En los años cincuenta, la moda de La Habana tenía glamour, color y era la favorita de las estrellas estadounidenses y del Caribe, hasta que la Revolución Cubana hizo de la industria de la moda una economía de la escasez. Ahora los diseñadores cubanos convierten la necesidad en un elemento creador.
Madelaine Munoa hace que cortinas desfilen por la pasarela. La joven diseñadora cubana fabrica prendas de verano a partir, por ejemplo, de cortinas recicladas. Las creadoras Daniela Hernández y Aslin Asencia bosquejan nuevas prendas a partir de retazos de tela y cuero que ellas han cortado y vuelto a unir. Aunque pocos lo sepan, los creadores cubanos son pioneros del “upcycling” o suprarreciclaje.
Cuando se habla de Cuba, pocos piensan en ecología y procesamiento de residuos, y menos en una meca de la producción de moda alternativa. La mayoría se figurará de manera estereotipada autos antiguos, música al estilo de Buena Vista Social Club o a Fidel Castro fumando un cigarro, pero también la miseria, la escasez y la política socialista que hasta hoy caracterizan a la vida cotidiana en la isla y su contacto con el mundo occidental.
Sin embargo, La Habana, capital de Cuba, es precursora en el superreciclaje. Aquí los residuos o los productos viejos se revalorizan y se los convierte en nuevas creaciones. No puede ser de otro modo. Pues la escasez impera en todos los ámbitos: industria, medicina, tecnología y, por supuesto, en los bienes de consumo. Es verdad que aquí también hay ropa barata de Asia, que se liquida de a montones en tiendas de descuento, pero los cubanos no conocen la costumbre de tirarla pasado un año. “En Cuba era y es común traspasar dentro de la familia las prendas de ropa y adecuarlas a la moda del momento”, escribe Michael M. Thoss, antiguo director de la Oficina de Representación del Goethe-Institut en Cuba en su libro Upcycling Havana. Traspasar no significa aquí llevar jeans desgastados o buzos descoloridos, sino darles a los diferentes materiales una vida nueva.
No se tira ni un pedazo de tela
Los debates occidentales están marcados por tendencias como sustentabilidad, economías circulares y moda lenta. Las tiendas de segunda mano ya están afianzadas en todo el mundo y son accesibles a cualquier persona que quiera vivir de modo más ecológico. También en el campo de la moda la tendencia es alejarnos del sistema de consumir y desechar, y acercarnos al suprarreciclaje. Marcas famosas como Chanel o Louis Vuitton, cadenas como H&M o fabricantes de ropa deportiva como Adidas promueven cada vez más las prendas hechas a partir de material reciclado.
Para los cubanos es algo cotidiano. Las marcas jóvenes están conquistando metrópolis internacionales y muestran que el viejo modelo de reutilización es mucho más que la consecuencia de la escasez. Y esto es posible porque en Cuba el diseño de moda y la costura son unas de las pocas actividades que no están controladas por el Estado. Es decir que, teóricamente, los diseñadores pueden ofrecer sus mercancías libremente. En los hechos, sin embargo, no resulta tan fácil, dice Michael M. Thoss: “Como abrir legalmente una tienda de ropa es difícil, los creadores cubanos trabajan en sus casas y venden en el extranjero a través de Internet”. Por culpa de la burocracia, la mayoría de las veces se tarda demasiado en abrir una tienda y además cuesta un montón de dinero. Por eso, los cubanos, igual que los pequeños empresarios de todo el mundo, usan Internet para vender. Aunque debido al embargo estadounidense no pueden atender mercados como los Estados Unidos o Europa, sortean esa dificultad con un truco simple: “Amigos y familiares llevan algunas prendas en sus viajes al extranjero, sea a Estados Unidos o a Europa, y las venden directamente allí.”
El gobierno no está en contra de eso, “al contrario, se alegran porque entran divisan al país”, dice Thoss. Donde no hay abundancia, las personas se vuelven creativas. “El 96% de los puestos de trabajo es estatal y las personas ganan 50 dólares por mes. No alcanza para vivir. Los precios de artículos cotidianos y productos de consumo importados aumentan cada vez más y la inflación es alta”. Así, en Cuba todo tiene una segunda vida. “Aquí no se desecha nada. No se tira ni un pedazo de tela, no importa de qué material esté hecha la prenda.”
Esto se observa de modo notable en los modelos de las diseñadoras Alain Marzan y Camila Aguilar, que apuestan a una mezcla de tela de jeans y motivos tropicales. Las dos participan del proyecto HavanaTrapo: en 2022 la Universidad Tecnológica de Berlín, con la catedrática Josephine Barbe, y el Goethe-Institut reunieron a trece diseñadores y diseñadoras cubanas para “reducir los derivados perjudiciales para el medio ambiente y al mismo tiempo fabricar prendas de mejor calidad y más duraderas.” Con la iniciativa también se enfatiza que “el suprarreciclaje no es solo reciclaje sino un uso ético de nuestros limitados recursos naturales”.
“Mis talleres de moda sustentable son la reacción a una industria que ha perdido toda medida, está desquiciada y se basa en un gigantesco desperdicio de recursos naturales”, escribe Josephine Barbe. “Por eso, en mis talleres el objetivo es diseñar ropa que enfrente esa sobreexplotación y se base en el principio del suprarreciclaje”.
Creaciones diversas: femeninas, queer y afrocubanas
HavanaTrapo presenta la diversidad de la sociedad cubana y su mercado de la moda. “En el proyecto había profesores de institutos de diseño de indumentaria y simples costureras de barrio”, cuenta Michael M. Thoss. De ese grupo heterogéneo surgió la multiplicidad: por ejemplo, moda queer y feminista. La diseñadora Dora Jorrin deja que su propia experiencia familiar se cuele en sus creaciones. Junto con su hija transexual, que es modelo, crean perspectivas queer de la moda. En las prendas también se refleja con fuerza la cultura afrocubana. Los motivos y dibujos evocan los patrones y cortes africanos y las modelos llevan creativos peinados afro.
Como los tejidos escasean, en el futuro Cuba podría convertirse en un laboratorio experimental de tejidos alternativos: cáñamo, bambú, que crecen rápida y abundantemente en Cuba o algas, que flotan en las playas. Estas fibras alternativas podrían resultar interesantes para la industria tradicional de la moda más allá de la isla.
“La industria textil convencional es una de las más contaminantes del mundo y es responsable de una parte considerable de las emisiones totales de CO2”, escribe Michael M. Thoss. Pero también usar los recursos locales es importante para mantener a los diseñadores en el país. Cuba, dice Thoss, perdió en el último año y medio casi el cuatro por ciento de la población, en su mayoría “personas jóvenes, dinámicas” que se necesitan para la economía y el desarrollo del país. Con este proyecto, él y su coeditor cubano, Boris Antonio Perez Vasquez, quieren reforzar las iniciativas privadas frente al plan económico estatal, y animar a los diseñadores a fundar sus propias marcas: “Queremos mostrar que en Cuba también hay alternativas de negocios y un gran potencial, es decir, motivos para quedarse en la isla”.
El proyecto de suprarreciclaje “HavanaTrapo” en Cuba pudo realizarse gracias a fondos especiales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania.
“Upcycling Havana”
apareció en la editorial Hirmer, editado por Boris Perez Vasquez y Michael M. Thoss, ochenta páginas, con el lema de “La Habana para creadores de tendencias: guía fashion de la innovadora metrópolis caribeña”. Esta guía de viaje, además de los puntos turísticos de La Habana, invita a echar un vistazo a los mejores diseños de moda y a escogidos hitos arquitectónicos, bares y tiendas, en los cuales pueden percibirse los cambios que están transformando la activa ciudad en una metrópolis moderna. Más sobre Upcycling Havanna.
noviembre 2023