México  ¡Cuida el spot!

Arte urbano en trenes MX © Cortesía

El artista Alejandro Pinpon nos cuenta sobre el origen del arte urbano en trenes y revela algunas de las reglas básicas de los creadores mexicanos para mantener en movimiento esta subcultura.

México es un país lleno de arte. Sus calles y carreteras suelen estar decoradas con bardas sonideras, grafitis, carteles, pequeños stickers, posters, murales monumentales, rótulos... Es parte de nuestra cultura intervenir el espacio llenándolo de elementos, símbolos, frases y formas que nos identifican y recuerdan de dónde venimos.
 
El grafiti, en particular, juega un papel muy importante en el desarrollo de la cultura underground y del arte urbano mexicano. La Ciudad de México comenzó a ver las primeras manifestaciones de este tipo a finales de 1960 con las pintas cargadas de mensajes sociales del movimiento estudiantil del 68. En los años 70 el grafiti en México empezó a tomar forma y fuerza a través de los tags, los throw-ups y las bombas que dieron inicio a la famosa guerra de estilos, una competencia de territorio y estética donde sobresalen los mejores artistas por la cantidad de tags o la complejidad de sus piezas.

"Cuando hablamos de “reglas” nos referimos al conjunto de recomendaciones y advertencias para reducir el riesgo y preservar el acervo de piezas de grafiti circulando por las vías férreas".

En la calle los lienzos eran infinitos, pero sus autores pronto decidieron evolucionar para poder llevar el arte urbano a más personas. ¿Cómo? Interviniendo los sistemas de transporte que conectaban distintos barrios, así como los trenes de carga interestatales y transfronterizos. Es ahí donde estalla el potencial creativo para no solo mostrar su talento, sino también establecer vínculos con comunidades extranjeras de artistas.

La cuna del arte urbano en trenes y sistemas de transporte comenzó en Nueva York con tags de artistas como Taki 183, Super Kool, Phase 2, Pistol 1, entre otros. La escena mexicana tardó en desarrollarse en este rubro, pues solo muy pocos trenes llegaban a la Ciudad de México intervenidos y los artistas mexicanos que empezaban a explorar los formatos sobre ruedas residían en su mayoría en la frontera con Estados Unidos. Con el tiempo este medio de expresión se fue popularizando para conectar a distintas comunidades de artistas y personas sin hogar que vivían en los trenes o en las zonas cercanas a las vías y estaciones. La necesidad por seguir innovando los llevó a incrementar el tamaño y la complejidad de sus piezas sin ignorar las “reglas” ya conocidas entre ellos, pues solo así era posible mantener en circulación los grafitis y los mensajes que decoraban las grandes placas de metal que protegían los cargamentos. La comunidad creció, así como el grupo de fotógrafos interesados en capturar las monumentales maquinarias cubiertas de grafitis. Esto dio paso a un nicho de coleccionistas de imágenes y de trenes miniatura también intervenidos por artistas.

Cuatro reglas básicas

Cuando hablamos de “reglas” nos referimos al conjunto de recomendaciones y advertencias para reducir el riesgo y preservar el acervo de piezas de grafiti circulando por las vías férreas. El mayor riesgo que conlleva esta práctica es que los artistas sean sorprendidos por las autoridades y que, en el peor de los casos, deban enfrentar multas de miles de pesos por daños a los vagones.

Una de las reglas básicas es “No pintes los números”, debido a que el cargamento es identificado con esa información vital para su operación. Si pintaste algún día un vagón e ignoraste esta “norma”, es muy probable que tu pieza ya no exista, pues seguramente debieron despintar el vagón para volver a rotular su código de identificación.
 
“Respeta el primer y último bloque” es otra regla fundamental para preservar el origen de los grafitis y mensajes de los trenes. El inicio de estas prácticas se remonta a la Gran Depresión, cuando los trabajadores o vagabundos nómadas (hobos), que recorrían Estados Unidos en tren, se ingeniaron formas de comunicarse entre sí a través de las diferentes estaciones. Escribían mensajes y hacían dibujos que hoy se conocen como código hobo o moniques, un lenguaje a base de garabatos para dar aviso de lugares seguros para acampar, conseguir comida y agua potable, y alertar sobre la presencia de pandillas, estaciones de policía o vigilantes armados. Los garabatos eran realizados con crayolas industriales resistentes a las extremas condiciones climáticas. Con el tiempo éstas fueron remplazadas por pintura en aerosol y otro tipo de marcadores industriales.

"Por tratarse de una cultura underground y en buena parte ilegal, debes evitar compartir en redes sociales tu experiencia creativa y sobre todo publicar la locación, esto para proteger los espacios y poder seguir creando".


Tercera regla: “Nunca pintes un autorack si viene cargado”. Puedes dañar con pintura los vehículos que transporta y, si la empresa presenta cargos por daños, la multa superará todos tus ahorros. También es clave mantener limpia el área y no dejar basura o rastros de tu intervención.

La última y más importante: “Cuida el spot”. Por tratarse de una cultura underground y en buena parte ilegal, debes evitar compartir en redes sociales tu experiencia creativa y sobre todo publicar la locación, esto para proteger los espacios y poder seguir creando. No hay muchos lugares secretos que les den a los artistas el tiempo suficiente de crear y detallar una pieza, por lo que los pocos que existen suelen ser muy valiosos y codiciados. Se necesita una compleja logística para lograr las condiciones ideales que les permitan dejar una bomba o una gran pieza que recorra miles de kilómetros.


Alejandro Pérez Alvarado alias Alejandro Pinpon es un artista urbano originario de Atizapán de Zaragoza, Estado de México. Actualmente dirige el colectivo multidisciplinario Mad In y colabora en diversos medios, marcas e instituciones enfocadas en la promoción y comercialización del arte urbano.

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