Camila Sosa Villada  “Me importan poco las identidades”

Camila Sosa Villada
Camila Sosa Villada Foto: Laura Zanotti

La escritora argentina Camila Sosa Villada defiende el término “travesti” en oposición a la categoría “mujer trans”. Considera la “identidad una prisión” y afirma categóricamente: “La gente ama nuestro sufrimiento”.

Nacida en Argentina, un país donde la expectativa de vida de una travesti no supera los 40 años, Camila Sosa Villada (nacida en 1982), fue contra las estadísticas y se atrevió a sobrevivir. Y, tras sobrevivir, se atrevió a dar noticias de su supervivencia. Una de las revelaciones de la literatura latinoamericana contemporánea, Sosa Villada se basa en sus propias experiencias como travesti a principios de la década de 2000 para hacer literatura.

La violenta realidad de la prostitución a la que se vio sometida cuando empezó a vestirse de mujer y descubrió la “magia de ser ella misma” se traduce en un lenguaje crudo y ágil. Pero quien espera de sus relatos sólo sufrimiento y autocompasión, se verá frustrado rápidamente: también hay mucha irreverencia, humor y ternura en sus relatos.

Antes de su debut literario, Sosa Villada actuó en el teatro. El paso del mundo de la prostitución al escenario está narrado en un cuento de su más reciente libro, Soy una tonta por quererte (2022), donde asume la primera persona, pero nunca el mero relato autobiográfico. En la historia que da título a la colección, la autora abre espacio a la imaginación al narrar un encuentro sexual entre una travesti mexicana y la cantante Billie Holiday.
 

A mí me importan poco las identidades. Me importan las experiencias.

Asimismo, Las malas (2019), su aclamada novela ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz para escritoras latinoamericanas y nominada al premio LiBeraturpreis 2022 en Alemania, tiene un registro híbrido. A veces se acerca a la realidad, retratando la brutal cotidianidad del Parque Sarmiento, en Córdoba, Argentina, donde los travestis se inyectan silicona industrial por todo el cuerpo para protegerse de las “palizas” de clientes y policías; a veces se abre a lo fantástico, con personajes insólitos como un anciano travestido de 178 años, u otro que se convierte en pájaro, o otro más, un hombre sin cabeza. Al imbuir de lo sobrenatural una realidad insoportable, la autora parece resistirse a las expectativas de un puro relato testimonial y reclama para sí el derecho a la fábula y la posibilidad de ser una “narradora que engaña”.

Usted elige usar la palabra “travesti” en sus narraciones. ¿Podría hablar sobre el significado del término para usted?

La palabra travesti encierra una época, unos cuerpos, una clase social, un tipo de experiencia, incluso una impresión de mundo que ninguna otra palabra encierra. Digamos que decir “mujeres trans” no es tan poético como decir “travestis”. Es una palabra que inmediatamente resuena en el cuerpo de quienes leen u oyen. Digamos que decir “Mujeres trans” es hablar de una identidad y a mí me importan poco las identidades. Me importan las experiencias. A partir de la piel, a partir de la clase. Pero no por una identidad misma, que, por otro lado, se ha vuelto una cárcel donde las personas están tranquilas porque hacen coincidir su lenguaje con una imagen fácilmente reconocible.
  • Camila Sosa Villada Photo: Laura Zanotti
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Su literatura está inspirada en experiencias personales. En Soy una tonta por quererte, leemos que, “en la escritura, es inútil disfrazar una primera persona”. ¿Por qué es importante para usted asumirse como ese “yo” que escribe?

No es importante para mí asumir ese rol. Si doy esa imagen tal vez estoy escribiendo mal. A mí me importa la ficción. El objeto deforme de la ficción, como hacer una criatura cruel y espantosa a partir de restos. Como se hacen los sueños. A mí me importa el lugar que hago en la escritura, para mí, dentro de una historia. Una narradora que engaña.

Al poner la humanidad de los travestis, un grupo históricamente estigmatizado, en el centro de la historia, su escritura adquiere una carga política. Cuando se sienta a escribir, ¿le preocupa la dimensión política de su literatura?

No. Ni un poco. Vuelvo a decirlo: me interesa la ficción. Hacer una ficción es como sentarse a bordar, a pintar, a esculpir. Una hace una criatura con las manos. Con la libertad de liberarla, incluso sabiendo que carga una maldición. Lo que sucede con la lectura es ajeno a mí. No tiene ningún sentido tampoco. No podría responder por los lectores. ¡Imaginate que ni siquiera puedo responder por mí!

Al comienzo de Las malas hay una escena conmovedora: un bebé abandonado en el parque es encontrado y adoptado por Tía Encarna, una anciana travesti que tiene un “instinto maternal teatral”, pero el destino de la madre y el niño es trágico. ¿Sigue siendo tabú la maternidad travesti? 

No lo sé. En el libro lo es porque sitúa una ciudad en una época concreta. Ahora tengo muchas amigas travestis que han asumido el trabajo de maternar y todo está muy bien. Pero claro, en Las malas es fundamental para el fracaso de esa historia de amor entre El Brillo de los Ojos [el bebé adoptado] y la Tía Encarna, el hecho de que la sociedad se encargue del trabajo sucio.

¿Enfrentó resistencias en el mundo literario antes de comenzar a publicar? ¿Qué consejo le daría a los jóvenes autores travestis en ciernes?

No enfrenté resistencia. ¡Porque yo no quería publicar! [Risas] Yo escribía en Facebook casi como un diario público y algunas editoriales comenzaron a echarme el ojo. Me resistí mucho tiempo hasta que salió La novia de Sandro, que es un libro de poemas. Cada libro que escribí fue a partir de una invitación editorial. No al revés. Claro que yo tenía un reconocimiento muy pequeñito a partir de que soy actriz y todo eso, entonces podían asumir el riesgo de publicarme. Porque además en Facebok tenían la constatación de cómo reaccionaba la gente al leerme.

Claro que soy una persona difícil

Claro que soy una persona difícil, porque soy travesti, porque soy mal hablada, porque tengo menos escrúpulos a la hora de convivir, conversar, etc. En esos términos claro que hay una resistencia, pero no para publicarme. Iba a decirte que no tenía nada para decir a otras escritoras travestis. Tal vez no es respecto a las publicaciones y las editoriales, que son un juego aparte de la escritura. Pero sí tengo algo para decir: a la gente le encanta nuestro sufrimiento. Les encanta oír lo que decimos sobre nuestro sufrimiento. Nos empujan a hablar de identidad. Pero es mejor hacer monstruos.

Marguerite Duras, Wislawa Szymborska y Carson McCullers son citadas como influencias para usted. ¿Suele priorizar la literatura escrita por mujeres?

¡Sí!, pero es algo inconsciente. Me gustan más los temas que tratan las escritoras, o cómo los tratan. Siempre fuí así como lectora. Lo digo en El viaje inútil. Creo que las escritoras asumían el riesgo sabiendo que posiblemente nadie las leería. Ya no es así. Ahora publican muchas mujeres. Pero cuando comencé a leer no.

¿Cuáles son sus próximos proyectos literarios?

No tengo proyectos. Tengo compromisos. Un libro sobre el trabajo de los vendedores ambulantes. La reedición de la novela Tesis sobre una domesticación. Y escribir, ser esclava de la escritura.

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