Firmar peticiones, reservar turno en la piscina, asistir a clases a distancia: muchas actividades cotidianas hoy funcionan de modo digital. Aquellos que no tienen acceso a Internet o poseen escasas competencias digitales podrían terminar desplazados a la marginalidad social.
Durante mucho tiempo los trenes de la Deutsche Bahn fueron terreno ajeno a lo digital. Los pasajeros lograban usar los celulares únicamente si había cerca de las vías postes de telefonía móvil y ni hablar de navegar por Internet. Solo la presión política hizo que se les pusiera wifi a los trenes y hoy, por lo menos en los trenes de alta velocidad, el acceso a Internet funciona de modo aceptable. Aunque en este caso puntual la potencia industrial ha avanzado algunas posiciones, en muchos lugares Alemania todavía es un país en vías de desarrollo: todavía no hay una red de fibra óptica que cubra extensamente la superficie y sobre todo en regiones rurales se nota la falta de una conexión veloz a Internet.
A pesar de todo, según datos de la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat), en 2019 sólo el cinco por ciento de los alemanes nunca había usado Internet, y el noventa por ciento se conectaba por lo menos una vez por semana. En otros países, las cosas no tienen mejor aspecto. En Bulgaria, el peor posicionado dentro de la UE, casi uno de cada cuatro ciudadanos no tiene acceso a Internet. Hasta en la muy desarrollada Italia el 17 por ciento de los encuestados respondió que nunca usa Internet. En Escandinavia, por el contrario, las sociedades están conectadas digitalmente casi en su totalidad.
Las personas mayores y con poca educación resultan marginadas
Aunque Alemania queda en el tercio superior si se la compara con otros países de la UE, la grieta digital preocupa a la clase política. Los efectos positivos de la digitalización podrán manifestarse, advertía el antiguo ministro de economía alemán, Peter Altmaier, “cuando el cambio sea aceptado por todos los grupos sociales”. Si bien la aceptación está en crecimiento, todavía no es completa. Una encuesta de 22.000 hogares hecha por la iniciativa D21 para determinar el índice de acceso digital de 2019 mostró que uno de cada cinco hogares se cuenta entre los “marginados del mundo digital”. La edad promedio de los integrantes de este grupo es de alrededor de 70 años, la mayoría solo tiene un teléfono móvil sencillo o usa Internet de modo muy selectivo, para búsquedas o servicios de mensajería. Como causas principales de la desconexión esgrimen la falta de interés, la complejidad de Internet y su poca utilidad. Si bien en el último tiempo el porcentaje que representa este grupo se ha reducido un poco, desde la iniciativa D21 consideran que su escepticismo se está fortaleciendo.
Ahora bien, los/as ciudadanos/as intuyen lo importante que es para el desarrollo personal no perder la conexión con la época digital. El 43 por ciento de los encuestados manifestó que las nuevas tecnologías ya han modificado su forma de trabajo. Cuatro de cada cinco personas consideran el aprendizaje permanente un factor central de su éxito laboral, mientras que el 40 por ciento de los empleados de menor nivel educativo lo considera una carga.
Este segmento poblacional, que a menudo sólo dispone de escasos recursos, representa, junto con el de las personas mayores, el grupo más importante de los “marginados”. Mientras casi el 97 por ciento de los encuestados de mayor nivel educativo usa Internet regularmente, entre los ciudadanos con escasa educación formal acceden a la red sólo dos de cada tres. Las personas con escasa educación formal quedan retrasadas en muchos ámbitos de competencia digital, y a menudo el retraso es notable, por ejemplo, en la instalación de aplicaciones, la ejecución de actualizaciones, la configuración de privacidad, el reconocimiento de publicidades o la discriminación entre información seria o poco seria.
Se requiere una mejor educación digital
Las consecuencias pueden ser muy graves para las personas que quedan desacopladas: quien no esté online participará menos de la vida social. Por ejemplo, son cada vez más los servicios públicos que se brindan sólo por Internet. Durante el confinamiento causado por el Coronavirus, las oficinas de atención ciudadana permanecieron cerradas y muchas veces sólo eran accesibles de modo digital: hasta las entradas para la piscina municipal sólo se podían reservar online. También la búsqueda de trabajo se realiza cada vez más a través de Internet y con la crisis del Coronavirus el trabajo a distancia por medio de Internet se instaló definitivamente en la cotidianidad laboral.
Esto resulta confirmado también por un estudio no representativo hecho por Claudia Crummenerl para la consultora Capgemini, en el que se investigó la situación en cuatro países europeos, los Estados Unidos y la India. “En el estudio vimos que estar offline puede llevar al aislamiento, a la soledad o a un sentimiento de ineptitud. Casi la mitad de los encuestados sin acceso a Internet manifestaron, por ejemplo, que se sentirían más unidos a sus amigos y familia si pudieran acceder a la red. Y muchos piensan que además encontrarían trabajos mejor remunerados y podrían seguir formándose en su profesión. “Debido al cierre de escuelas y la transición a la enseñanza online los niños de hogares sin acceso a Internet o a una computadora fueron quedando cada vez más en desventaja. Y justamente para los niños es decisivo participar de la educación digital.” Los resultados coinciden con la encuesta alemana sobre digitalización, que reveló que en las escuelas no se ofrece suficiente formación digital. Sólo uno de cada tres alemanes cree que las competencias digitales transmitidas en la escuela son suficientes.
agosto 2020