Series alemanas  La última palabra

La última palabra © Netflix

La muerte le queda bien. Anke Engelke, la humorista más versátil de Alemania, explora en su papel de oradora fúnebre los tabúes en torno a la muerte. El resultado es una historia (familiar) conmovedora, amarga y dulce a la vez, sobre la mentira y el secreto, sobre los finales inesperados y los dificultosos nuevos comienzos.

Final. Adiós. Comienzo

Primero la mala noticia: Quien busque en “La última palabra” payasadas sin pausa y chistes con carcajadas al estilo de otros programas cómicos alemanes como “Ladykracher” y “Wochenshow”, encontrará poco para reírse en esta serie de seis capítulos de Netflix. La buena es que Anke Engelke, ganadora varias veces del premio de televisión Grimme, no sólo vuelve a brillar en el género (en cierto modo) serio sino que además realiza logradamente un acto de equilibrio al abordar el tema tabú de la muerte de una forma tan seria como divertida.
 

Partida sobre la mesa del comedor: Karla Fazius (Engelke) acaba de hacer feliz a su esposo Stephan (Johannes Zeiler) en el festejo de las bodas de plata con un curioso y provocador acto de canto. Para el aftershow en el lecho matrimonial, se ha puesto un negligée, pero de modo inesperado el marido muere en ese mismo momento de un aneurisma. Y como si esto no fuera suficientemente dramático, la viuda descubre después de 25 años que el fallecido llevaba una doble vida y había cambiado el floreciente consultorio odontológico por un taller de pintura. Las cuentas bancarias están vacías y Karla naufraga en un mar de preocupación, añoranza, miedo y rabia.

Despedida a lo grande

Problemas de dinero, turbulencias y un estado de excepción emocional hacen que Karla caiga en una profesión que enseguida se convierte en una vocación: oradora fúnebre en la empresa de Andreas Borowski (Thorsten Merten). Desde hace años, ese hombre melancólico, alcohólico tipo delta, conduce como puede su negocio fúnebre tratando de evitar la quiebra, junto con Frauke, su esposa (Claudia Gesiler-Bading) y Ronnie, el indiferente hijastro (Aaron Hilmer). Y entonces entra en escena Karla, que con sus ideas poco convencionales, no siempre piadosas, infunde bastante vida en el enclenque negocio de Borowski, quien también termina preguntándose si las tradiciones rígidas efectivamente contribuyen a que la despedida sea un momento menos agobiante. ¿No sería mejor que las ceremonias fúnebres fueran tan únicas e inolvidables como los fallecidos? Y esto, aunque la celebración termine en un tumulto.

No puede ser un funeral cualquiera. Tiene que ser especial. No quiero que la gente quiera que termine, sentada... ¿Sabe a qué me refiero?” “Sí, creo... creo que sí.” “Debe ser una celebración. Debe ser.. ¿Entiende?” “Sí, creo que sí”. “Con música, baile y muchas flores. Con una banda, por ejemplo. ¿Podría hacerlo?”

Diálogo de “La última palabra”

Para Anke Engelke, que muestra en todo su desgarro y vulnerabilidad a esta cincuentona que ha perdido el rumbo, el personaje de Karla es el papel perfecto. Al mismo tiempo, el personaje le da a la humorista la oportunidad de crear una figura que poco tiene que ver con su yo comediante. Encaminada en otra dirección, Karla avanza torpemente por las ruinas de su existencia anterior y en ese recorrido pisa a varios en los pies, pero al final logra, aunque de modo desordenado, unir a su familia. No solo Karla y su prole tienen que barrer los restos de su vida anterior: en cada episodio el centro lo ocupan un nuevo caso de muerte para la funeraria de Borowski y las personas que buscan su camino más propio para superar la pérdida. Y arriba de todo ese caos flota con efecto aplacador la pegadiza canción de Paolo Conte “Sparring Partner”.

“Voy a vivir hasta que me muera”

La multipremiada directora de reparto Daniela Tolkin (“Fack ju Göthe”), que para Netflix también trabajó en la serie “Biohackers” (2019), volvió a demostrar su extraordinaria sensibilidad para lograr un elenco coherente. Gudrun Ritter (“Boxhagener Platz”) convence como abuela desvergonzada. Después de que la echan del quinto hogar de ancianos debido a su dinámico “trueque de medicamentos”, la cínica anciana, que cuida su cáncer con vino blanco y cigarrillos, tiene como lugar de residencia el sofá de Karla. Con devoción empuja a su hija al borde del ataque de nervios y aconseja, con las previsibles consecuencias catastróficas, al nieto Tonio en cuestiones de amor. El joven actor berlinés Juri Winkler (“Rico, Oskar und die Tieferschatten”) interpreta al quinceañero como adolescente verdaderamente irritante, cuyas últimas palabras a su progenitor son un improvisado: “Eres el padre más de mierda de este mundo de mierda”. No sorprende que, después de la repentina muerte del papá, necesite una terapia. La increíblemente dúctil Nina Gummich, a quien recientemente se la pudo ver en el papel de la vivaz Ema en la tercera temporada de “Babylon Berlin” convence como la hija de Karla, Judith, que con un enfática actitud de “Sí, se puede” busca ocultar el gran miedo que le tiene a cualquier tipo de sentimiento.
 

Para llorar de tristeza y morirse de risa

No todo encaja perfecto en “La última palabra”, pero Engelke y compañía sortean con maestría algunos baches del guion, y después de una sobredosis inicial de bufonadas la serie de seis capítulos oscila hábilmente entre tragicomedia y drama familiar, enriquecida con una pizca de absurdo y humor negro. Hay reminiscencias de la singular y exitosa “Six Feet Under” y la emotiva “After Life” de Ricky Gervais. Esta mezcla gustó a los suplementos culturales alemanes, donde la serie obtuvo reseñas que iban desde la benevolencia hasta el entusiasmo: “Diálogos magníficos”, escribió el diario Süddeutsche Zeitung. El Frankfurter Allgemeine Zeitung calificó a la serie de “joya del humor negro y la amabilidad”. La radio NDR opinó: “Ange Engelke brilla como mujer adulta en una fase de cambios”. ¿Alcanza para una continuación? Aunque todavía no se ha dicho la última palabra, quedan suficientes finales abiertos para una segunda temporada.

La idea de esta serie dirigida por Aaron Lehman y Carlos V. Irmscher proviene de Thorsten Merten (actor en la saga “Spreewaldkrimi” y de “Sedwitz”). Merten, que comenzó sus carrera televisiva y cinematográfica en la famosa película “Halbe Treppe” de Andreas Dresen y terminó su formación actoral licenciándose como cabaretista en la Escuela Ernst Busch, no sólo creó un loco adorable en su papel del empresario fúnebre Borowski. También pronuncia la frase más sabia de la serie: “No hay un modo correcto de hacer el duelo, y como no hay modo correcto, tampoco hay uno incorrecto”. Un gran consuelo, y una gran verdad.
 
Credits:
La última palabra; Alemania 2020; dirección: Aron Lehmann; elenco: Angel Engelke, Thorsten Merten, Nina Gummich, Johannes Zeiler, Aaron Hilmer, Gudrun Ritter, Juri Winkler, Claudia Geisler-Badeing; seis capítulos de aprox. 45 minutos, disponible en Netflix dede el 17 de septiembre de 2020
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