Líderes indígenas consideran que el empoderamiento de las mujeres potencia la lucha de sus pueblos y es inherente a ese proceso. Además, el protagonismo femenino es fundamental en el combate del machismo dentro y fuera de sus comunidades.
Yolanda Mamani, Ângela Kaxuyana, Hamangaí Hau-Hãe y Linda Terena son representantes de la inmensa diversidad de pueblos originarios de América Latina y militan, cada una a su modo, en el proceso de emancipación y empoderamiento que ha llevado a las indígenas a la línea de batalla en las negociaciones institucionales, en la política, en el mundo académico y en los medios.“Históricamente, las mujeres siempre tuvieron un papel fundamental en las aldeas, inclusive en la toma de decisiones. En los sembradíos, las que deciden qué se va a plantar son las mujeres y las que deciden si se va a dividir la caza son las mujeres”, dice Ângela Kaxuyana, tesorera de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Amazonia Brasilera (Coiab). Afirma que el protagonismo que asumió el varón indígena en la representación externa de sus comunidades fue establecido a lo largo de los siglos por los colonizadores europeos. “Eso está cambiando. Las mujeres están afirmando su posición: así como yo decido en la aldea, también quiero decidir sobre la salud, la educación, quiero aprender a hablar portugués, quiero participar”, observa.
Sin embargo, el camino que debió recorrer Ângela Kaxuyana hasta ocupar un cargo en la Coiab no fue sencillo. “La elección de mujeres es más que un avance, es un hito histórico. Porque siempre estuvimos en el segundo escalón, como apoyo, como secretarias, y nosotras cambiamos ese escenario a partir de nuestra propia movilización de mujeres. Las mujeres siempre tuvieron capacidad de convocar y ahora están consiguiendo avanzar en términos de articulación. Y esto hace una gran diferencia para el movimiento indígena”, comenta la activista.
Influencia occidental en el pasado
Según la historiadora Linda Terena, el protagonismo femenino se reforzó gracias a la educación en las aldeas, al crecimiento del movimiento indígena en los años noventa y a los procesos de “retoma”, acción de reocupar los territorios ocupados por los hacendados. “Las mujeres de la tribu terena fueron las que rompieron las cadenas de los portones que separaban a nuestro pueblo de su territorio, y siguen actuando como parte de la resistencia”, dice.Pero a pesar del empoderamiento en el espacio público, Terena señala que las mujeres indígenas todavía sufren el machismo dentro y fuera de sus comunidades, y concuerda con que las relaciones de género entre los indígenas sufrieron grandes alteraciones con la influencia de los puxârara –hombres blancos, en lengua terena–. “Hay estudios antropológicos que confirman la existencia anterior de una sociedad más igualitaria, en la que la mujer tenía un espacio significativo, más simétrico. El modo de representar a la mujer indígena se reconfigura a medida que la mirada occidental entra en nuestra cultura y modifica y pone en riesgo el valor, la importancia de la sabiduría femenina”, dice.
Machismo dentro y fuera de las aldeas
La estudiante y activista Hamangaí Hau-Hãe también cuenta cómo se ve forzada a lidiar con estructuras de poder inequitativas y con el machismo de su aldea. Por ejemplo, cuando los hombres cuestionan la capacidad de las mujeres, sobre todo de las más jóvenes, para participar en actividades política. Esto también ocurre en el ámbito estudiantil. “En la universidad, cuando estamos en un espacio de articulación y las chicas tomamos posición, siempre vemos que un chico habla después como si tuviese la misión de tener la última palabra. Dice lo que ya dijimos, como si pudiese legitimar lo que se dijo”, relata.Violencia doméstica
La militancia y el protagonismo de la mujer también han sido fundamentales en el abordaje de la violencia doméstica en las aldeas, tema tabú en las sociedades indígenas y no indígenas de todo el mundo. Ângela Kaxuyana dice que, como institución, la Coiab apoyó ese debate, pero que el asunto exige mucho cuidado y respeto por cada pueblo.“Muchas veces es preciso hacer que las mujeres comprendan que determinada actitud es violencia y que eso no es cultural. Porque todo el mundo dice que es cultural para justificar la impunidad. Entonces decimos: la violencia nunca fue parte de nuestra cultura”. Otro desafío es involucrar a los hombres de modo efectivo en la discusión. “Ya llegamos a una situación en la que no es posible hablar sólo entre mujeres”, añade Hamangaí Hau-Hãe.
Invisibilidad social
Otra forma de violencia común contras las indígenas es la invisibilidad social. En Bolivia, señala la activista Yolanda Mamani, a pesar de estar cada vez más presentes en las manifestaciones políticas, artísticas y sociales, las cholas (término que significa “muchacha” en idioma aymará y se refiere a las indígenas andinas de Bolivia) figuran como adornos y siguen silenciadas. “Con la presencia de las cholas en los actos, y el uso de las vestimentas cholas por parte de los blancos, estamos maquillando todo ese racismo que existe contra nosotras. Sí, resulta exótico, queda bien usar un aguayo (tejido que usan las cholas como vestimenta o manta o también para cargar a sus bebes o las mercaderías atados al cuerpo), pero no nos quieren cerca como somos: boconas, con rasgos diferentes de los de ellos. Y no nos quieren parlantes ni pensantes, sólo quieren nuestra apariencia”, explica Yolanda Mamani. “Las injusticias sociales son el motor que me hace seguir pensando y estar activa en la lucha”, completa.Mamani tiene un canal de Youtube, Chola Bocona, donde se dedica a la lucha contra el racismo y la explotación laboral y contra el machismo. “Hoy mi liderazgo es más del tipo globalizado, en el mundo virtual. Yo quiero despertar a otras mujeres para que ocupen los espacios mediáticos, para que denuncien y hagan conocer su pensamiento”, observa. En Bolivia, así como en Brasil, las mujeres continúan teniendo un papel subalterno en las estructuras políticas. “Casi siempre que una mujer habla en una asamblea comunitaria, los hombres comienzan a silbar, a hacer bromas para poner nerviosa a la compañera. Ese machismo me gustaría cambiar”, concluye.