En momentos de excepción, como dictadura, apartheid, guerra o pandemia, el sueño puede convertirse en un documento histórico. Funciona como sismógrafo de nuestra vida individual y social.
El psicoanalista y filósofo Gilson Iannini, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad Federal de Minas Gerais en Brasil, tiene un sueño: crear un archivo onírico capaz de reunir los diferentes estudios sobre esa temática que actualmente se realizan en Brasil. “Hay investigadores de áreas como neurociencia, historia, antropología, ciencia política, filosofía, lingüística y psicoanálisis que están investigando esta cuestión en el país. Existen, por ejemplo, estudios de sueños de la época de la dictadura militar y también una gran recopilación de sueños de pueblos indígenas”, señala Iannini, que coordinó el seminario online Sonhos em tempos de pandemia, realizado entre mayo y comienzos de septiembre de 2021 con la participación de varios y varias especialistas de Brasil.Además, Iannini es uno de los participantes del libro Sonhos confinados: o que sonham os brasileiros em tempos de pandemia, junto con los psicanalistas Christian Dunker, Cláudia Perrone, Miriam Debieux Rosa y Rose Gurski. Aparecida en 2021, la publicación es resultado de una investigación multicéntrica que reunió a investigadores de universidades públicas del país y analizó cerca de 900 sueños, 80% de los cuales fueron relatados por mujeres. “El sueño es un objeto extremamente complejo que puede ser analizado desde diferentes ángulos”, dice. “Entre otras cosas, puede servir de documento histórico”. En esta entrevista, Iannini habla, entre otras cosas, sobre cómo la política se ha infiltrado en los sueños de los brasileños.
¿Por qué durante la pandemia parece haber habido en Brasil un renacimiento del interés por la temática onírica?
Considero que el interés renació un poco antes de la pandemia y el éxito editorial del libro O oráculo da noite - a história e a ciência do sonho, del neurocientífico brasileño Sidarta Ribeiro, publicado en 2019, comprueba esa tesis. Pero sin duda, con la pandemia el interés se intensificó. Las personas comenzaron a relatar, inclusive en las redes sociales, que estaban teniendo sueños más intensos, vívidos, absurdos. Fue un tsunami de sueños y en la investigación que realizamos observamos que eso sucedió sobre todo en los primeros cuatro meses de pandemia.
Nuestra hipótesis inicial es muy simple, pero parece confirmarse cada vez más a lo largo del tiempo: comenzamos a soñar más, a soñar con cuestiones más delicadas o a recordar más los sueños, o hacemos las tres cosas juntas, porque, de alguna manera, no teníamos un repertorio simbólico, un imaginario que nos permitiera dar cuenta de ese “nuevo real”. Y cuando estamos está delante de una cosa que reconocemos como peligro o amenaza, una discontinuidad abrupta, nuestra mente necesita procesa esa información de alguna forma. Y allí los sueños tienen un papel fundamental, porque son una instancia en la que tenemos mucha libertad para combinar elementos heterogéneos, algo que nuestra vida de vigilia no permite.
“Sonhos confinados: o que sonham os brasileiros em tempos de pandemia”, Editora Autêntica, 2020. | © Editora Autêntica ¿Hasta qué punto los sueños individuales son elementos para analizar una época?
Sigmund Freud acostumbraba a decir que las fronteras entre la psicología individual y social son muy porosas, muy tenues. Es decir, nuestro psiquismo no es sólo una interioridad, un “yo” individual sino que también está compuesto por los valores, normas, ideales que incorporamos de la sociedad en que vivimos. Los sueños parecen funcionar como sismógrafos de nuestra vida individual y colectiva.
Un buen ejemplo de esto aparece en el libro Sueños del Tercer Reich, en el cual la periodista alemana Charlotte Beradt compiló cerca de 300 sueños de ciudadanos de Alemania después del ascenso de Hitler, entre 1933 y 1939. Ella fue una especie de pionera práctica del sueño como documento histórico. Aquello de lo que muchos alemanes todavía no se daban cuenta en la vigilia comenzó a aparecer en sus sueños, ya soñaban con la invasión del poder totalitario en la vida privada. En momentos de excepción, como dictadura, apartheid, guerra y pandemia, parte de la sociedad parece captar las mismas cosas, los miedos comienzan a tener rasgos comunes que no necesariamente tendrían en otros momentos históricos. El carácter colectivo del sueño resulta más nítido.
Un fenómeno común, observado en la investigación de la que usted participó, fue la presencia de personalidades públicas en los sueños relatados. ¿La política se infiltró en los sueños de los brasileños? ¿El poder invadió de forma tiránica nuestra esfera más íntima?
Sin duda. Desde hace algunos años, probablemente desde las protestas de 2013 y en particular a partir del proceso de impeachment de la presidente Dilma Rousseff, lo que llamamos polarización afectó nuestra vida familiar e incluso amorosa de modo muy intenso. La política dejó de ser un asunto de elecciones racionales, argumentativas, para ser algo primordialmente afectivo. A causa de la política los matrimonios se separan, los lazos familiares y de amistad se rompen. Hubo y todavía hay mucho conflicto. Y las redes sociales tienen un papel importante en esta historia, con la tendencia de los algoritmos en crear burbujas y reforzar las creencias individuales. Toda esa intensificación de la polarización, que tiene gran impacto en nuestra intimidad, se refleja en nuestros sueños. Por eso la gente actualmente sueña en Brasil con el presidente de la República o con los ministros de la Corte Suprema, por ejemplo.
En su opinión, ¿la normalización de la actividad onírica a lo largo de la investigación indica que banalizamos la muerte y el contexto complejo en que nos encontramos en Brasil actualmente?
Es posible inferir eso. El ser humano tiene una capacidad adaptativa enorme. Si, por un lado, eso es bueno, porque nos permite seguir viviendo, por otro, dejamos de asombrarnos ante la violencia, la muerta, y reducimos la capacidad de quedarnos perplejos. Eso puede ayudar a explicar, además, una especie de anestesia política que mucha gente siente actualmente, una falta de voluntad de movilizarse por una causa.
¿Todavía es posible soñar en un país tomado por una crisis política, sanitaria, ética?
El sueño es cada vez más necesario, urgente, en el Brasil de hoy, donde hay mucha falta de esperanza. Y la posibilidad de que eso pase depende de las estrategias subjetivas de cada uno de nosotros. Un punto fundamental, a mi entender, es recurrir al arte y ver, por ejemplo, espectáculos teatrales como Sonhos de uma noite com o Galpão, que se sumerge en el universo de los sueños en el período de pandemia y comparte con el público reflexiones sobre el modo en que soñaremos el futuro y hasta qué punto podemos ampliar artísticamente la propia experiencia de quien sueña. Además, creo que también ayuda participar de grupos que tienen sueños en común, lo que puede ser, por ejemplo, luchar por la preservación de un sendero de mountain bike o luchar por la democracia. Es fundamental crear pequeños espacios donde podamos quebrar, aunque sea un poco, esa invasión masiva de la necropolítica en nuestra vida, inclusive en la vida onírica.