Viaje de drogas en serie: “Los niños de la Estación del Zoo”, el drama en ocho capítulos de Amazon Prime, presenta las confesiones de la heroinómana Christiane F. como drama adolescente atemporal. Cuatro décadas después de que toda Alemania se viera conmovida por la colección de doce crónicas de la revista Stern sobre una chica de 16 años de Berlín Occidental que vivía entre la miseria de las drogas y la prostitución infantil, el proveedor de streaming le inyecta a la biografía de la junkie más conocida de Alemania una sobredosis de espíritu de época. Nivel de adicción: moderado.
La materia de que están hechos los sueños (y las pesadillas)
“Una de las películas más emotivas que he visto en mi vida. Y el hecho de que esté basada en hechos reales sólo la hace más desgarradora”. Hasta Roger Ebert, el famoso y severo crítico del Chicago Sun-Times se conmovió con Yo, Christiane F., la versión cinematográfica de 1981. Y no sólo él. La película, de bajo presupuesto, dirigida por Ulrich “Uli” Edel (“El complejo de Baader Meinhof”) y producida por Bernd Eichinger (“El nombre de la rosa”) marcó a toda una generación de adolescentes, y convirtió en estrellas a los actores jóvenes Natja Brunckhorst y Thomas Haustein. Sólo en Alemania Occidental alrededor de cinco millones de personas vieron el viaje al infierno de la heroinómana berlinesa y de su banda de amigos. La revista especializada Variety celebró la película “Christiane F.” –así se llamó en inglés– como hito internacional del nuevo cine alemán.Christiane Felscherinow
Tres años antes había hecho furor el bestséller homónimo. En el libro, basado en un reportaje de doce partes aparecido en la revista Stern, los periodistas Kai Hermann y Horst Rieck documentaban la vida cotidiana de Christiane F, abreviatura de Felscherinow, una vida que transcurría entre noches de aturdimiento en la discoteca Sound, la búsqueda del siguiente pico de heroína y el trabajo de prostituta cerca de la estación del Zoo. Cuando le hicieron las entrevistas la chica, que vivía en el complejo de edificios de Gropiusstadt (distrito Neukölln, Berlín), tenía apenas 16 años, pero su experiencia con la adicción ya era pavorosa: marihuana a los doce años, heroína a los trece, y se había prostituido por primera vez a los catorce. El libro, que se tradujo a veinte idiomas, daba testimonio del círculo vicioso de dependencia y endurecimiento emocional, mostraba lo frágil de la amistad entre los junkies y retrataba la miseria de la drogadicción y las sociedades paralelas a la sombra del muro de Berlín, todo con una intensidad hasta entonces desconocida. La crónica se mantuvo casi dos años en el número uno de la lista de bestséllers de la revista Spiegel. Con más de tres millones de ejemplares vendidos, todavía hoy es uno de los libros de no ficción más exitosos desde la posguerra. Quien haya crecido en los ochenta, habrá devorado con una mezcla de fascinación y espanto el libro o por lo menos la versión de fotonovela de la revista Bravo.Adolescentes completamente normales
Sonido e imagen
La serie retrata con angustiante intensidad la montaña rusa emocional de Christiane entre la cada vez más frágil rutina escolar, el mundo de la prostitución, los departamentos de los clientes y los ratos que pasa con su novio Benno (Michelangelo Fortuzzi). La cámara de Jakub Bejnarowczs impresiona con composiciones cromáticas creadoras de atmósferas y con imágenes coherentes hasta el último rincón humoso de la disco. No hay detalle que no esté en su lugar, la melancolía de los bloques de viviendas del barrio de Gropiusstadt jamás se manifestó con tanto estilo. Una pesadilla impresionante, en parte surrealista, en la que vagan las diversas almas perdidas. Y aunque desde los éxitos de “Pulp Fiction” y “Trainspotting” los viajes de droga hiperestilizados no son nada nuevo, la estética de Zoo es una fiesta para cualquier historia de Instagram. Casi resulta sorprendente que nadie saque un palo de selfie y que en la parte de abajo de la imagen no parpadee un link a alguna tienda de moda ultra rápida.Y ese es precisamente el dilema. Incluso durante la abstinencia de heroína, la banda del Zoo tiene un aspecto muy clean y saludable. No hay rostros amarillentos que se queden con la mirada perdida bañados en sudor, no hay personajes esqueléticos dignos de lástima que den cuenta de hasta qué punto la adicción destruye el alma y el cuerpo. Por supuesto, hay chicos pálidos como cadáveres, que se dan picos de heroína en baños llenos de meo, y que cuando practican la abstinencia vomitan en cubos de plástico, también hay tipos mayores en calzones aún más viejos que manosean a jóvenes prostitutas, pero todo esto con una estética tan moderna que la sensación de repulsión es muy baja. La escena en que Christiane, durante un concierto de David Bowie, se hace el primer pico de heroína detrás del escenario mientras suena “Chandelier” de Damien Rice es tan bella que también uno quisiera inyectarse.
A esto se suma que el elenco parece bastante adulto. En efecto, lo impactante de “Los hijos de la Estación del Zoo” de 1981 era que Christiane F. y sus amigos todavía eran niños. La película de Uli Edel resultó tan repulsiva precisamente porque el elenco (de amateurs) tenía un decidido aspecto infantil y así la miseria de esos niños del Zoo era de una autenticidad perturbadora. Eso no quiere decir que el elenco de la serie no entusiasme en el plano de la interpretación. Jana McKinnon, de 24 años, convence en el papel de la mocosa junkie Christiane. Lea Drinda, que interpreta a su amiga Babsi, irradia con sus grandes ojos una angustia existencial ingenua. Lena Urzendowsky hace de una Stella (la proxeneta ocasional) conmovedoramente destruida. Y Michelangelo Fortuzzi está magnífico como drogadicto veleidoso.
Podríamos ser héroes
Uno de los aspectos innovadores de la versión cinematográfica de 1981 fue la banda sonora, de David Bowie. El excepcional artista británico vivió a fines de los setenta en Berlín. Su canción “Héroes” es, según la revista Rolling Stone, una de las mejores canciones de todos los tiempos. En la película Bowie aparecía en persona dando un concierto. En la versión actual, Alexander Scheer, que fue celebrado por su papel de Newton, el alter ego de Bowie, en la pieza la teatral “Lazarus”, interpreta al fallecido Duque Blanco en dos breves apariciones. Pero en realidad poco importa, porque aunque en la banda sonora de la serie resuena el legado musical de Bowie, el premiado productor musical Robot Koch, que se hizo famoso con el trío musical Jahcoozi, apuesta a la música electrónica, al dancehall y al hip-hop, una base musical cool, atemporal y omnipresente. Ahora bien, como cada episodio está lleno hasta el tope de música –igual que en las series estadounidenses–, en ocasiones la historia pierde su ritmo. En esos momentos la serie se parece a un video clip de la Semana de la Moda de Berlín, en el que Christiane, de chaqueta de piel sintética y botas de cowboy blancas, camina balanceándose por las catacumbas de la estación junto con sus glam queens de la zona roja.Lista de reproducción oficial de Spotify: Los hijos de la Estación del Zoo, que incluye a Robot Koch, Michael Kadelbach; David Bowie, y otros.
Para inyecciones...
En el ámbito germanoparlante la serie tuvo una recepción dispar. En una época de comercio de drogas en la Darknet, de legal highs y de taxis que distribuyen cocaína, la estética de la heroína y de los utensilios para inyectársela es un poco anacrónica. Ese fue el tenor general de la crítica. Por otra parte, se dijo que “Los hijos de la estación del Zoo” es un drama común que podría ocurrir en cualquier otra gran ciudad. Además, muchos críticos se preguntaron si realmente era necesaria una remake de una obra tan icónica, toda vez que desde un principio se sabía que la nueva versión no podría alcanzar el impacto del original. El portal Filmdienst objetó también que “no siempre se logra una coherencia perfecta entre el regocijante cine de tecnología y la deprimente problemática de las drogas”. La revista Spiegel comentó: “Para inyecciones, vacunas”, sin embargo, admitió que la serie “salió bastante bien”. El periódico TAZ se sumó diciendo que “oscila felizmente entre la fidelidad al original y una nueva interpretación”. Por el contrario el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung sostuvo: “El intento de querer hacer de la historia un drama de crecimiento para el público actual no es disparatado... Pero el precio de esta 'modernización', según le dicen los creadores, es una inevitable pérdida de realidad”.¿Qué queda al final de cuentas?
Una serie de drogas y horror, atrapante en lo visual y formateada para un grupo destinatario específico, con actores jóvenes prometedores, un drama sobre adolescentes que añoran una vida distinta y que en camino a esa vida toman la salida incorrecta, y una historia universal sobre el primer amor, el cruce de límites, la amistad y la traición, y en primera fila, mirando, hay toda una generación de espectadores que no conoce ni la película ni el libro original.Créditos
Título original: Wir Kinder vom Bahnhof Zoo, 8 x 60 minutos aprox., dirección: Philipp Kadelbach; elenco: Jana McKinno Michelangelo Fortuzzi, Lena Urzendowsky, Bruno Alexander, Jeremias Meyer, Lea Drind