lugar, recuperar la posición del país en Latinoamérica.
Regreso al escenario geopolítico
El regreso de Brasil a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) son los primeros pasos en esa dirección. Según Vázquez, el país tiene condiciones materiales concretas para ejercer este liderazgo: “Con Brasil como anfitrión de los Brics y posiblemente de la COP-30 en 2025, estaremos presidiendo importantes plataformas de coordinación político-económica, y la propuesta brasileña, con una agenda constructiva en este momento tan delicado, puede hacer una gran diferencia”.Para Silva, sin embargo, reconstruir puentes entre los países “centrales” y los periféricos en un escenario adverso –marcado por una crisis de gobernanza global, la guerra en Ucrania y la inestabilidad económica agravada por la pandemia– es un desafío. “Los últimos cuatro años fueron muy malos para la política exterior, porque Brasil estaba en una situación insular. Ahora el país volverá a dialogar con las potencias y naciones con las que tenía bloqueados los canales de diálogo, utilizando una estrategia multilateral y diversificación de socios, como Estados Unidos, Europa, China, países periféricos”, dice Silva. “Brasil está en condiciones de opinar como protagonista sobre temas internacionales que son desafíos comunes, como la paz, la seguridad, el cambio climático, el comercio, el intercambio de tecnologías”, agrega.
Construcción retórica
En la batalla de poder que se gesta entre los distintos centros, Vázquez ve la “dualidad entre autocracia y democracia” como una construcción retórica. “La disputa entre Estados Unidos y China es por alta tecnología, inteligencia artificial, biomedicina, aviación, robótica, semiconductores. Eso es lo que está en juego”, dice. “Entre las democracias de Occidente, por un lado, y China y Rusia, por el otro, hay muchos matices. La propia India, que es un aliado fundamental de Estados Unidos en el escenario internacional, ha tenido su democracia muy cuestionada bajo el actual gobierno del primer ministro Narendra Modi”, señala.En este contexto, el surgimiento de grupos antidemocráticos dentro de los países occidentales también es una preocupación internacional. “Dentro de las propias democracias hay grupos autoritarios de extrema derecha, que es supremacista blanca. Son movimientos antiinmigración, racistas, clasistas, homófobos y heteropatriarcales. Brasil, durante la administración del expresidente Jair Bolsonaro (2018-2022), utilizó la política exterior para alinearse con grupos ultraconservadores internacionales. No podremos resolver los grandes problemas si no tocamos esta herida de la supremacía blanca”, dice Silva.
En un escenario geopolítico tan conflictivo y multicéntrico, la figura del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva puede ayudar a desmantelar tensiones y mediar a nivel global, cree Ballestrin. “En este momento de crisis democrática, necesitamos líderes comprometidos con una noción de democracia que sea más crítica con la globalización neoliberal depredadora. Hay preocupación por las desigualdades económicas, por la compensación y las reparaciones. Es algo muy importante cuando ya no existen proyectos políticos alternativos estructurales al capitalismo neoliberal globalizado”, resume el politólogo.