Dirección: Narges Kalhor, 2019, 76 min., Alemania
En el nombre de Sherezada o el primer biergarten en Teherán
Incluso después de miles de noches, Sherezada sigue teniendo mucho que contar: de cómo se fabrica cerveza en Teherán, de ser reducida a las raíces afganas, de la enmarañada burocracia alemana que resulta todavía mucho más impenetrable si estás pidiendo asilo que si estás filmando un documental. Un corro narrativo-documental entre risueño y absurdo en torno a Alemania y su imagen del Oriente.
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Sobre la película
La Sherezada animada de la acción-marco sigue teniendo todavía mucho que contar: de un adolescente homosexual proveniente de Siria temeroso de que rechacen su solicitud de asilo en Alemania; de una artista nacida en Berlín que habla solamente alemán, a quien sin embargo todo el tiempo están remitiendo a sus raíces afganas; de una mujer de origen iraní, fabricante de cerveza, que desea implantar en Teherán la cultura cervecera bávara (en este caso sin alcohol) que ella conoció como estudiante en Múnich; y de la propia directora del filme, quien durante el rodaje mantiene un tira y afloje constante en torno a este documental con un docente, de quien oímos la voz en off, pero a quien no llegamos a ver.
Con fino humor y mucho olfato para las situaciones absurdas propias de la cotidianeidad alemana, la directora Narges Kalhor deconstruye no sólo la imagen de Oriente que se tiene en Alemania, sino también la idea mayoritaria sobre cómo debe ser un documental. Se trata de un filme sobre contar cuentos y al mismo tiempo la búsqueda que de su propia identidad hace la cineasta, ella misma inmigrada de Irán a Alemania.
Comentarios de prensa:
“Érase una vez un país con una larga historia, historias de mil y una noches. Érase una vez Irán, la cuna del arte de elaborar cerveza. Un momentito…, ¿cómo? Sí, en la zona occidental del actual Irán se fermentaba cerveza ya unos cinco mil años atrás… al menos eso dice Wikipedia.
Y ese es justamente el gancho del filme En el nombre de Sherezada o el primer biergarten en Teherán. Narges Kalhor – ella misma iraní migrada a Alemania – presenta al festival de cine internacional DOK de Leipzig una película rebosante de buen manejo histórico, de situaciones absurdas entre Oriente y Occidente, y de deconstrucción irónica del propio formato fílmico elegido. (…) Es una película muy graciosa. Son muchas las escenas en las que el espectador duda si lo que ve es realmente un filme “documental“ o un mockumentary. Pero no, por cierto Kalhor juega grácilmente con esa franja de incertidumbre. Muchas de las escenas son absurdas hasta el límite de lo soportable, pero nunca lo traspasan (salvo quizá aquella escena de una estereotipada performance artística, en la que unas muñecas sexuales inflables orinan sobre la performerin que acaba de quitarse el velo, pero también aquí el filme exhibe gran autoironía).
Ello vale entre otras cosas también para el metanivel del filme, el que se abre una y otra vez: un docente ficticio de la academia de cine de Kalhor continuamente hace que detengan la filmación en curso. Con la imagen detenida, él comenta qué es lo que supuestamente no funciona en la película. Sus comentarios son por demás “alemanes“, esto es: aparatosos y paralizantes desde el punto de vista estilístico, y suscitan cierta vergüenza ajena. Entre medio, la directora modifica por completo la dramaturgia y empieza a contar de nuevo su historia, esta vez tal como se lo imagina el docente.
Es decir que Kalhor de pronto reconstruye su película con la forma que a los ojos de su docente debe tener un filme documental puro. Al hacerlo no deconstruye efectivamente su propio medio de comunicación para someterlo a la observación crítica de otro, no. Por el contrario, la apertura a este metanivel de la película le otorga una libertad y una dosis de humor pocas veces logradas.“
(Maximilian Enderling, radiomephisto.de, 28.10.2019)
Narges Kalhor en entrevista con Behrang Samsami, Politik & Kultur 06/2019:
Behrang Samsami:
En 2009 usted dejó su país a raíz de su compromiso político en el marco del Movimiento Verde, y emigró a Alemania. Usted ya había rodado algunas películas en Irán. ¿Cuáles son, en su opinión, las diferencias principales entre hacer cine en Irán y hacerlo en Alemania?
Narges Kalhor: En Irán es así: si no te autorizan el filme, no tienes ninguna chance de recibir apoyo estatal ni grandes productores. En ese caso la película deberá ser financiada en forma privada, generalmente quienes producen son quien dirige la película y/o sus parientes, porque no hay otra forma. También puede pasar que hayan aceptado la primera versión e incluso la película terminada, pero eso no asegura que tu filme llegue a las salas de cine. Hay películas de buena calidad que pasan diez o más años en el Ministerio de Cultura en Teherán esperando ser autorizadas. Pero una vez que las exhiben en los cines, tienen mucho éxito y quedan un buen tiempo en cartel. Por ejemplo, mi hermana se fue a medianoche a la última función de una película que a ella le importaba mucho ver. Quiero decir que los iraníes saben si están dando una película buena y a la que no tienen acceso, entonces luchan para poderla ver. (…)
¿Tiene la sensación de que sobre usted como directora de cine pesan expectativas particulares por hallarse exiliada?
Si tu lengua materna no es el alemán, en Alemania tienes más independencia que la gente de Alemania. Tenemos acceso a algo que la mayoría de la gente en Alemania no conoce. Mi experiencia es que la gente en Alemania se muestra muy interesada. Pero es cosa de suerte. Casualmente conocí a un artista iraní llegado hace bastante tiempo como refugiado a Alemania. Nadie lo conoce, a pesar de que pinta unos cuadros abstractos fenomenales. Me pregunté a qué se debe eso, y es que aquí nadie espera de un iraní que pinte ese tipo de cuadros. Porque también los pintores alemanes pueden hacer pintura cubista o abstracta. En lo que a mí respecta, cuando hago películas experimentales, lo que en Alemania cualquiera puede hacer, tengo mucha gente compitiendo conmigo. Pero si le interpolo una miniatura iraní con dos frases en farsi, me coloco en una categoría de cien personas.
En el nombre de Sherezada juega justamente con ese engarce de “fragmentos exóticos“. En una escena, los asistentes a una exposición de arte rodean a una artista de cabellos ondulados y tez oscura. Una curadora la presenta y luego le toca al público hacer preguntas o comentarios. En ese momento caen piedritas de la instalación, unas muñecas inflables de goma que cuelgan desnudas en lo alto. La artista intenta explicar su forma de proceder y su actitud. Se puede considerar que el conjunto funciona como una crítica a los clichés y las expectativas que una mayoría de la sociedad alemana tiene respecto a las personas “exóticas“.
Al mismo tiempo, la película juega con esos estereotipos, y también los satisface a fin de lograr éxito de público.
Correcto. De ahí el título En el nombre de Sherezada o el primer biergarten en Teherán. Al final, cuando la cámara retrocede, muestro todo lo que no es como se acaba de afirmar: la cerveza no proviene de Irán. Pero los espectadores van al cine justamente porque desean ver la película ‘Biergarten en Teherán’. Todo eso fue elegido deliberadamente. Steinbrecher, el docente tutor que se oye en la película todo el tiempo solamente en off, dice que el título de la película tiene que tener algún vínculo con el país de origen de su directora. Yo critico no solamente las expectativas occidentales, sino también a mí misma. Critico a la artista con las muñecas de goma y también a aquellas/os que no tienen nada que ver con el Oriente Medio y sin embargo producen “arte de Oriente Medio“. A ellas/ellos me gustaría decirles esto: “Ustedes no saben el idioma. Quizá nunca han estado allá. Y si estuvieron, se compraron unos calzones en un bazar del sur de Teherán y de regreso a casa en Europa los colgaron e hicieron todo un show con ellos. Tienen éxito, en los diarios escriben sobre ustedes o los entrevistan. Pero lo cierto es que ustedes están quitándole su lugar a los verdaderos artistas de Oriente Medio que están en algún sótano creando algo sin que nadie en Occidente se entere.“
Esa palabra clave: “Heimat“, la tierra natal. En la película la directora afirma que tiene dos tierras natales: Baviera e Irán. ¿Eso vale también para usted?
Después de diez años en Múnich no desarrollé un sentimiento de verdadera pertenencia, de que también esa fuera mi tierra. Manejo la lengua, puedo comunicarme con la gente. Pero la cultura alemana fue muy pero muy difícil de aprender. Los primeros tiempos tuve muchos amigos alemanes. Diez años después, la gran mayoría de mis amigos tiene un trasfondo migratorio. Mi esposo es estadounidense. No necesito un sustituto de Irán. Me las arreglo bien así. Es lo que hay.
Frederik Lang (16.07.2020)
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