Aunque sea un desafío para profesores y alumnos, la enseñanza remota de emergencia ha sido una forma, muchas veces exitosa, de evitar ciertos obstáculos del aprendizaje a distancia. Esto ha sido posible en Brasil gracias el aporte de diversas iniciativas.
“Cuando vi cómo serían las clases lejos de la escuela, pensé que mis hijos no continuarían. Yo me sabía mover sólo en el WhatsApp, y nunca tuvimos computadora. Parecía imposible”, dice Ailza da Conceição, madre de Gabriel, de siete años, y David, de catorce, habitante de la favela Paraisópolis de São Paulo. Desde el comienzo del aislamiento social impuesto por la pandemia del Covid-19, alumnos, padres y profesores tuvieron que adaptarse a la enseñanza remota de emergencia, con más o menos obstáculos de los que sufrió Ailza da Conceição. En mayo último, la Unesco difundió la información de que el 80% de los estudiantes del mundo, cerca de mil trescientos setenta millones de personas, estaban alejados de sus aulas y recomendaba el uso de diferentes tecnologías para aproximar a los profesores y los alumnos en tiempos de pandemia.En una sociedad desigual como la brasileña, donde cerca del 30% de la población tiene un acceso precario a Internet, o incluso no tiene acceso, algunas iniciativas gubernamentales o de la sociedad civil han funcionado como un puente para volver eficaz el nuevo proceso de enseñar y aprender.
De juguete a herramienta
Ailza da Conceição y sus hijos, por ejemplo, se integraron en el proyecto “Se loga, Paraisópolis” [Inicie sesión, Paraisópolis] de la ONG Casa da Amizade, que atiende a ochenta niños y adolescentes en el contraturno del período escolar con actividades de deporte, baile y clases de apoyo. Mônica Mation, coordinadora de la ONG, percibió entonces que tendrían que actuar para hacer posible la enseñanza remota para los alumnos de la comunidad. “Y no se trata para nada de un proceso común”, dice Mation, que estructuró en dos etapas el apoyo a los estudiantes y sus familias: una para explicar cómo bajar la plataforma de enseñanza, cómo registrarse de modo correcto y cómo usar las herramientas. Y la otra, en la que su equipo acompañó diariamente a los alumnos en sus actividades.“Yo estaba totalmente en contra de que los niños tuvieran un celular. ¡Me parecía absurdo! Ahora le tengo más respeto, porque el celular se volvió una herramienta posible”, dice Mation, que primero hace una llamada de video por WhatsApp para explicar al alumno la tarea que se hará y después lo acompaña en su actividad de modo remoto a través de la pantalla de Google Classroom. “Muchos niños piensan que están de vacaciones, otros abandonan. Y entonces los adolescentes se niegan a seguir. Muchos lo único que hacen es participar de las lecciones, y tenemos que hacer un trabajo de hormiga”, relata Mation.
Enseñanza remota y enseñanza a distancia
En Río de Janeiro, el profesor Daniel Salvador es un entusiasta de la enseñanza remota. Trabaja en el Centro de Ciencias y Educación Superior a Distancia (CECIERJ), que está vinculado a la Secretaría del Estado de Ciencia, Tecnología e Innovación y desarrolla proyectos de educación a distancia (EaD) para un conjunto de ocho universidades públicas. Especializado en EaD, el CECIERJ organizó, después del inicio de la pandemia, un mooc (sigla en inglés que significa “curso online masivo y abierto”) de formación en enseñanza remota para más de 2200 profesores universitarios.Ya en la primera clase, Salvador explicó que la enseñanza remota de emergencia es algo diferente de la metodología de la EaD, que, por la legislación y las reglamentaciones específicas del país, exige una pedagogía propia, una preparación intensa de los profesores, producción de material original y la existencia de tutores online para los alumnos. “Aunque debían adoptar herramientas de la EaD, en esta situación de emergencia tuvieron que hacer todo solos, modificar sus clases, elegir el material, hacer grabaciones con su propio celular, a la vez que debían cuidar sus hijos en casa”, dice Salvador, para quien la consigna fundamental es: “¡No intentes producir todo!” Según él, el punto clave de la enseñanza remota es la elección de las herramientas, y es posible encontrar buenos materiales para las clases en las páginas del Ministerio de Educación y los portales de diversas universidades.
El curso tuvo un módulo específico sobre herramientas sincrónicas, con las que los profesores y alumnos se conectan on line al mismo tiempo para una clase o un debate, como Zoom, o Google Meet e o Big Blue Button. Otro módulo presentó las herramientas asincrónicas como Google Classroom o Moodle, espacios virtuales de aprendizaje en los que los profesores suben textos y videos de referencia, pasan ejercicios y reciben las tareas de los alumnos que pueden acceder al material en cualquier horario.
Ciencia a distancia
Otra iniciativa que busca sostener el proceso de aprendizaje durante la pandemia es la del Museo Espacio Ciencia, de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación del estado de Pernambuco, que decidió que este año de 2020, la 26ª edición de Ciencia Joven, tradicional feria de ciencias del país, se haría de forma virtual.Según el profesor Antonio Carlos Pavão, director del museo, el sentido principal de una feria de ciencia es el intercambio. “Usted presenta su trabajo y ve el trabajo del otro. Esa interacción se verá perjudicada hora, pero queremos compensar el distanciamiento acercando a todos por medio de plataformas de reunión digital”, dice Pavão. Todavía no se ha definido por completo cómo será la plataforma, pero están programadas quince clases virtuales diarias para la presentación de trabajos, de las que pueden participar hasta 500 personas y en las que el público podrá hacer preguntas y comentarios. Es un intento de preservar la esencia de la feria.
Clases por celular
En Marabá, en el sudeste del estado de Pará, los estudiantes de la academia popular Geraldo José, que ofrece un curso 100% gratuito de preparación para el Examen Nacional de Enseñanza Media (Enem), no perderán la motivación para estudiar para el Enem. Pero esto ha sido posible sólo con los recursos de la campaña “4G para Estudiar” de la ONG Nossas, que recaudó 600 mil reales de 7 mil donantes, y traspasó esos recursos para que 31 academias populares de diferentes partes del país compraran paquetes de Internet para los estudiantes. Casi 40 de los 45 alumnos de la academia Geraldo José habían dejado de seguir sus clases online por falta de acceso a Internet, pero volvieron a las clases virtuales con los paquetes de datos móviles.“Cada mes compramos un paquete de Internet para cada alumno, y va a alcanzar para llegar hasta las vísperas del Enem”, dice Karol Cunha, coordinadora de la academia Geraldo José. “Sabemos que las clases online no reemplazan a las clases presenciales, el frente a frente que trasmite seguridad al alumno. Pero nuestros alumnos tienen sed de aprender, de transformar el lugar donde viven, Y saben que eso sólo es posible con educación. Aunque sigan las clases por la pantalla del celular, se sienten seguros porque saben que ellos, hijos de gente humilde, son capaces de convertirse más tarde en médicos, profesores, ingenieros”, concluye Cunha.
octubre 2020