Autor de diversos libros sobre arquitectura y urbanismo, Nabil Bonduki analiza las razones por las que el centro de São Paulo quedó cada vez más abandonado y señala la necesidad de políticas públicas que devuelvan la vitalidad a ese sector.
Hay quienes dicen que el centro de São Paulo sufre una degradación generalizada. ¿Usted concuerda con esa opinión?No. En el centro de São Paulo tenemos áreas dinámicas y áreas degradadas. Del primer grupo forma parte el sector de comercios especializados en productos electrónicos. A la vez, claro, el centro de São Paulo tiene áreas con problemas. Un ejemplo es la zona conocida como Cracolândia [territorio itinerante que reúne a consumidores de crack desde la década del ochenta]. Pero los problemas del centro pueden enfrentarse. No es una situación irreversible.
En su opinión, ¿cuáles son esos problemas actualmente?
Uno de ellos es la funcionalidad única, que es resultado de un proceso iniciado a comienzos del siglo XX y que se viene agravando con el tiempo. Es decir, a lo largo de décadas, el centro se fue convirtiendo en un área exclusiva de servicios y comercios, sin uso residencial. Hoy sabemos que las zonas mixtas, que combinan la vivienda, el comercio, el servicio y el ocio son el mejor camino para que las áreas estén ocupadas de modo permanente, inclusive por la noche o durante el fin de semana. Si los sitios quedan desiertos, surge una serie de problemas, como la inseguridad.
Otra cuestión que se viene agravando cada vez más, dada la crisis económica y social que atraviesa el país estos últimos años, está relacionada con la población en situación de calle. El problema, obviamente, no es la población en situación de calle sino lo que genera esa situación. El estado debe cuidar de esas personas con políticas públicas serias y sin violencia. Se trata de una situación compleja. En muchos casos, la población en situación de calle sobrevive recolectando material reciclable, y el centro, como es una zona que produce muchos residuos de ese tipo, termina convirtiéndose en un lugar atractivo para esas personas.
Más allá de eso, como es un área de mucha circulación de gente, la población en situación de calle también encuentra en el centro medios de supervivencia. Existe también una parte de la población que tiene una casa precaria en el suburbio y trabaja en el centro de modo informal e intermitente. Muchas veces esas personas terminan quedándose en las calles del centro por el tiempo que tardarían en llegar a su casa y por el costo del transporte. Todo hace que cada vez haya más gente ocupando el centro de la ciudad. Ahora bien, buen parte de la clase alta abandonó el centro.
¿Cuándo comenzó a abandonar el centro de São Paulo la clase alta?
Mucha gente conserva todavía en la memoria la imagen del centro de São Paulo como una zona glamorosa, con restaurantes elegantes, comercios finos, consultorios médicos y estudios de abogados famosos, que hasta los años sesenta estaban por lo general en el centro. Desde los años sesenta y setenta se produce un desplazamiento de esos servicios orientados a población de renta media y alta a otras zonas de la ciudad, particularmente a la región sudoeste. Es lo que se conoce como centro expandido. De ese modo, esos espacios devinieron cada vez más ociosos y también el comercio de la zona se hizo más popular, lo que, en mi opinión, no representa de por sí una degradación, aunque la clase alta y algunos urbanistas tienen una visión negativa de esa popularización.
¿Por qué sucede eso?
Por varios factores, entre ellos, la dificultad para acceder y circular por el centro en automóvil, que es, infelizmente, el medio de transporte preferido de la élite de São Paulo en detrimento del transporte público. En los años setenta, los paseos peatonales, que eran una propuesta de renovar el área, de repensar el centro, al final volvieron imposible el tránsito de automóviles. Otra razón es la obsolescencia de los edificios construidos entre 1920 y 1970, que no cumplen con una serie de requisitos importantes para la clase media y alta, por ejemplo, el garaje. Muchos de esos edificios tienen problemas serios de construcción. Las instalaciones hidráulicas y eléctricas son obsoletas, además de que las construcciones no están equipadas para la tecnología informática, lo que dificulta la conectividad. Esos edificios deberían haber pasado por una fase de renovación por lo menos hace treinta años, pero el costo de esa renovación es alto y los edificios quedaron vacíos.
A partir de 1990 esos edificios pasaron a ser ocupados por los movimientos de los sin techo.
El hecho de que la población de renta baja se apropie de esos edificios, generando incluso en algunos casos proyectos habitacionales propios, es una forma de garantizar la vitalidad del centro. Como dije, el centro de São Paulo debe dejar de ser un área monofuncional y tener diversidad de uso. La concentración poblacional en la región es un factor muy importante. La presencia de moradores exige la existencia de comercio y de servicios, por ejemplo. No necesariamente aquel comercio sofisticado del pasado, sino uno orientado a la población local.
El centro de São Paulo, sobre todo el viejo, debe encontrar su vocación actual, atraer al público que tenga alguna tendencia a aceptar y hasta preferir un tipo de emprendimiento sin garaje y tal vez un comercio en la planta baja, un público que acepte que la población del entorno no sea exactamente igual a él. Pueden ser jóvenes, personas que no tengan hijos, gente ligada a la cultura y a le economía creativas, porque en el centro hay mucha infraestructura cultural. Hoy ya hay empresas desarrolladoras haciendo proyectos de ese tipo: por ejemplo, apartamentos más pequeños, un área de coworking y estacionamiento de bicicletas. Pero hay que tener cuidado con la gentrificación.
¿De qué modo se puede garantizar el derecho a la vivienda a la población de baja renta del centro de São Paulo?
Es necesario que haya un subsidio estatal, políticas de vivienda orientadas a ese público. Y la prefectura de São Paulo tiene capacidad financiera para hacerlo. Una de las medidas fundamentales, en mi opinión, sería implementar el Servicio Social de la Vivienda, previsto en 2014 pero nunca reglamentado. Ese programa contempla un conjunto de servicios que ofrecerá el poder público más allá de la vivienda: atención en salud y recalificación profesional, por ejemplo. En este caso, la unidad habitacional no es propiedad del morador sino de la prefectura. El Servicio Social de la Vivienda puede orientarse a la población que está viviendo actualmente en la calle o a los adictos a las drogas químicas. La idea es que esa población consiga salir de la vulnerabilidad en que vive, pero esa propuesta no llegaría solo a ese público. También podría llegar a los enfermos o a jóvenes estudiantes, por ejemplo.
Algunas ciudades de América Latina tienen importantes centros históricos desde el punto de vista del patrimonio cultural. ¿Cómo actuar en relación esas áreas?
Para recuperarse y tener sustentabilidad, los centros históricos deben estar conectados a actividades y no sólo al turismo, como muchas veces suele suceder. Por ejemplo, el centro histórico de Quito, la capital de Ecuador, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1978, quedó muy dañado después de un movimiento sísmico en 1987. La reconstrucción se realizó mediante la creación de un órgano vinculado al municipio y con recursos de diversas fuente, e incluyó una amplia gama de intervenciones, como la recuperación de las áreas de vivienda y el reciclaje de edificios.
En Brasil, el Programa Monumenta, que empezó a ser ideado en 1995, ganó impulso en la primera década de 2000, cuando abarcó 26 centros históricos a lo largo del país. Las ciudades de Cachoeira (BA) y Laranjeiras (SE), por ejemplo, que tenían un número elevado de inmuebles en ruinas y un evidente estancamiento económico, acogieron predios universitarios en sus centros históricos. La llegada de las universidades no sólo posibilitó la rehabilitación de edificios, sino que también movilizó la economía local.