En realidad, el plástico es algo bueno. Un material maravillosamente práctico: ligero, de robusto a indestructible, repelente al agua, infinitamente maleable e incluso democrático. Al ser barato de producir, hizo que muchos productos fueran accesibles a las masas. Tras la Segunda Guerra Mundial, el plástico se utilizó para construir el futuro: Artículos de uso cotidiano, ropa, equipos médicos, piezas de automóviles, electrodomésticos, páneles solares, viajes espaciales, envases de alimentos. El plástico se utiliza para salvar vidas e impulsar el progreso técnico, para aislar las casas y hacer que los alimentos se puedan transportar y sean más duraderos. El plástico lo es todo, sin plástico nada funciona.
Desde la década de 1950, la producción de plástico ha crecido desmesuradamente. Sólo entre 2003 y 2016 se produjo tanto como en los sesenta años anteriores. Hoy en día, la humanidad produce cientos de millones de toneladas de plástico cada año. Vivimos en la era del plástico.El único problema es: ¿dónde colocar todo el plástico cuando ya ha cumplido su función? Hace tiempo que el plástico ha superado a la humanidad. Como siempre ocurre con un súper invento que además puede generar dinero, nadie ha pensado realmente en las consecuencias a mediano y largo plazo. Los residuos plásticos son uno de los mayores problemas que tiene el planeta en este momento. Y la cantidad es especialmente grande, porque muchos plásticos se producen para un sólo uso.
Las cifras son para asustar: la humanidad produce hoy más de doscientos millones de toneladas de residuos plásticos al año. Como se nos dan tan mal las cifras tan grandes, la organización ecologista World Wide Fund for Nature (WWF, Fondo Mundial para la Naturaleza) las calculó en un informe de 2021: Esto equivale a unos quinientos veintitrés billones de popotes de plástico que, colocados a lo largo, podrían dar la vuelta a la Tierra casi unos tres millones de veces. En resumen: ¡es mucho!
Pero esto es sólo la primera y más pequeña parte del problema. El mayor es que la inmensa mayoría de los países tienen sistemas de recolección y eliminación totalmente inadecuados para la enorme masa de residuos. Más del 40% de los residuos plásticos del mundo se eliminan de forma incorrecta, lo que hace que una cantidad excesiva acabe en el medio ambiente, especialmente en los océanos. Quizá la más flagrante sea la Gran mancha de basura del Pacífico: la mayor aglomeración de basura del mundo flota entre Hawai y California y tiene el tamaño de Alemania, Francia, España y Portugal juntos. Además del plástico procedente de la navegación o la pesca, el plástico llega allí principalmente desde tierra a través de los ríos. En cifras: cada año entran en nuestros océanos once millones de toneladas de residuos plásticos. Esto equivale a casi catorce mil botellas de plástico por segundo. Ningún océano, por enorme que sea, puede tragarse eso. Y una vez dentro, es prácticamente imposible volver a sacarlo
Atlas del Plástico - El Gran Parche de Basura del Pacífico navega a la deriva frente a las costas de California. Aquí, las corrientes juntan diferentes tipos de residuos plásticos de todo el mundo. | Gráfico: PLASTIC ATLAS | Appenzeller/Hecher/Sack, CC BY 4.0 El vertido de basura en los océanos se conoce desde hace décadas, al igual que los peligros que supone para el medio ambiente y los seres humanos. Desde agravar la crisis climática (los residuos plásticos ponen en peligro la capacidad de los océanos para actuar como captor de carbono) hasta las desastrosas consecuencias para los animales marinos que quedan atrapados en las redes, se ahogan con los popotes o ven obstruido su tubo digestivo con bolsas de basura. En 2019, se encontró en Italia el cadáver de una ballena preñada, y los ecologistas hallaron veintidós kilos de residuos plásticos en su estómago.
La muerte masiva de animales amenaza no sólo a los ecosistemas, sino también a las industrias pesquera y turística, y a la base alimentaria de muchas personas. Un problema aún mayor es una propiedad que antaño hacía al plástico tan deseable como material del futuro: su larga vida útil. Pueden pasar de varios cientos a miles de años antes de que se descomponga por completo. El plástico se disuelve lentamente; se descompone en partículas cada vez más pequeñas, llamadas microplásticos. Estas partículas diminutas, sólidas e insolubles en agua, están por todas partes. En cada kilómetro cuadrado de los océanos, en el Ártico, en las profundidades marinas, en lagos y ríos. Y también entran en el cuerpo humano a través del agua y los alimentos. Todavía no se ha investigado lo suficiente cómo influyen exactamente en nuestra salud. Desde luego no es de buena manera, porque estos materiales contienen plastificantes y otras substancias químicas. De modo que el problema ya es gigantesco. Y hace tiempo que ha cobrado vida propia. Incluso si detuviéramos la contaminación de inmediato, la cantidad de microplásticos se duplicaría con creces en las próximas tres décadas. Así que producir menos plástico tendría sentido. En cambio, la industria del plástico ha invertido ciento ochenta mil millones de dólares en nuevas fábricas sólo desde 2010 para producir aún más plástico para el mundo. O dicho de otro modo: la catástrofe ya está a la vista y la humanidad acelera una vez más, alzando banderas al viento. Hurra, estamos condenados.
En el fondo, la contaminación por plásticos explica de forma mucho más sucinta que el calentamiento global hasta qué perversa magnitud ha llegado hace tiempo la destrucción de nuestro planeta. No hace falta saber cómo funciona el efecto invernadero para comprender que la montaña de basura sobre la que estamos sentados es ya demasiado grande y cada vez mayor. Y no tenemos ni idea de dónde ponerla.
Está claro que esto no sólo es un problema para las personas y la naturaleza, sino que también nos costará mucho dinero en el futuro. Porque la adquisición de plástico es barata y, por tanto, sigue siendo la primera opción para muchos fabricantes. Pero la factura que todos nosotros ―países, municipios, familias e individuos― tendremos que pagar al final es significativamente más alta. No hay cifras oficiales, pero si creemos al informe del WWF, cada euro que los fabricantes dedican a la producción de plásticos nos cuesta al menos diez veces más compensar los efectos negativos sobre el medio ambiente, la sociedad y la economía. Por un lado, están los costes de eliminación de los residuos (y las indemnizaciones por eliminación incorrecta de residuos) y la emisión de gases de efecto invernadero. Por el otro, están los incalculables gastos sanitarios y, sobre todo, los daños a los ecosistemas que hay que reparar.
El WWF ha calculado que el coste de la vida útil del plástico producido sólo en 2019 se estima en 3.7 billones de dólares. Como recordatorio, un billón es un millón de millones. Se vuelve aún menos imaginable si se calcula hacia el futuro: en 2040 estaríamos en 7.1 billones de dólares. Eso supone el 85% del gasto sanitario mundial de 2018 y más que el producto interno bruto de Alemania, Canadá y Australia juntos en 2019.
De manera que va a ser caro, y ningún país se ha acercado a encontrar una respuesta adecuada a la pregunta de quién pagará la factura al final. Incluso en lugares donde a uno le gustaría pensar que la eliminación de residuos funciona hasta cierto punto hay que mirar sólo un poco más de cerca: se recicla, pero demasiado poco. Hay demasiadas excepciones a las prohibiciones. O simplemente se aplaza el problema: Alemania, por ejemplo, enviará 136.083 toneladas de residuos plásticos a Turquía en 2020, donde oficialmente se reciclan, pero a menudo simplemente se incineran de manera ilegal.
El problema del plástico es como el del clima: de ninguna manera puede resolverse de forma individual, sino sólo con planteamientos y acuerdos globales. Una prohibición total de los productos de plástico de un sólo uso, como popotes, vasos para llevar, bolsas de plástico y cajas de poliestireno, tal y como decidió la UE en 2019, sería un buen comienzo, aunque todavía pequeño. Una tasa a las empresas que producen o utilizan plástico tendría más sentido. Se podría invertir en sistemas de recolección y reciclaje (en Alemania y muchos países europeos ya existen las normativas correspondientes, pero sólo para envases). Así pues, será una tarea gigantesca, nuestro problema del plástico.
septiembre 2023