Efectos de la crisis
Brasil experimenta el retorno de la derecha
La crisis económica favorece el ascenso de políticos de extrema derecha en Brasil y así surge una avalancha de discursos conservadores que llegan hasta el elogio de la dictadura y de los regímenes totalitarios.
Al igual que en otros países, la extrema derecha avanza en Brasil. Entre otros ejemplos, está el dato revelado por una reciente encuesta del Instituto Datafolha: el diputado federal Jair Bolsonaro (PSC-RJ), conocido por sus tendencias ultraconservadores, goza del 8 por ciento de intención de voto para las elecciones presidencial de 2018. Y más aun: el político resulta ser el candidato preferido de las capas más ricas del país, aquellos que tienen un ingreso familiar mensual superior a diez salarios mínimos y que corresponden a un 5 por ciento de la población brasilera.
Bolsonaro no es una figura aislada. De acuerdo con el Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria (Diap), el congreso elegido en 2014 por los brasileros es el más conservador desde 1964, año en que comenzó la dictadura militar. “La importancia alcanzada por Bolsonaro indica que la extrema derecha está creciendo en Brasil, estimulada por su acercamiento a una derecha conservadora que está representada en la bancada evangélica del Congreso Nacional, que se opone a los avances en derechos humanos, sobre todo en lo que se refiere a las minorías”, observa el sociólogo José Ricardo Faleiro Carvalhaes, catedrático de ciencias sociales de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais.
Conservadurismo y radicalización del discurso
Con él acuerda el historiador Marcos Napolitano, profesor del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de San Pablo. “La extrema derecha nunca tuvo tanta presencia en el sistema político brasilero como en el contexto actual y se alimenta de tres vectores: conservadurismo, autoritarismo y elitismo”, dice Napolitano. “La sociedad brasilera tiene un perfil conservador y no incorporó la democracia a su vida cotidiana. Basta ver el desprecio que amplios sectores de la población tienen por los derechos humanos, que son uno de los pilares de la vida democrática”, agrega.Para la socióloga Ana Cristina Braga Martes, profesora de sociología de la Escuela de Administración de Empresas de San Pablo de la Fundación Getúlio Vargas, la polarización que se está produciendo en Brasil entre derecha e izquierda también favorece el surgimiento de políticos con discursos radicales, que exaltan a la dictadura militar o quiere, por ejemplo, restringir la libertad de expresión o de organización. “Sin embargo, es importante recordar que la gran mayoría de los brasileros parece no identificarse con ninguno de los dos polos”, dice Braga Martes.
Línea dura
El coqueteo con ideologías fascistas no es una novedad en la sociedad brasilera. En 1955, por ejemplo, el candidato Plínio Salgado obtuvo el 8,3 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales. Dos décadas antes, al frente de la Acción Integralista Brasilera, había defendido con vehemencia el antisemitismo y otras posturas próximas al nazismo alemán o al fascismo italiano.Con el fin del régimen militar, la derecha conservadora y, en consecuencia, también la extrema derecha, permaneció en las sombras. “La situación cambió en los últimos años”, observa Carvalhaes. Y alerta: “Bastar recordar las pancartas y carteles vistos en las manifestaciones contra Dilma Rousseff, que pedían el regreso de la intervención militar y elogiaban la represión política contra grupos de izquierda armada en el período de la dictadura”.
Cabe mencionar que en abril último, cuando se votaba el inicio del proceso de impeachment contra Dilma Rousseff, Bolsonaro se convirtió en noticia en medios nacionales y extranjeros al celebrar la memoria de Carlos Alberto Brilhante Ustra. El homenajeado fue un coronel del ejército acusado de torturar y asesinar a militantes de izquierda durante la dictadura militar (1964-1985)… entre ellos a la propia Dilma Rousseff.
Efectos de la crisis
Es curioso observar que la expansión de la extrema derecha se produce cuando la izquierda está en crisis en Latinoamérica. “La difícil situación económica y el fin del ciclo de los commodities debilitaron a los gobiernos de izquierda del continente, pues afectaron la capacidad del Estado para distribuir la riqueza entre los más pobres y al mismo tiempo mantener el nivel de rendimiento y acumulación de los más ricos, que jamás fueron realmente afectados”, analiza Napolitano.“No es casual que la clase media pasara a ser una fuerza de choque de la derecha. Desde 2012 fue el grupo que más sintió el impacto de la crisis y, azuzada por los medios conservadores, culpó a los gobiernos de izquierda”, agrega el historiador.
Juego democrático
En este escenario, ¿cuáles son las chances reales electorales de los candidatos de extrema derecha, si se cumplen sus expectativas más ambiciosas? “Pienso que estos sectores aumentarán el número de representantes parlamentarios en las próximas elecciones, pero todavía no son capaces de alcanzar la presidencia de la república”, conjetura Carvalhaes.De cualquier forma, como recuerda Martes, para profundizar la democracia tenemos que tolerar y convivir con políticos como Jair Bolsonaro. “Esa es una de las paradojas de la democracia: garantizar el derecho de organización y expresión, inclusive de aquellos que combaten ese derecho. El límite de ese juego político está dado por la Constitución de 1988. Incitar a la violencia, por ejemplo, es un crimen. Y los crímenes no deben ser tolerados”, concluye.