Roberto Collío en Leipzig
La primera película del chileno Roberto Collío, “Muerte blanca”, ganó el premio mayor en la categoría Animadok del festival DOK Leipzig. A su regreso, Collío comentó su positiva experiencia en el certamen, sobre todo por las instancias de diálogo con el público.
Roberto Collío quiso ser dibujante de cómics y siempre tuvo gran interés por la música. Hace una década descubrió a Hitchcock y se apasionó por la forma de hacer cine. Después de tomar un año sabático, decidió estudiar cine en Buenos Aires. Terminó desencantado. No le convenció entrar a un universo competitivo, sino le interesaba más hacer cine siguiendo intereses personales y artísticos. “Por eso aconsejaría estudiar arte antes que cine. Hoy en día, con las tecnologías digitales, cualquiera puede tomar una cámara.Se puede empezar sin saber nada, el proceso de filmar es reflexionar sobre el hacer”. En Chile fue sonidista de otros destacados proyectos documentales, como “Los castores” (2014, ganadora en el FICValdivia (Festival Internacional de Cine de Valdivia)) o “El vals de los inútiles” (2013), antes de abordar su ópera prima. A continuación, nuestra entrevista:
Mi primer trabajo artístico fue en Buenos Aires, donde dirigí un cortometraje. Pero fue en Chile cuando empezó mi carrera artística. A mi regreso, mi único contacto era Isabel Orellana, quien estaba muy bien conectada en el medio. Mi primer trabajo con ella fue la realización de sonido para su proyecto de titulación, “Memorias del viento” con Katherina Harder, donde exploré el diseño sonoro de modo más bien experimental. Se considera un trabajo sobre todo técnico. Pero en las escuelas no abordan que el cine es un cincuenta por ciento imagen y un cincuenta por ciento sonido. Es por eso que “Muerte blanca” tiene una gran carga sonora. En la animación se tiene que recrear todo, también los sonidos, permitiendo expresar narrativas de forma diferente. Para mí, la verdadera exploración del sonido ocurre cuando éste atraviesa las nociones de “real” y “recreado”, manteniendo un mismo carácter en ambas dimensiones, exponiendo la narración como la ilusión que es.
Vi los hechos en televisión, luego seguí leyendo al respecto, puesto que la búsqueda de los soldados muertos duró un mes. En ese momento no pensé en que podría hacer una película de esta tragedia. Tiempo después, leí un artículo donde montañistas hablaban de la muerte blanca, una ensoñación por hipotermia, que hace caer en alucinaciones. Esa idea se quedó conmigo. Si me comprometía con algo para una película, quería que fuera más grande que yo. Todos los que murieron nacieron el mismo año que yo. Y con esto me refiero a una forma de girar la mirada hacia los problemas de cierto segmento de la juventud chilena con la cual he tenido cercanía, y representa en abstracto la relación que ofrecen las instituciones para con los sueños y esperanzas de la juventud. Además, quise desafiar la idea del documental informativo con entrevistas. Como dice Herzog, un documental no entrega información contable. Cuando la historia se transforma en datos, se relega la emoción y la gente lo va a olvidar. Estos son temas humanos, con un lenguaje que todos entendemos. Es lo que me interesaba desarrollar.
Leipzig me gustó mucho. Era el lugar natural para ir por la sección Animadok. Los alemanes fueron muy amables y respetuosos. Me gustaron mucho las instancias de diálogo con el público y la sección “Meet the director”, donde la organización también se preocupó de que el diálogo fuera fluido, y a la vez, mucho más reflexivo.Son conversaciones honestas que no se dan mucho en la vida cotidiana.
Sí, conocí a una señora que tuvo amigos chilenos desaparecidos en el Estadio Nacional, y pudo sentir ese espíritu en mi generación. También entendí que mi película recoge el espíritu de los pacifistas de Leipzig en el cine. Se trata de tomar posturas y hablar sobre temas políticos utilizando la animación e introduciendo poesía. Se trata de informarse sobre temas que ocurren, en los que hay brechas que permiten imaginar y crear. También conocí a dos señoras alemanas que estuvieron en Chile (en Santiago y Antofagasta) antes del Golpe. Y fuera del festival tuve la oportunidad de conocer a otros estudiantes alemanes, que viven con un chileno que lleva ocho meses en Leipzig. Eran tan traviesos como nosotros.