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Diálogo con Tiago Peixoto
“Solo mejoraremos la democracia con más democracia”

Las instituciones democráticas no acompañaron el ritmo de la evolución social y tecnológica y permanecen inertes, ancladas en el comienzo del siglo XX. Pero de todos modos son muchas las herramientas accesibles para ejercer la ciudadanía en los días actuales.

De Ana Paula Orlandi

El politólogo Tiago Peixoto*, especialista sénior del sector público en el Banco Mundial, es uno de los invitados al panel “Inercia”, en el marco del proyecto Tramas Democráticas. En la entrevista que puede leerse a continuación, Peixoto se refiere a la crisis de representatividad en la política mundial y sugiere algunos caminos con miras mejorar el panorama, tanto en lo presencial como en lo digital.  

Tú has estudiado una serie de iniciativas relacionadas con el uso de las tecnologías digitales con enfoque en el incremento de la participación y en la inclusión de los ciudadanos en los procesos políticos. ¿Cómo se relaciona esto con “la inercia”, uno de los temas del proyecto Tramas Democráticas?

Los que los estudios muestran es que, en la actualidad, con internet, y en particular a través de la utilización de los medios sociales, los ciudadanos aspiran a tener una voz más activa, incluso en la política. Sin embargo, las instituciones democráticas no han acompañado el ritmo de esa evolución social y tecnológica, y siguen ancladas en el comienzo del siglo XX, en estado de inercia. Aun así, y tal como se escucha habitualmente, “las instituciones siguen funcionando”, pero siguen funcionando exactamente de la misma manera, en gran medida por inercia. Es importante destacar que no estoy diciendo que las instituciones democráticas actuales constituyan una mala idea; lejos de ello: son fundamentales para la existencia del Estado Democrático de Derecho, pero necesitan evolucionar. 

En general, las estructuras democráticas siguen siendo esencialmente las mismas: cada cuatro o cinco años, los ciudadanos eligen a un candidato, sin contar con espacio real de participación en este ínterin. Más allá de ello, hoy en día es un hecho establecido que, en ausencia de mecanismos complementarios, el modelo de democracia electoral se vuelve excluyente y genera distorsiones a favor de las minorías privilegiadas. 

En Brasil, por ejemplo, basta con ver de qué manera la composición de la Cámara de Diputados se encuentra en descompás con relación al perfil de la población brasileña. Un artículo periodístico elaborado por la propia Cámara Baja en enero de 2019 indicó que, aunque las mujeres constituyen la mayoría de la población del país (un 51,5%), la representación femenina en ese recinto legislativo se restringe al 15%. Las personas negras y pardas también se encuentran subrepresentadas allí, con tan solo un 24,3% del total de diputados. 

¿Esta desigualdad se observa en otros lugares del mundo?

En efecto. En Estados Unidos, por ejemplo, los millonarios componen el 3% de la población, pero constituyen la mayoría en el Congreso. La participación mundial femenina en el poder legislativo no supera el 24% en promedio, pese a que las mujeres corresponden a la mitad de la población global. Esto sería menos problemático si los representantes elegidos obrasen de manera equitativa con relación a los grupos socioeconómicos a los cuales no pertenecen. 

Pero no es eso lo que los estudios del área demuestran. Puede verse que los intereses de las clases prósperas son sistemáticamente mejor representados en las democracias de todo el mundo, por ejemplo. Y no se trata de un tema partidario, ni ideológico, o de un país en particular, sino de una característica estructural del modelo representativo basado en elecciones. Combínese esto con un proceso de desigualdad económica creciente y empezaremos a entender una de las razones de los niveles récord de insatisfacción con respecto a la democracia en el mundo. 

¿Cuál sería la solución para minimizar estas distorsiones de representatividad que genera el proceso electoral?

No existe una fórmula, pero veo que una de las posibilidades más prometedoras en tal sentido es la adopción de un proceso deliberativo conocido como asamblea ciudadana. Si bien existen diferencias entre los modelos que se han implementado en cada país, estos consejos constituidos por el poder público hacen posible la participación directa de grupos de ciudadanos en el proceso de toma de decisiones referente a las comunidades donde viven. En común existe el hecho de que cada grupo está compuesto por ciudadanos seleccionados aleatoriamente, por sorteo, para intentar garantizar que ese conjunto de personas represente efectivamente a un microcosmos de la población local. Es un proceso basado en el diálogo y en el respeto, en el cual los ciudadanos tendrán acceso a los datos, a los hechos y a las evidencias sobre un determinado tema y que expertos se los dan a conocer desde diversos puntos de vista. Por último, los resultados de las deliberaciones del grupo se les envían a las autoridades competentes, ya sean del Parlamento o del Poder Ejecutivo. 

Desde la década de 1980, este modelo ha venido creciendo de manera exponencial en el mundo y solamente en lo que va de este año se han puesto en marcha más de 70 iniciativas. Poca gente sabe que el referéndum sobre el aborto que se realizó en Irlanda en el año 2018 surgió en una asamblea ciudadana. En 2019, la Convención Ciudadana del Clima, creada por el gobierno francés, reunió a 150 personas para formular propuestas de combate contra el calentamiento global. En Brasil, el colectivo Delibera Brasil y la Municipalidad de Fortaleza materializaron el Consejo Ciudadano sobre Residuos Sólidos de esa ciudad, también en el año 2019. En tanto, el Consejo de Ciudadanos de Ostbelgien, en Bélgica, se transformó en una estructura consultiva permanente del parlamento regional también a partir de septiembre de 2019.

¿Cómo comprometer políticamente a los ciudadanos en tiempos de crisis de la democracia y de descrédito en el sistema político? 

En términos mundiales, los ciudadanos se muestran comprometidos políticamente. Entre 2015 y 2018, la cantidad de manifestaciones populares creció ostensiblemente, tal como lo atestiguan los datos del Varieties of Democracy Project. A mi juicio, el gran reto consiste en expandir los espacios institucionales para que los ciudadanos puedan manifestar sus ideas y contribuir en forma positiva con la sociedad. Solo vamos a mejorar la democracia con más democracia. 

¿De qué manera puede influir el compromiso digital de los ciudadanos en la mejora de los servicios públicos? ¿Qué han hecho las instituciones para moverse en esa dirección?

Un ejemplo de ello es la plataforma virtual challenge.gov, creada por el gobierno de Estados Unidos a comienzos de la década de 2010, que lleva adelante acciones de crowdsourcing, en las cuales las personas proponen soluciones referentes a problemas que no han sido solucionados por las autoridades del país, premiando a las mejores ideas. Otra medida prometedora es el proceso de iniciativas populares finlandés, con una plataforma online que les permite a los ciudadanos proponer y votar proyectos de iniciativa popular digitalmente. 

En Brasil existe sin lugar a dudas una riqueza de iniciativas. La aplicación Mudamos, similar al modelo finlandés, constituye un gran avance con miras a facilitar la recolección de firmas en el marco de proyectos de ley de iniciativa popular. La red Nossas es líder mundial en utilización de tecnologías de ayuda a la participación ciudadana concernientes a temas públicos. Existen también iniciativas de presupuestos participativos multicanales, que combinan participación online y offline para darles más oportunidades a los ciudadanos de ejercer sus voces en lo atinente a los gastos públicos. 

Este caso me parece particularmente interesante teniendo en cuenta los estudios que muestran el importante rol de los presupuestos participativos en el aumento de la recaudación de los municipios, como así también en la mejora de los servicios públicos y en la consiguiente disminución de la mortalidad infantil.  Por último, vislumbro también un gran potencial en e-Democracia, un portal creado por la Cámara de Diputados con la meta de fomentar la participación popular en el debate de temas legislativos. Es una idea que podría ser particularmente prometedora de combinársela con una asamblea ciudadana que ayude con propuestas surgidas de la población para aportar a una comisión parlamentaria, por ejemplo. 



*El contenido de este artículo refleja la visión personal del entrevistado y no constituye la opinión de las instituciones con las cuales el mismo mantiene vínculos.
 

 

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