Voces olvidadas  Siete feministas que debe conocer

Autorretrato de Inji Aflatoun en prisión, 1961.
Autorretrato de Inji Aflatoun en prisión, 1961. Foto (detalle): © Picture Alliance / Photoshot

Todos conocemos a Judith Butler y Beyoncé. Pero la mayoría de nosotras y nosotros nunca hemos oído hablar de muchas de las mujeres que han luchado por la igualdad a lo largo de la historia. Siete mujeres que debe conocer.

Cinisca (alrededor del 442 a. C. – año  de muerte desconocido)

Representación de Cinisca del año 1825 Representación de Cinisca del año 1825 | Foto (detalle): © dominio público Es cierto: no sabemos si Cinisca se veía a sí misma como una feminista, una activista por los derechos de las mujeres o una luchadora por la igualdad de derechos. Probablemente no, porque estos términos y conceptos no existían en la antigua Grecia, aunque algunos consideran hoy en día que Platón, contemporáneo de Cinisca, con sus reflexiones sobre las relaciones de género en su diálogo de la República, es un protofeminista. Pero lo que sí sabemos es que la rica princesa de Esparta era una apasionada de las carreras de carruajes, hasta el punto de convertirse en la primera mujer ganadora de unos Juegos Olímpicos (396 a. C.). Como oficialmente fue excluida de participar como mujer, utilizó hombres para su cuadriga o carro de cuatro caballos. Y así pudo recoger los kotinos, la corona de la victoria hecha con ramas de olivo, con los caballos que entrenaba, ya que según la normativa de la época, el premio iba a parar a los dueños de los animales. Cuatro años después repitió el mismo truco, volvió a ganar y nuevamente no le permitieron estar presente en el estadio. Como es bien sabido, los ilotas esclavizados tenían que realizar todas las actividades cotidianas para la élite espartana, a la que pertenecía Cinisca. Su privilegio de practicar un deporte, a diferencia de otras mujeres griegas, tuvo un alto precio. No le faltaba confianza en sí misma, ya que hizo erigir estatuas de bronce de ella y su carro tirado por caballos en el templo de Zeus en Olimpia. Su inscripción decía que ella era la única mujer en toda Hellas que había ganado esta corona. La victoria de Cinisca tuvo una gran influencia en sus compatriotas, muchos de los cuales, siguiendo su ejemplo, como los victoriosos Euryleonis, Zeuxo, Timareta, Cassia y Belistiche, también comenzaron a dedicarse a las carreras de carros. Pero hubo que esperar hasta 1900 para que a las mujeres se les permitiera oficialmente participar en los Juegos Olímpicos modernos, y al principio sólo en unas pocas disciplinas.

Juana Inés de la Cruz (1648–1695)

Retrato de Juana Inés de la Cruz hecho por Miguel Cabrera hacia 1750. Retrato de Juana Inés de la Cruz hecho por Miguel Cabrera hacia 1750. | Foto (detalle): © dominio público A los tres años había aprendido latín por su cuenta, a los cinco sabía contar y de adolescente dominaba los principios de la lógica griega: Juana Inés de la Cruz, nacida cerca de la Ciudad de México en 1648 como hija ilegítima de un capitán español y una criolla (descendiente de españoles en Latinoamérica) fue definitivamente una niña prodigio. Desde el principio se dio cuenta de cómo las mujeres estaban restringidas por la misoginia: sus intentos de disfrazarse de hombre cuando tenía 16 años para poder asistir a la Universidad de la Ciudad de México no tuvieron éxito. Rechazó varias ofertas de matrimonio y optó por una vida de monja para tener suficiente tiempo para sus estudios y transformar su monasterio en un salón intelectual. En sus escritos, que también escribió en la lengua indígena náhuatl, la erudita y poeta defendió valientemente el derecho femenino a la intelectualidad, a pesar de que sus superiores le ordenaron repetidamente que se dedicara únicamente a escritos religiosos. Su crítica a la misoginia de la época finalmente le valió la condena del obispo de Puebla. Tuvo que vender su colección de libros y limitarse a cuidar de los pobres, lo que le provocó enfermarse de peste, a la que pronto sucumbió. Tenía sólo 46 años. Fue olvidada durante siglos hasta que el premio Nobel Octavio Paz le dedicó un libro en 1989, marcando el comienzo de su redescubrimiento como una de las primeras protofeministas.

Dolores Cacuango (1881–1971)

Estatua de madera de Dolores Cacuango en Olmedo, Ecuador Estatua de madera de Dolores Cacuango en Olmedo, Ecuador | Foto (detalle): © Montserrat Boix/CC BY-SA 4.0 Al parecer nada predestinaba a Dolores Cacuango a convertirse en una de las activistas políticas indígenas y feministas más importantes de Ecuador. Creció en condiciones extremadamente pobres con sus padres indígenas, quienes tenían que trabajar como siervos sin paga en una hacienda. De sus nueve hijos, ocho murieron en la infancia debido a la falta de condiciones higiénicas adecuadas. Nunca aprendió a leer ni a escribir, pero cuando Cacuango tuvo que trabajar como empleada doméstica para una familia adinerada, notó la discrepancia entre sus hijos y los de padres indígenas: mientras que los hijos de los ricos iban naturalmente a la escuela, la educación para su comunidad no existía. Por lo tanto, Dolores fundó años después las primeras escuelas bilingües en las que a los niños indígenas se les enseñaba tanto en quechua como en español, y que fueron cerradas por la Junta en 1963, consideradas por ésta caldo de cultivo del comunismo. La propia Dolores fue en efecto una comunista orgullosa que, en su vejez, fue encarcelada por sus creencias. En 1930 fue una de las líderes de la huelga laboral de tres meses en Cayambé y, junto al activista Tránsito Amaguaña fundó en 1944 la primera federación de indígenas ecuatorianos, la FEI, para luchar por sus derechos. Hoy, la activista, también conocida como Mamá Dulu, es venerada como un ícono por las jóvenes indígenas y feministas de su tierra natal.

Rokeya Sakhawat Hossain (1880–1932)

Rokeya Sakhawat Hossain Rokeya Sakhawat Hossain | Foto (detalle): © dominio público Rokeya Sakhawat Hossain, más conocida como Begum Rokeya, fue una pionera del feminismo bengalí. En 1909 fundó la primera escuela para niñas islámicas en Bhagalpur, que trasladó a Calcuta dos años después. A esto le siguió en 1916 la fundación de Anjuman-e-Khawateen-e-Islam, la Asociación de Mujeres Islámicas. Además de su defensa de la educación femenina, que incluía ir de puerta en puerta para persuadir a las familias musulmanas de que enviaran a sus hijas a la escuela, escribió algunas de las primeras historias feministas de ciencia ficción. Diez años antes de que Charlotte Perkins Gilman publicara su utopía feminista Herland en Estados Unidos, Rokeya, que también publicó ensayos sobre igualdad, escribió El sueño de Sultana. Allí se invierten los roles clásicos de género: las mujeres dominan con la ayuda de tecnologías como los vehículos voladores, la energía solar y el control del clima. Y en esta visionaria historia tampoco falta el humor: la jornada laboral podría limitarse a dos horas, ya que de todos modos los hombres habrían pasado seis horas fumando. Actualmente, cada año, en su cumpleaños, el 9 de diciembre, Bangladesh celebra el “Día de Begum Rokaya”.

Inji Aflatoun (1924–1989)

Inji Aflatoun Inji Aflatoun | Foto (detalle): © Fair Use / Wikipedia ¿Qué puede inquietar a una niña de una familia rica de esta manera? Se dice que los espectadores contemporáneos de las primeras pinturas surrealistas de Inji Aflatoun se preguntaban esto con sorpresa. Fue contra su propia clase contra la que se rebeló la pintora egipcia y activista por los derechos de las mujeres. Aflatoun nació en El Cairo en 1924 en el seno de una familia musulmana tradicional y rica. Descubrió el marxismo en el Lycée Français de su ciudad natal y más tarde se unió a una organización juvenil comunista. Cuando tenía veintitantos años, ya escribía panfletos populares como Thamanun milyun imraa ma'ana (“80 millones de mujeres con nosotras”) o Nahnu al-nisa al-misriyyat (“Nosotras, las mujeres egipcias”), en los que vinculaba su análisis del sexismo con el del clasismo, ambos puestos en el contexto de la opresión imperialista. Durante la persecución de los comunistas por parte del presidente Gamal Abdel Nasser, incluso tuvo que ir a prisión entre 1959 y 1963. Si bien anteriormente había pintado principalmente retratos en un estilo influenciado por el cubismo y el surrealismo, mientras estaba en prisión se dedicó a la pintura de paisajes. Mantuvo estos temas incluso después de su liberación, para, como sospechan los historiadores del arte, contrarrestar con luz y espacio el encierro y las condiciones políticas. Hoy sus obras se pueden ver en museos y colecciones privadas de todo el mundo.

Ruth Bleier (1923–1988)

Ruth Bleier Ruth Bleier | Foto (detalle): © dominio público / Biblioteca Nacional de Medicina de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) ¿Es la ciencia siempre objetiva? La neurofisióloga estadounidense Ruth Bleier no lo creía y en su trabajo demostró de manera impresionante que los fundamentos de la biología están plagados de estereotipos de género. La hija de inmigrantes rusos trabajó como médica en el pobre centro de la ciudad de Baltimore hasta que el gobierno la consideró “antiestadounidense” debido a su apoyo al Movimiento por los Derechos Civiles y ya no se le permitió ejercer su profesión. Entonces Bleier comenzó a ampliar su educación en el campo de la neurofisiología y, entre otras cosas, trabajó para establecer los Women's Studies, Estudios de la Mujer, en su puesto lugar de trabajo, la Universidad de Wisconsin-Madison. A mediados de la década de 1980 publicó dos trabajos sobre los presupuestos estereotipados de género en biología: Ciencia y género: una crítica de la biología y sus teorías sobre las mujeres (1984) y Enfoques feministas de la ciencia (1986). Tras terminar su matrimonio, se declaró lesbiana y apoyó al restaurante Lysistrata, apto para lesbianas, en Madison, así como a la librería A Room of One's Own. Junto con su pareja Elizabeth Karlin, luchó por el derecho al aborto antes de sucumbir al cáncer a la edad de 64 años.

Maaliaaraq Vebæk (1917–2012)

Maaliaaraq Vebæk, 1982 Maaliaaraq Vebæk, 1982 | Foto (detalle): © Hans-Erik Rasmussen / Fair Use No fue hasta 1981 que se publicó la primera novela de una mujer groenlandesa. El contenido de Búsime nâpíneĸ (La historia de Katrine) arroja luz sobre por qué tuvimos que esperar tanto: el debut de Maaliaaraq Vebæk, hija del poeta y catequista groenlandés Josva Kleist, que recibió gran parte de su educación en Dinamarca, aborda la relación de poder entre Dinamarca y su colonia a través del destino de una mujer. Louise, una joven groenlandesa, conoce a un obrero danés en su país de origen y lo sigue a Dinamarca. Pronto descubre que allí nunca será reconocida como una igual debido a su género y sus orígenes. Conoce a una compatriota, Katrine, que finalmente se quita la vida a causa de esta exclusión. La segunda parte de la novela se estrenó en 1992 y trata sobre la vida de la hija de Katrine y el racismo que experimentó. Un tercer volumen planeado nunca se materializó. Vebæk regresó a Groenlandia después de su educación. Sin embargo, luego pasó mucho tiempo en Dinamarca con su marido danés, a quien también asistió en sus estudios etnológicos. Además de su activa labor literaria, Vebæk también se desempeñó como traductora y crítica literaria. En 1990 publicó Navaranaaq og andre: una historia de las mujeres groenlandesas.

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