Conciencia ambiental  ¿Es la sostenibilidad femenina?

¿El estilo de vida sostenible es femenino? Gotelind Alber observa una brecha de género en la conciencia ambiental.
¿El estilo de vida sostenible es femenino? Gotelind Alber observa una brecha de género en la conciencia ambiental. Foto (detalle): © Adobe

Las mujeres todavía se encargan de la mayor parte del trabajo doméstico. ¿Es la sostenibilidad en la vida cotidiana, entonces, sobre todo una tarea de las mujeres? Una entrevista con Gotelind Alber, experta en políticas climáticas con especial interés en cuestiones de género.

Hay un aspecto que por lo general omitimos cuando intentamos vivir de modo más sostenible: la perspectiva de género. ¿Por qué es tan importante tomar en serio ese enfoque cuando nos ocupamos de la sostenibilidad?

De hecho es una cuestión de justicia. En el debate sobre el clima estamos acostumbrados a hablar sobre la relación entre el Norte Global y el Sur Global. Ahí se da una situación injusta, ya que el Norte Global es el que más causa el problema y la tendencia es que el Sur Global lo sufre de modo creciente. Resulta interesante que algo parecido se produce en la relación entre los géneros. En todos los países las mujeres causan menos el problema, pero cada vez lo padecen más. Así, tenemos una situación injusta en relación con los géneros, y tenemos que abordarla.

Según sus observaciones, ¿hay diferencias entre los géneros en el compromiso y la defensa de la sostenibilidad? O para formularlo de modo provocador: ¿podría decirse que las formas de conducta sostenibles son femeninas?

En efecto, en nuestra sociedad las mujeres tienden a evidenciar una conducta más respetuosa del medio ambiente que los varones. Un ejemplo son los productos biológicos: las mujeres suelen comprar con más conciencia y pensando más en la sostenibilidad. O fijémonos en la movilidad: allí también las mujeres muchas veces toman decisiones más sostenibles, por ejemplo, usar los medios de transporte públicos o conducir autos más pequeños. A menudo son las circunstancias las que influyen esas decisiones. Puede ser que ellas tengan menos presupuesto o que en la familia solo haya un auto disponible. Entonces las mujeres recurren a alternativas, viajan en medios de transporte públicos o en bicicleta. La sostenibilidad es, en los hechos, un tema más importante para las mujeres que para los hombres.

¿A qué se debe que sean las mujeres sobre todo las que se esfuerzan de modo consciente por mostrar una conducta respetuosa del medio ambiente?

No es una cuestión de genética, sino que más bien parece estar vinculado al papel social. En nuestra sociedad, las mujeres a menudo están marcadas por un papel social y se las educa para preocuparse por los otros y, en consecuencia, también por la naturaleza. A esto se contrapone la imagen tradicional de la virilidad, que, si bien en las nuevas generaciones está cambiando, sigue profundamente arraigada en nuestra sociedad, pensemos en los autos gigantes o en el consumo de carne, cosas ambas que no son precisamente sostenibles. Las normas de género cumplen evidentemente un papel en el modo en que nos comportamos respecto al medio ambiente.

Las mujeres ya superan a los varones en el respeto al medio ambiente, pero se espera de ellas que se esfuercen todavía más.

En las familias a menudo las mujeres tienen una responsabilidad parecida a la de un encargado de proyecto. ¿Hasta qué punto la creciente necesidad de modos de vida sostenibles no refuerza la “carga mental” y la presión sobre las mujeres?

Las mujeres que realizan cuidados de trabajo y asumen la responsabilidad del hogar están afectadas por la falta de tiempo más que los varones, ya que en la práctica no disponen de un verdadero tiempo de descanso. Y las decisiones sostenibles exigen un trabajo suplementario. Reformular el consumo familiar respetando más el medio ambiente o tomar decisiones sostenibles en relación con la movilidad constituye, pues, un desafío adicional. En el debate ambiental feminista también se habla de la “feminización de la responsabilidad ambiental”. Esto significa que las personas que por lo general se encargan del trabajo de cuidado –y la mayoría son mujeres– son sobrecargadas con tareas extra. Las mujeres ya superan a los varones en el respeto al medio ambiente, pero se espera de ellas que se esfuercen todavía más.

¿Qué debe pasar para que la responsabilidad de la sostenibilidad no recaiga sobre todo en los hombros de las mujeres?

Necesitamos una división del trabajo más justa y una mayor valorización del trabajo de cuidado. El trabajo de cuidado sin retribución todavía no se ha calculado económicamente y por eso no se incluye en el producto bruto interno. Por ejemplo, cuando en Suiza se intentó cuantificar el valor de ese trabajo, se comprobó que superaba el del sector de los bancos.

Debe otorgarse, pues, más valor al trabajo de cuidado y de asistencia.

El cuidado no se vincula únicamente a la familia sino que puede referirse también al medio ambiente, la democracia y la convivencia en la comunidad.

Cuando las personas comparten una comida fortalecen la comunidad

¿Qué recomendaría para distribuir de modo equitativo la responsabilidad de la sostenibilidad entre todos los miembros de la sociedad?

Las comidas colectivas podrían hacer algún aporte a la sostenibilidad. En Barcelona ya hay cocinas comunitarias, una especie de cocinas populares. Estas podrían ser de verdadera ayuda no sólo en relación con la sostenibilidad sino también en relación con aspectos sociales. Cuando las personas comparten una comida fortalecen la comunidad y fomentan la cohesión social. También se podría reducir la carga de las mujeres en la familia repartiendo la responsabilidad de la cocina cotidiana en diferentes hombros. Y por último, pero no menos importante, es un ahorro de energía. Tales soluciones podrían ayudar a minimizar la presión sobre las mujeres y fomentar la igualdad de género.

¿Entonces usted ve potencial y una ventaja en el hecho de considerar en conjunto la sostenibilidad y las preocupaciones sociales?

Para mí lo social y lo ecológico siempre están vinculados. Los problemas ambientales son inseparables de los problemas sociales. No sirve de mucho afirmar –y aquí exagero– que debemos salvar el clima, pero no a los hombres. Necesitamos una transformación verdaderamente ecológico-social que considere ambos temas por igual. Por eso las medidas ambientales y contra el cambio climático deben examinarse sistemáticamente teniendo en cuenta sus consecuencias en las relaciones de género, para que esa política no aumente más la desigualdad.

No sirve de mucho afirmar que debemos salvar el clima, pero no a los hombres

 

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