Poder político  “Si jugamos el juego de los hombres, no vamos a lograr nada”

Mujeres y política Foto: Claudia Casarino

Una entrevista con la dirigenta social y consejera regional chilena Paola Chávez sobre la relación de las mujeres y el poder político, y la necesidad de una “política de la piel” contra el machismo.

Como mujer y activista, usted ha sido crítica de la política partidista y tradicional en Chile. ¿Por qué decidió tener un cargo de representación?

Yo siempre he sido una dirigenta, últimamente en la lucha por el agua y el territorio en el marco del proyecto hidroeléctrico Alto Maipo. Mi interés por representar nace, entonces, de las necesidades del territorio. Pero también responde a mi infancia precaria, pobre y vulnerada. Comunidades como la mía son aquellas que siempre han esperado una respuesta de los gobiernos. Y algo que noté muy temprano es que no iba a haber respuestas. Yo recogí cartones en la calle para ayudar a mi mamá, y alguna vez tuve que robar para tener alimento. Esa precariedad y el abuso —yo fui víctima de abuso sexual— me trajeron a donde estoy. Yo no quiero que ningún niño ni ninguna niña repita eso.

Como en otros lugares de Latinoamérica, en Chile la política y la administración pública están aún definidas por dinámicas masculinas. ¿Cómo se ha desenvuelto su trabajo en ese contexto?

En Chile, en todos los sectores políticos persisten el machismo y el patriarcado, que nos han hecho mucho daño. El daño llega al punto de que, a veces, tú encuentras la violencia en tus propias compañeras. Muchas veces son las mujeres las más críticas de otras mujeres, las primeras que ven lo negativo en las acciones de las otras. En ocasiones, las mujeres agreden a otras mujeres para ganar la aceptación de los hombres. Al principio, cuando asumí mi cargo, yo también iba al choque. Me decía: “Si ellos van a hablar duro, entonces yo también”. Pero entendí que la mujer, también en la política, o justamente por estar en ella, debe poder determinar cómo moverse.

¿Cuál sería la clave de esa autodeterminación?

Yo soy sorora con mis compañeras feministas y empatizo con la lucha. Pero, siendo honesta, tengo dudas sobre cómo el feminismo se aborda hoy. Las mujeres hemos sido postergadas históricamente, y a pesar de algunos avances, debemos saber que tener espacio en el poder político no es mucho. Nuestra lucha debería ser por tener las mismas posibilidades de los hombres. Y eso todavía es muy lejano. Ya hemos visto que si nos sometemos a la lógica del maltrato, si jugamos el juego de los hombres, no vamos a lograr nada. En el Consejo Regional, el espacio político donde estoy, los hombres te quieren casi que empujar a que hables fuerte y golpees la mesa. Pero eso no lo tiene que hacer necesariamente una mujer.

Miremos dos políticas chilenas destacadas: Michelle Bachelet, presidenta en dos ocasiones, y Camila Vallejo, reconocida hace diez años por su activismo por reformas en la educación y hoy diputada de la República por el Partido Comunista. ¿Qué marca han dejado en el ejercicio de la política desde lo público?

A pesar de todo mi resquemor frente a ella, Bachelet marcó un antes y un después en la participación de la mujer. Incluso la derecha chilena tiene hoy liderazgos femeninos valiosos como el de la ex ministra de Trabajo y actual alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei. Gústenle a uno o no, esas mujeres han logrado avanzar y hoy tienen un espacio. El ejemplo de Bachelet consistió en mostrar que sí se puede. Pero, para mí, el impacto más grande vino de Camila Vallejo y de la irrupción del Frente Amplio [coalición política conformada por partidos y movimientos políticos de izquierda] en la política chilena. Ahí vi a tantas compañeras, que dije: “Chuta, ¡yo también puedo!”.

A diferencia de, por ejemplo, Estados Unidos, Chile y otros países latinoamericanos – Argentina, Costa Rica y Brasil – han tenido mujeres como jefas de Estado. En medio del déficit de participación y la persistente masculinización de la política, ¿a qué se deben esos logros? ¿Fueron momentos brillantes, pero excepcionales para la mujer?

Yo la primera vez voté por Bachelet y pensé que iba a haber un avance, pero terminó ella volviéndose la figura, no sus causas, incluida la causa por la mujer. Ella es feminista, o al menos habla de feminismo, y llegó a la presidencia por su carisma casi maternal en un momento en que los chilenos venían muy agotados. Pero si uno mira su gabinete, no encuentra muchas mujeres en las primeras líneas del poder. Su herencia, entonces, es un discurso feminista, pero no una práctica feminista. Algo similar sucede en otros países latinoamericanos. Hoy en Chile las compañeras salimos a marchar, hay listas paritarias y otras cosas más, pero la mayoría de los cargos públicos son para los hombres, y ni hablar del sector privado. Hay pocas voluntades para cambiar realmente algo.

¿Cuál es el liderazgo por el que usted apuesta?

La periodista Beatriz Sánchez, que fue nuestra candidata presidencial en el Frente Amplio, decía: “¡La política es con llorar!”. Ese es un cambio por el que quiero trabajar. Antes, se trataba de no llorar nunca, de tener cuero de chancho. Ahora es “con llorar”, es de piel, de cariño, de saber sentir. Esa sí es una forma distinta de hacer política. Si uno ejerce su cargo desde el cariño, uno se aleja del escritorio y se va a la calle y al territorio, porque ahí está el conocimiento político más genuino. La política de la comodidad es la del neoliberalismo y el patriarcado, la de la confrontación y el escupitajo. Pero eso ya no sirve. Desde ahí es fácil hablar de seguridad, de policía y represión. Pero estando afuera, con empatía, uno se pregunta por el tejido social. Unos amigos míos dicen: “Sin amor no hay desarrollo”. La gente necesita una política que se relacione con ella así. Los políticos tenemos que pararnos del lado de nuestras comunidades. Si no, vendrá más rabia. Ya vemos cómo queman calles, comisarías, cómo queman todo.
 
Paola Chávez nació en 1972 en Independencia, una comuna de Santiago de Chile. Tras una infancia en la pobreza, se unió a la lucha por la democracia. Su trabajo político y activista comprende la oposición contra la dictadura de Pinochet, la lucha por la educación gratuita y, en años más recientes, por la protección del agua y los territorios en la región de Alto Maipo, hoy en riesgo por la incursión de poderosos consorcios privados energéticos. Actualmente Chávez milita en el partido Revolución Democrática, que forma parte del Frente Amplio de Chile, y tiene un cargo público como consejera regional del Gobierno Regional Metropolitano de Santiago de Chile.

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