Desde Rusia con amor  Kalifornski

"Ilustraciüon hecha con Midjourney. Dos hombres caminan por una gran ciudad bajo una lluvia de colores del arco iris. © Goethe-Institut

En los últimos meses, decenas de miles de rusos han huído de Putin a los Estados Unidos, entre ellos, muchos homosexuales — como Dmitrii y Max, quienes están decididos a encontrar la felicidad en el país de su antiguo enemigo. Dmitrii recuerda muy bien ese día:  la luz brillante, las miradas de los policías y el miedo, sobre todo el miedo. El 1 de febrero de 2023, a mediodía, Max y él estaban por fin en la fila de San Ysidro. El paso fronterizo en el polvoso desierto entre México y California es una de los más frecuentados en el mundo y el punto de encuentro más conocido entre migrantes que huyen de la guerra, la pobreza y la persecución en sus países de origen para empezar una nueva vida en Estados Unidos. Aquí, los dos jóvenes esperaban el momento por que el que habían arriesgado tanto y dejado todo atrás.

Las escenas de la frontera sur de Estados Unidos son bien conocidas. Las imágenes e historias de migrantes, refugiados y solicitantes de asilo que vienen desde México a California. La mayoría viene de Centor y Sudamérica: Venezuela, México, Honduras, El Salvador, Guatemala, Cuba y Haití, en busca del sueño americano. Desde 2022, sin embargo, algo ha cambiado también en la frontera. Entre los migrantes, hay cada vez más rusos que huyen de Putin a Estados Unidos, via México. En los últimos años, la cifra ha subido de manera vertiginosa: de 13,000 en el año anterior al ataque a Ucrania a 57,000 el año pasado.

Se van porque tienen miedo de ir a la cárcel por criticar al gobierno. Se sienten aplastados por la propaganda estatal y el ambiente nihilista en su país. No quieren ser enviados al frente en la guerra de Putin. O no se sienten seguros con las estrictas leyes anti-LGBTQI, así como Max y Dmitrii, que prefieren no decir su apellido para esta historia.

Ambos son pareja. Eso es lo que dijeron a los ofiiciales en la frontera. Llegaron a la oficina de Eugene Maysky en su van blanca usada desde su residencia en el Valle de San Fernando, en el norte de Los Ángeles, para contar su historia. Eugene trabaja para Imperial Court of Los Angeles and Hollywood, una ONG que se dedica a proteger los derechos de la comunidad LGBTQI. Tras su llegada, Max y Dmitrii vivieron primero en un alojamiento de emergencia. Ahora están sentados no lejos del centro de la ciudad en una sofá negro de piel, juntos.

La frontera entre México y Estados Unidos se extiende por 3,145 km.

Dmitrii es alto y tiene una cara redonda y un corte undercut. Max es delgado, con el pelo rubio recogido en una trenza y ragsos finos. Al principio, están quietos y temerosos. Poco a poco empiezan a hablar. Primero Dmitrii, luego también Max, los dos en ruso. Su inglés aún no es muy bueno. Eugene les traduce. Dmitrii tiene 26 años y creció en Moscú. Ha dejado muchas cosas en Rusia: un buen trabajo, un buen salario y a su familia. Antes de enamorarse por primera vez de un hombre, Dmitrii se había casado con su novia de juventud a los 18 años. Se separaron en 2021. Dmitrii tiene dos hijos pequeños con su ex mujer. Por mucho tiempo, sus padres ignoraron que él era homosexual. En algún momento, alguien le envío a su padre un mensaje anónimo por Telegram en el que lo delataban. “Yo podría haberlo negado todo. Habría sido fácil. Pero no lo hice”, dice Dmitrii y recuerda hasta hoy la sensación de alivio cuando la verdad por fin salió a la luz, aunque sus padres le dijeron hasta que se fue de Moscú que nunca lo entenderían ni lo aceptarían.

Durante meses estuvieron en Georgia, pensando si en verdad debían ir a Estados Unidos. Uno de sus amigos terminó “detenido por inmigración” en Luisiana.
De todas formas, ya habían tomado la decisión de irse. Ocurrió en las semanas posteriores a la invasión de Ucrania, el 24 de febrero de 2022. En las noticias hacían parecer que Putin quería proteger a las personas y salvar vidas, pero Dmitrii sabía lo que vivían realmente personas como él. Leyó sobre secuestros y ataques contra hombres homosexuales, especialmente en la región del Cáucaso. En Chechenia, por ejemplo, los homosexuales han sido perseguidos, torturados y asesinados por el Estado por años. Dmitrii sabía que eso también podía pasarle en Rusia.

Max tiene 22 y es originario de una pequeña ciudad cerca de Kursk, cerca de la frontera con Ucrania.

Él dice que es una zona en la que muchos jóvenes tienen pocas expectativas y son drogadictos, y que está al alcance de los misiles ucranianos. Su madre está feliz de que haya podido escapar. “El otro día me dijo por teléfono: ‘Si nos cae una bomba, al menos tú estarás vivo.’” Su familia aún no sabe que es homosexual.

En Rusia, Max había comenzado a estudiar psicología. Cuando el algoritmo de una app de citas lo conectó con Dmitrii en mayo de 2022, estaba haciendo su servicio militar. En las fotos de ese tiempo, Max se ve completamente diferente. Casquete corto, pose combativa en uniforme. Pero sufría ataques de pánico. Su unidad estaba estacionada cerca de la frontera. Muchos de ellos fueron enviados al frente. “Nos dijeron que defenderíamos nuestro país, pero nadie sabía por qué peleábamos”, dice. Con mucha suerte, Max encontró a un médico que le diagnosticó un padecimiento neurológico y, el 31 de mayo, fue liberado del servicio militar. Cuando viajó a Moscú una semana más tarde para ver a Dmitrii, estaba emocionado y cauteloso. Es muy común en Rusia que hombres homosexuales en las apps de citas se dejen atraer a puntos de encuentro donde les esperan pandilleros. A Max le había gustado lo fuerte y grande que era Dmitrii, pero también le había asustado un poco. Después todo ocurrió muy rápido. Dos días después, Dmitrii le regaló un anillo “como símbolo del inicio de nuestra relación”. Estaba claro desde ese momento que estaba juntos.

Para este punto, Dmitrii ya había hecho todos los preparativos para abandonar el país en julio. Max no lo había considerado todavía; nunca había salido del país y no quería irse, al menos no tan pronto. “Fue una decisión difícil”, dice ahora. “No quería que mi familia y mis amigos me consideraran un traidor. Eso es lo que nos decía la propaganda estatal”. Para la mayoría de los rusos que quiere emigrar, el objetivo más evidente es Europa, pero es bastante inalcanzable, ya que muchos no consiguen una visa Schengen. Dado que México, a diferencia de muchos países, no pide visa a las personas rusas para el ingreso, los Estados Unidos son la mejor opción que tienen.

Como muchos refugiados rusos, Max y Dmitrii decidieron en septiembre de 2022 cruzar primero la frontera con Georgia y continuar su viaje desde ahí. Estuvieron detenidos 38 horas en la kilométrica fila de autos de la frontera georgiana. Poco antes, Vladimir Putin había anunciado la movilización del ejército. “Era un ambiente apocalíptico. Tantas personas huyendo. No había comida, no había baños” dice Dmitrii. Muchas personas simplemente abandonaron sus autos y siguieron a pie. “Todos querían huir, simplemente huir, no importaba cómo”.
Cuando llegaron a Georgia, dudaron bastante tiempo. Un amigo de Dmitrii estaba detenido por inmigración ilegal en Luisiana. Cada año, miles acaban en centros de detención, que son famosos por sus duras condiciones. Max y Dmitrii estaban inseguros de si huir a Estados Unidos era una buena idea. Durante tres meses estuvieron pensando. Entonces, a incios de enero de 2023, por fin abordaron el avión. Como muchos rusos, no volaron directo a la Ciudad de México, sino con escala en Dubái, para no levantar sospechas. Después de una noche en la Ciudad de México, tomaron un taxi a Toluca, un pequeño aeropuerto que utilizan los lugareños principalmente para volar a Tijuana.

Los rusos tienen mayores probabilidades de obtener asilo en Estados Unidos que los migrantes procedentes de México o Sudamérica.

Cuando ambos llegaron a la frontera de Tijuana con California, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP) acabada de anunciar el lanzamiento de una app inédita en la lucha contra la inmigración ilegal: Las citas para los pasos fronterizos organizados se asignan a través de la app CBP One. Sin embargo, éstas no se asignan en función de la necesidad concreta de protección, sino más bien en función de la rapidez con la que se pulsa el formulario de solicitud en el momento oportuno. La demanda supera considerablemente las fechas disponibles. Algunas personas intentan en vano durante meses reservar una. 

Max y Dmitrii estaban en el lugar adecuado en el momento adecuado. La migración es siempre una cuestión de suerte. En Tijuana, al principio se quedaron en un alojamiento de emergencia porque se habían quedado sin dinero. Pero como la aplicación aún no estaba saturada, tuvieron su cita al cabo de sólo tres semanas. Max dice que cuando vio la valla fronteriza y la bandera estadounidense, se sintió un poco como si estuviera en una serie de Netflix. Así de surrealista era para él estar en este país. Casi todo lo que sabe de él lo conoce por las películas y series estadounidenses.

Llegaron a Los Ángeles la noche del 1 de febrero de 2023. Ahora esperan a que se tramite su solicitud de asilo. El proceso suele durar hasta cuatro años e incluye varias audiencias. Mientras tanto, a los refugiados no se les permite trabajar, por lo que dependen de la ayuda de organizaciones benéficas y proyectos de vivienda social. “Esperaba mucha menos ayuda de Estados Unidos de la que realmente recibimos”, dice Dmitrii. “La propaganda rusa afirma que los estadounidenses sólo se preocupan por sí mismos y que no les gustan los rusos”.
Max y Dmitrii delante de una escultura de alas sobredimensionadas, con el famoso cartel de Hollywood al fondo.

Max y Dmitrii delante de una escultura de alas sobredimensionadas, con el famoso cartel de Hollywood al fondo. | © Foto: Pablo López Luz

Sin embargo, como rusos, tienen una probabilidad de éxito superior a la media. En 2023, el 60% de las solicitudes de asilo resueltas fueron positivas, mejor que para los solicitantes de la mayoría de los demás países. En comparación, las posibilidades de los solicitantes de asilo que huyen de la corrupción, la delincuencia de bandas y la pobreza de Guatemala a Estados Unidos son del 8%. Parece que no todo el mundo puede vivir el sueño americano. Y aunque a los estadounidenses no les gusten tanto los rusos, menos aún les gustan las personas con piel no blanca.

Max y Dmitrii quieren casarse pronto, quizá este mismo año. Hasta entonces, Max está aprendiendo inglés y quiere seguir estudiando. Lo que más le gusta de Estados Unidos, dice, es que no tiene que pensar tanto en lo que piensan los demás. Se ha perforado las orejas y ha empezado a maquillarse. Dmitrii dice que el Max que conoció en Rusia y el Max de ahora son dos personas diferentes. Sueña con que pronto le dejen trabajar. Mientras tanto, se hace útil en otros sitios: Dmitrii ayuda a otros refugiados LGBTQ que hablan ruso en el lado mexicano de la frontera a través de grupos de chat, pues cada vez son más.

Este artículo apreció primero en el número 83 de la revista DUMMY en primavera de 2024. El tema de esa edición era "Extraños" (Fremde). Agradecemos a la revista DUMMY por la amable autorización para republicarlo.

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