Derechos de los animales   Solidaridad con los animales

Un elefante mirando directamente a la cámara
Solidaridad con animales: El caso de Ely © Ricardo Roa

Actualmente, el concepto de solidaridad a menudo se asocia con las comunidades humanas: apoyo a grupos marginados, defensa de la justicia social y construir puentes para cerrar brechas culturales. Pero, ¿qué hay de la solidaridad con seres no humanos? ¿Podemos —o debemos— extender este sentido de responsabilidad moral a los animales? Esta pregunta resulta especialmente apremiante cuando conocemos historias individuales de animales que, como nosotros, experimentan sufrimiento y alegría y son capaces de formar vínculos sociales. Uno de estos casos es el de Ely, una elefanta en cautiverio en la Ciudad de México, cuya vida puede ayudar a esclarecer el debate ético en torno a los derechos de los animales.

El caso de Ely

Ely es una elefanta africana que fue rescatada de un circo en 2012. Desde entonces, se encuentra en cautiverio en el Zoológico de San Juan de Aragón, al noreste de la Ciudad de México. Si bien las autoridades presumían la “calidad de vida” que disfrutaba Ely en su instalación completamente hecha de concreto, su historia pronto llamó la atención de organizaciones en defensa de los derechos de animales —tales como Abriendo jaulas y abriendo mentes y AnimaNaturalis México— las cuales señalaron que Ely, de aproximadamente 40 años, sufría a causa del aislamiento y que su estado físico y mental se estaba deteriorando debido al estrés, así como a las condiciones innaturales de su confinamiento.

En junio de 2023, como parte de las supuestas medidas en favor de Ely, se decidió trasladar a Gipsy, otra elefanta de similar edad, para que ambas se acompañaran mutuamente. No obstante, en enero de 2024, Diana Valencia, fundadora de Abriendo jaulas y abriendo mentes, denunció que las elefantas estaban siendo escondidas por el zoológico y que se desconocía su estado. Autoridades del zoológico respondieron que estas medidas formaban parte del proceso de acoplamiento de ambos animales, aun cuando, en el mismo zoológico, era evidente que otras especies de animales también se estaban acoplando a su nuevo entorno, aunque no en las mismas condiciones de Ely.

La historia de Ely provocó olas de empatía e indignación en todo México y más allá. Personas que antes no se habían preocupado por la situación de los elefantes en cautividad se vieron de repente confrontadas con el sufrimiento emocional y psicológico que padecen animales como Ely. La exposición a la historia personal de un animal y la cuestión más amplia del bienestar animal nos desafían a extender nuestra solidaridad más allá de las preocupaciones humanas. La vida de Ely se convierte en un espejo a través del cual podemos ver más claramente nuestras propias obligaciones éticas.

Sin embargo, el caso de Ely no es el único. Historias similares existen en el mundo, desde Knut, el oso polar que nació en el zoológico de Berlín, hasta las orcas en cautiverio en los parques acuático de Estados Unidos. Sus historias, que a menudo llegan al público gracias a campañas activistas, resuenan con las personas en un nivel emocional. Pero más allá de la empatía, las historias de Ely o Knut, junto a miles de animales que sufren diariamente, nos confrontan con la cuestión de nuestro deber con otras especies.

Transformar la percepción

La empatía, la habilidad de compartir y entender las emociones de otros, es un poderoso motor de la solidaridad. Cuanto más conozcamos sobre la vida de los animales, más difícil resulta ignorar su sufrimiento. Está claro que los animales no pueden compartirnos sus intereses. Por esta razón, la filósofa y especialista en ética animal Lori Gruen llega tan lejos como defender que desarrollar empatía hacia los animales y su forma de experimentar el mundo es nuestra obligación moral.

Por su parte, el filósofo australiano, Peter Singer, consideraba que la capacidad de sufrir —y no tanto la inteligencia o la especie de un ser vivo— debería ser el criterio para la consideración moral, pues lo contrario estamos incurriendo en un tipo de discriminación: el especismo, que es, en términos generales, la creencia de que los seres humanos son superiores a quienes no pertenecen a esta especie. Desde su perspectiva, conocer las historias de sufrimiento de los animales, como Ely, nos obliga a extender nuestra solidaridad hacia ellos. De esta manera, comenzamos a ver su sufrimiento ya no como algo ajeno, sino como algo que exige nuestra respuesta moral.

La dinámica de exposición a las historias y el sufrimiento de los animales, junto con la empatía, es particularmente relevante cuando miramos los crecientes movimientos ena favor de los derechos de los animales. En Alemania, por ejemplo, donde los animales están protegidos por la Constitución, las campañas públicas y las acciones legales han creado conciencia sobre la importancia del bienestar animal. De forma similar, en Norteamérica, casos significativos —como la campaña de PETA en contra de SeaWorld para terminar con la explotación de delfines y ballenas, la cual quedó en evidencia en el documental Blackfish (2013)— han desencadenado debates más amplios sobre la ética del cautiverio de animales. En ambos contextos, la exposición de historias concretas e individuales ha desempeñado un papel crucial a la hora de cambiar la opinión pública y fomentar la solidaridad con los animales.

El deber humano

El marco ético de los derechos de los animales se basa en el reconocimiento de que los animales, como los humanos, tienen un valor intrínseco. El filósofo Tom Regan, por ejemplo, sostiene que los animales son “sujetos de una vida” (subjects-of-a-life), lo que significa que tienen experiencias, objetivos y preferencias que les importan (independientemente de los intereses humanos) y sus derechos son inherentes, los reconozcamos o no. La teoría de los derechos de los animales de Regan insiste en que los animales deben ser tratados como fines en sí mismos, no como meros medios para fines humanos.

Además, el utilitarismo promovido por Singer en este ámbito tiene como objetivo minimizar el sufrimiento. Si se considera esta visión, debemos considerar el bienestar de los animales en nuestros cálculos porque su capacidad de sentir dolor hace sus intereses moralmente significantes. El caso de Ely, tras este lente, se vuelve un claro ejemplo del fracaso en nuestro deber moral. El sufrimiento que ella ha padecido en cautiverio enfatiza los puntos débiles de nuestra responsabilidad con los animales.

¿Hay un límite para la solidaridad?

A pesar de la creciente tendencia por reconocer los derechos de los animales a nivel mundial, existen importantes objeciones a la idea de extender la solidaridad a los animales. Por ejemplo, el filósofo Carl Cohen sostiene que los animales no pueden tener derechos porque no son agentes morales capaces de participar en una comunidad de otros seres con derechos (como los humanos), pero Singer ya había reconocido esta diferencia. También en oposición, Roger Scruton, filósofo británico de corte más bien conservador, sugería que los derechos conllevan responsabilidades.

Sin embargo, el caso de Ely y otros similares, desafían estas objeciones en un nivel moral, si no estrictamente filosófico. La respuesta emocional al sufrimiento de Ely apunta que la línea entre el sufrimiento humano y el animal puede no ser tan clara como algunos críticos afirman. Si nos sentimos motivados a actuar en solidaridad con otros humanos —como cuando presenciamos una catástrofe natural o un genocidio (borramiento de una cultura nativa)— debido a su capacidad de sufrir, ¿por qué no lo extendemos a los animales?

Más información

  • Gruen, Lori. Ethics and Animals: An Introduction. Cambridge, 2011
  • Regan, Tom. The Case for Animal Rights.
  • Singer, Peter. Animal Liberation. Ecco Press, 2001.
  • Blackfish (Documental). Dir. Gabriela Cowpethwaite, 2013. (Disponible en Netflix)

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