Identidad y pertenencia  ¿Quién pertenece?

Wer gehört dazu? © Shutterstock

Sigmund Freud dijo que el yo no es amo de su propia casa. Freud afirma esto en el contexto de su teoría de que los impulsos y deseos controlan el ser, la casa del yo.

Algunos años después, el psicoanalista francés Jacques Lacan explicó que el yo se desarrolla en la infancia temprana, específicamente en el estadio del espejo (le stade du miroir), entre los seis y dieciocho meses de vida. Según Lacan, el niño se reconoce por primera vez como sujeto coherente al reflejarse en el espejo. Argumenta que el yo, o el sujeto, se forma gracias a algo que no es el yo mismo: el reflejo. A partir de este estadio, el sujeto se construye a partir de ideas y simbolizaciones de sí mismo. Desea (una de las palabras favoritas de Lacan) existir como un yo completo, coherente, real y consistente, pero sólo lo logra mediante el uso de simbolizaciones, reflejos e imaginaciones. En otras palabras, el yo no es real. El sujeto no existe.

El culto a la diferencia

Freud y Lacan enfrentaron fuertes críticas, cuya relevancia o validez no abordaremos aquí. No obstante, en una era dominada por la política de la identidad, no sorprende que la idea de la identidad como un constructo fragmentado, constantemente remendado con ficciones, sea poco popular. Los fascistas e identitarios de la actualidad, de forma similar a sus contrapartes de izquierda, emancipadora y decolonial de hace casi 70 años, parecen tener una clara idea de quiénes son. Por consiguiente, también saben bien quiénes no son como ellos y quiénes, como resultado, deberían ser excluidos o retornados. Y la política actual de la izquierda de fetichizar la identidad también es responsable de la falta de una solución para la creciente xenofobia. La gente encuentra placer en el discurso narcisista sobre la identidad y desmantelan cualquier cosa que podría mantener a una sociedad unida mediante el culto a la diferencia que se degrada en arrogancia cuando se defiende a alguien que no es como uno, alguien que ha experimentado un moldeado social, cultural, lingüístico diferente o que, por cualquier motivo, no “pertenece”: el extraño. Pero si, como Freud sugiere, yo soy un extraño para mí mismo, ¿cómo puedo estar tan seguro de que la persona que identifico como un extraño no es otra versión de mí mismo? ¿O que yo no soy su reflejo? Ni siquiera necesitamos una retórica grandilocuente para explicar que quienes desean pertenecer tienen que ser aceptados.

Una filosofía del reconocimiento

Es bastante deprimente que 300 años después de Kant, la irracionalidad siga pareciendo la respuesta más conveniente para una política impulsada por la indignación antes que por el tacto, por la emoción antes que la razón. Cada 30 minutos, o eso pareciera, alguien piensa que algo es intolerable o escandaloso. Conceptos como la “decencia” o la Leitkultur salen del anticuado baúl terminológico y se usan erroneamente contra los migrantes, quienes son acusados de ser “turistas de asilo”, por no mencionar expresiones aún peores. Kant escribió dos sencillas cosas que son todavía más pertinentes hoy de lo que jamás fueron en su tiempo: las injusticias cometidas contra cualquier individuo pueden sentirse de forma universal, y violar la dignidad de cualquier ser humano es violar la propia humanidad. Filósofos como Fichte y Hegel expandieron estos conceptos para desarrollar una filosofía del reconocimiento. El mensaje clave es que el sujeto se constituye mediante de reconocer a otros. Nos aseguramos de que somos dignos de reconocimiento al vernos reflejados como dignos en otros. Por lo tanto, negar la dignidad de otros implica negar mi propia dignidad, lo cual me afecta a mí. Los identitarios y fascistas de derecha probablemente odian esta filosofía del reconocimiento tanto como la izquierda (si es que todavía existe) la ignora o simplemente la abandona, incluso cuando esta filosofía podría respaldar una política no de fragmentación y tribalismo, sino de solidaridad y alianzas. Si, para volver a Freud, yo soy un extraño para mí mismo, pero al mismo tiempo solamente experimento mi propio ser en el reflejo del otro, y sólo puedo estar seguro de mi humanidad al respetar la dignidad del otro, que es simultáneamente mi propia dignidad, entonces no hay fundamento para una política de xenofobia, antisemitismo, homofobia y otras aberraciones mentales. La solidaridad no se trata de alinearnos con quienes consideramos que no son como nosotros; debería ser alinearnos con extraños en sociedades donde los extraños son iguales porque todos compartimos la misma extrañeza. La diferencia, ser diferente es algo que todos compartimos, y por eso todos pertenecemos.
 

Bibliografía

  • Sigmund Freud, Eine Schwierigkeit der Psychoanalyse, in: Imago. Zeitschrift für Anwendung der Psychoanalyse auf die Geisteswissenschaften V (1917).
  • Jacques Lacan, Schriften I, Wien/Berlin 2016.
  • Immanuel Kant, Zum ewigen Frieden, Königsberg 1795.
  • Georg Friedrich Wilhelm Hegel, Phänomenologie des Geistes (1807), hg. Eva Moldenhauer und Karl Markus Michel auf der Grundlage der Werke von 1832-1845, Frankfurt am Main 1989.
  • Johann Gottlieb Fichte, Grundlage des Naturrechts nach Principien der Wissenschaftslehre, Leipzig 1796.
  • Linda Martín Alcoff, Das Problem für andere zu sprechen (1992), hg. Marina Martinez Mateo, Stuttgart 2023.

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