La historia de Shaame Kombo Hassan es una historia de resiliencia, empeño y anhelo. Nacido en Utange, condado de Mombasa, porta la herencia de sus ancestros que migraron de Pemba, en Zanzíbar, buscando una vida mejor en la costa keniana del océano Índico. Shaame narra la travesía de su familia –de un puerto a otro–, las dificultades que enfrentaron y la eterna esperanza de un futuro mejor.
Pemba es la segunda isla más extensa del archipiélago de Zanzíbar. Está ubicada en África Oriental, frente a la costa de Tanzania en el océano Índico. Desde su puerto, el puerto de Mkoani, diversos ferris conectan la Tanzania continental con la isla más grande del archipiélago, Zanzíbar. En el continente, Tanzania limita al norte con Kenia y en Kenia –encajada en el continente pero rodeada de agua– está Mombasa, la segunda ciudad más grande del país y el puerto marino más importante de África Oriental. Allí es donde el bisabuelo llegó por primera vez dejando atrás su tierra natal, Pemba.Shaame Kombo Hassan:
Mi bisabuelo, Yussuf Shaame Kombo, tomó hacia finales del siglo XIX la decisión trascendental de dejar Pemba. Famosa por sus abundantes plantaciones de clavo de olor y su rica cultura, Pemba no era sólo un hogar, era un mundo en sí mismo.Ahora bien, la vida en Pemba se fue volviendo cada vez más imprevisible, con la amenaza de disturbios políticos y dificultades económicas. El aliciente de nuevas oportunidades a lo largo del océano que baña Mombasa resultaba atractivo, y mi bisabuelo, con tanta esperanza como miedo, zarpó en un modesto dhow dejando atrás todo lo que conocía.
A menudo trato de imaginarme cómo debe haber sido de ese viaje… la vastedad del océano Índico, la incertidumbre respecto a lo que vendría, y el peso de la decisión de dejar el hogar. Su valentía constituyó el fundamento de nuestro futuro, y a la vez marcó el inicio de una lucha larga y penosa por la aceptación y la pertenencia.
Cuarenta años atrás, a la edad de veintidós años, decidí mudarme más al norte de la costa keniana, e instalarme como pescador en Mtondia, Kilifi, donde ya vivían muchas otras personas de Pemba.
El mar, un maestro implacable
A su llegada, mi bisabuelo y su familia se establecieron en Utange, Mombasa, donde debieron enfrentar una realidad difícil. Aunque la costa keniana ya era un crisol donde se fundían las culturas, los nuevos inmigrantes fueron considerados marginales, siempre observados como extraños en un lugar que ellos ya consideraban su hogar. Mi bisabuelo y su familia enfrentaron todo tipo de discriminación. Marginados en lo económico y socialmente excluidos, se esforzaban por llegar a fin de mes.Mi padre, Hassan Kombo, a menudo nos hablaba de las dificultades que habían enfrentado. La humillación de ser mirado con desprecio y la inquebrantable lucha para ganarse la vida a través de la pesca y del comercio minorista. El mar, que alguna vez fue su sustento, parecía ser ahora un maestro duro e implacable. Pero a pesar de estos desafíos, nuestros ancestros perseveraron y su espíritu no se quebró, su esperanza no menguó.
Nuestro mayor desafío
La herida más profunda que se infligió a nuestra comunidad es la maldición de ser apátridas. Haber nacido, crecido y vivido en un lugar y aún así tener negado el derecho de pertenencia es un dolor que atraviesa en lo profundo, una herida que nunca sana. Como no tenemos documentos de ciudadanía, se nos niegan los derechos básicos –educación, salud, oportunidades laborales–, que quedan fueran del alcance de aquellos que son vistos como marginales, a pesar de haberse establecido en Kenia mucho antes de que el país alcanzara la independencia política.Recuerdo la frustración de que me rechazaran cuando quise abrir una cuenta bancaria, la humillación de no ser capaz de registrar la tarjeta SIM del celular, y la rabia cuando no admitieron a mis hijos en la escuela de mi barrio. Muchos piensan que nosotros no pertenecemos a este lugar, aunque este país es todo lo que conocemos
La independencia de Kenia y sus consecuencias
Mi padre me dijo que la razón de la discriminación era principalmente política. Antes de 1963, año en que Kenia logró la independencia, hubo un importante debate y mucha tensión en torno a la franja costeña de diez millas de largo sobre el océano Índico. Esa zona tiene un contexto político e histórico único debido a la conexión con el Sultanato de Zanzibar y los tratados coloniales. Las comunidades árabe y suajili que viven en esa costa de África Oriental temían perder su autonomía política y cultural bajo un nuevo gobierno keniano independiente.Apoyados por el sultán de Zanzíbar, reclamaron que una franja costeña de diez millas fuera separada del resto de Kenia o quedara bajo la soberanía de Zanzíbar. Pero el estado que surgió después de la independencia no optó ni por lo uno ni por lo otro y, como castigo, se negó a reconocerlos como ciudadanos kenianos.
Lejos del puerto natal de Pemba
Nuestra conexión con Pemba sigue siendo fuerte. Pemba no es un mero lugar de nuestra historia; es un lugar que todavía nos recuerda quiénes éramos. Todos los años, durante las festividades islámicas, por ejemplo el Eid, hacemos una peregrinación a la isla, un viaje que tiene que ver mucho con reconectarnos con nuestra raíces y mantener viva nuestra cultura.Las historias de mi padre sobre Pemba estaban llenas de nostalgia: los mercados bulliciosos, el aire perfumado por las especias, y el reconfortante ritmo de las olas oceánicas. Esas memorias son nuestro hilo conductor, un modo de transmitirles a nuestros hijos la esencia de lo que somos. Aunque nos concentramos en construirnos una vida en Kenia, mantenemos esas tradiciones y garantizamos que el espíritu de Pemba siga vivo.
El futuro de mis hijos
Durante muchos años nos preguntamos: ¿alguna vez perteneceremos a este lugar? Al final del tunel hay una luz, pero el viaje todavía está lejos de terminarse. La respuesta sigue siendo inalcanzable pero la lucha por reconocimiento, por identidad, por un lugar nuestro, es una lucha que continuará mientras yo viva. En los últimos años el gobierno de Kenia aceptó que somos kenianos y debemos ser tratados como tales.Sin embargo, antes de poder obtener documentos de identificación oficiales, se nos somete a un arduo proceso de evaluación, cosa que no pasa con los otros kenianos. Espero que algún día nuestros nietos no tengan que sufrir lo que sufrimos nosotros. Hasta entonces, seguiré contando nuestra historia, porque es a través de nuestras historias que se mantiene vivo el espíritu de nuestros ancestros.
Mi mensaje para aquellos que tal vez estén en una situación parecida: nunca perder la esperanza. Nosotros somos más que las etiquetas que nos ponen, más que las luchas que afrontamos. Somos los hijos de aquellos que se atrevieron a soñar una vida mejor, y nuestro deber es vivir ese sueño, luchar por nuestro lugar en el mundo, y asegurarnos de que nuestras historias nunca se olviden.
octubre 2024