Es una ceremonia en cuatro pasos que se repite, puntualmente, cada año, desde que comenzó la tan residual como estimulante relación entre Pantalla Pinamar, el Encuentro Cinematográfico Argentino-Europeo organizado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de la Argentina, y el Instituto Goethe de Buenos Aires.
Primer paso, en agosto: visita, como Director de ese festival, al emblemático edificio de la Avenida Corrientes, y café con Inge Stache, precisa y brillante gestora de la Cinemateca del Goethe, a efectos de vislumbrar con ella títulos alemanes posibles para nuestra edición venidera. Segundo paso, entre agosto y septiembre: visualización de los films propuestos y elección de un par de ellos. Tercer paso, cruzando de año, en febrero: espera ansiosa de las copias, que llegan desde su origen con germana puntualidad. Cuarto paso, en marzo: presentación de esas obras en Pantalla Pinamar, como parte del lote de inéditos preciosos reunidos en la sección “Un Día, un Film”, a sala llena, y con infalibles halagos posteriores que se abrazan con las habituales expectativas previas.
En estos días he empezado a acariciar, para plasmar en 2018, la idea de volver a matizar estas saludables rutinas con otro capítulo, el tercero, íntegramente dedicado por nuestro evento al cine alemán. Y he revivido los sueños y los esfuerzos, la suma de tensiones y los goces ulteriores compartidos entre el Goethe, la Embajada de Alemania, la delegación local de German Films y nosotros en la segunda de aquellas presentaciones especiales. Fue en 2015. Y una ecléctica programación formada por “Westen”, de Christian Schwochow; “West Wind”, de Robert Thalheim, y “Zeit der Kannibalen”, de Johannes Nabel, conseguimos, entre todos, que se coronara con el memorable preestreno nacional de “Phoenix”, sublime melodrama del genial Christian Petzold. Encima, introducido por una de sus dos grandes y, por el resonante éxito mundial de la película, requeridísimas actrices. Esa Nina Kunzendorf, cuya poco probable visita - apenas, una ilusión - me había sido emocionadamente confirmada por Inge.
Otra vez el Goethe lo había logrado. Siempre lo logrará otra vez.