La trama de estreno de Biohackers, otra nueva producción de Netflix hecha en Alemania, suena tan actual como explosiva. Originalmente planeada para marzo, la producción se pospuso sin vacilar para finales del verano cuando el coronavirus llegó a "occidente". ¿La razón? La serie podría desatar los miedos del público en tiempos de pandemia. Entre tanto, Biohackers lleva un par de semanas en el mundo, el Covid sigue causando estragos y no hubo escándalo. ¿Un mal indicio? Quizás. Observemos más de cerca.
Problemas en el paraíso-Estudiantil.
Biohackers se desarrolla en la preciosa Friburgo, un lugar en el que nada puede salir mal. Un lugar en el que se piensa en el futuro. Una ciudad bajo la tutela de su universidad, cuando menos a ojos externos. Una ciudad cuyo cabildo casi por tradición está dominado por el Partido Verde. Sin embargo, el alcalde es un político evangélico y apartidista llamado Martin Werner Walter Horn. Es decir: ojalá que cada vez haya más cosas alemanas agradables. Mientras que Dark sucedía en la Alemania sombría —bosques lúgubres, centrales nucleares, lluvia eterna—, Biohackers se sitúa en cierto sentido en el paraíso alemánico.CRISPR en el departamento compartido
La historia que lleva al atentado cometido por un honrado estudiante de biología se cuenta en flashback, y todo resulta mucho más predecible de lo que une habría creído tras ese inicio dramático. Friburgo se presenta como el hogar lugarcomunero de un puñado de personajes caricaturescos. Además de los ya mencionados, en el primer capítulo conocemos a les rumis de Mia. Hay un loco que considera su cuerpo un campo de pruebas y trata de alcanzar la fama instantánea con sus autoexperimentos. Está la chica que tiene demasiado sexo con demasiados tipos distintos, pero que fuera de eso no parece hacer mucho más. Y la chica que evidentemente no tiene nada de sexo y por lo tanto es superlista. Hasta ahora, todo simple y anticuado. En las escenas en el departamento y en las que documentan la vida universitaria, Biohackers evidentemente intenta presentarse como una comedia escandalosa. Es una estrategia válida, si te atienes a ella.Mia en el laboratorio
Sin embargo, la serie, en el fondo, trata de Mia, a quien, como nos enteramos en más flashbacks, le sucedió algo horrible en la infancia y tiene ansias de aclararlo. Esta chica inteligente y, cuando lo necesita, manipuladora convierte a la profesora Tanjia Lorenz en responsable de su destino. Desde el principio nos presentan a Lorenz como una ambiciosa sin escrúpulos, un juicio temprano que se confirma durante la serie. Jessica Schwarz nos regala una actuación soberbia y convincente de Lorenz, y su lucha contra Mia es el lubricante que te mantiene viendo la serie al borde del asiento, a pesar de todos sus defectos.En el centro de Biohackers están las modificaciones genéticas y sus consecuencias. La serie cuestiona la ética y la moral de la investigación científica. ¿Qué tan lejos puede ir un científico para salvar a la humanidad? ¿Y cuáles son los límites claros que no hay que cruzar?
Sheena Scott en FORBES
Sin embargo, une tiene la sensación constante de estar viendo dos series que no acaban de encajar. Por un lado está la comedia de estudiantes llena de sentimientos; por el otro, el drama que se desata entre la profesora y su inteligente alumna. Y como funciona como si les encargades de la serie hubieran elegido métodos narrativos fundamentalmente diferentes para cada mitad, nunca acabas de picarte. Aun así: hay un viso de esperanza para la segunda temporada (ya confirmada): el final de la primera. Porque, ¿virus cultivados en laboratorios y consorcios farmacéuticos ávidos de ganancias? Eso es material para un thriller de catástrofes controversial, ¿no? Sería admirable tener una serie que capturara las creencias conspiranoicas de un amplio segmento de la población alemana, las desmintiera y ganara tensión con eso.