¿Qué tienen en común Kafka y la moda? La sensación de siempre llegar tarde. Jadeando corremos detrás de la moda y sólo hasta cierto punto podemos escapar a ella. En cierto modo estamos en sus manos, pues, no importa cómo nos vistamos o no nos vistamos, siempre se puede hacer una lectura de nuestra atuendo.
Mi primer recuerdo de un interés por la ropa es el momento en que mi madre usó unos hilos sintéticos muy fashion para seducirme y así yo fuera al jardín infantil. En aquella época me negaba a ir porque me parecía una ocupación sin sentido, una pérdida de tiempo que con sus constantes llamados a la participación me quitaba la alegría de observar. Siempre había algo que hacer, pero si hay algo que no se puede hacer en el jardín de infantes es no participar.Por eso mi madre me sedujo con una camisa transparente de rosas azules con bordados y volados. Como una urraca que ha encontrado un diamante, cedí. De ahí en más, habiendo aumentado mi riqueza en una camisa, cumplí el compromiso de asistir al jardín infantil. Desde ese momento yo misma elegía la ropa con que iría. La camisa es un símbolo. Representa mi primer recuerdo de autoempoderamiento a través de una expresión propia en el plano de la moda. Es una imagen que simboliza el acto de decidir cómo me presentaría yo hacia el exterior por el resto de mi vida. La elección del vestido de la identidad, en el que los seres humanos pueden florecer o derrumbarse, pero sobre todo, al que no pueden escapar.
kaf-kia-no
[adjetivo, culto]
que tiene rasgos característicos de la obra de Kafka; inexplicable y amenazador. Situación arbitraria o pesadillesca de la que no se puede escapar. Experiencia de derrotas y frustraciones sucesivas.
[Ejemplo]
“la historia tiene rasgos kafkianos”
[origen]
derivado del apellido del escritor checo Franz Kafka (1883-1924)
[adjetivo, culto]
que tiene rasgos característicos de la obra de Kafka; inexplicable y amenazador. Situación arbitraria o pesadillesca de la que no se puede escapar. Experiencia de derrotas y frustraciones sucesivas.
[Ejemplo]
“la historia tiene rasgos kafkianos”
[origen]
derivado del apellido del escritor checo Franz Kafka (1883-1924)
Si pienso en la definición común de lo “kafkiano”, la primera asociación que hago es con la burocracia. La imposibilidad de salir de un sistema, ese sistema ante el cual se inclina, forzado por las circunstancias, Josef K., el protagonista de la novela El proceso. Josef K. tolera la propia sentencia a muerte sin ser consciente de su culpa. “Kafkiano” describe la impotencia ante un desequilibrio de poder al cual uno está sometido por completo. Así, el poder superior se considera como algo dado, no es cuestionado y se lo acepta como parte de la vida. Se dice que Kafka hoy es relevante porque esa imposibilidad de escapar se corresponde exactamente con muchos ámbitos de la vida, no sólo la burocracia. También en la moda como forma de expresión amenaza una grotesca imposibilidad de escapar. Esto lo reconoció Franz Kafka hacia 1910, cuando escribió sus observaciones sobre moda. Franz tenía estilo; no sólo él mismo se vestía bien, sino que además expresaba en el papel su gusto por la ropa.
[Diario de Franz Kafka, 27 de septiembre de 1911, miércoles]
En el Belvedere, un viejo con los pantalones mal sujetos, colgantes. Silba; si lo miro, para; si aparto la vista, vuelve a empezar; acaba silbando aunque lo mire. — El botón grande, bello, cosido bellamente en la parte baja de la manga del vestido de una chica. También el vestido, que luce con garbo, flotante por encima de unas botas americanas. Qué pocas veces consigo yo crear belleza, y ese inadvertido botón y su ignorante costurera sí que lo consiguen.
[Diario de Franz Kafka, 22 de mayo de 1912, miércoles]
Su abrigo cálido, arrugado, ligero, que colgaba descuidadamente, de puro dúctil, cuando conversaba junto a la caja.
[Carta de Franz Kafka a Felice Bauer]
[Praga, 15 de diciembre de 1912, domingo]
Pero no, no lo hace, en cambio me hace esperar entontecido mientras hablamos de cosas de una falta de interés inaudita, como Breslau, la tos, música, chales, broches, peinados, viajes a Italia, trineos, bolsos de perlas, camisas de frac, botones para los puños de las mismas, Herbert Schottländer, francés, baños cubiertos, duchas, cocineras, Harden, situación de los negocios, viajes por la noche, Hotel Palace, Schreiberhau, sombreros, Universidad de Breslau, parientes, en resumen, de todo lo imaginable, pero lo único que tiene una cierta conexión contigo en estos momentos, desgraciadamente, son unas palabras sobre el Piramidón y la aspirina, no se entiende por qué este tema retiene tanto mi atención, por qué dejo que esas dos palabras se deslicen por mi lengua con tal delectación.
[Fragmento de El castillo de Franz Kafka]
Un joven, vestido de ciudad y con rostro de actor, de ojos pequeños y cejas muy marcadas, estaba a su lado con el posadero.
En el Belvedere, un viejo con los pantalones mal sujetos, colgantes. Silba; si lo miro, para; si aparto la vista, vuelve a empezar; acaba silbando aunque lo mire. — El botón grande, bello, cosido bellamente en la parte baja de la manga del vestido de una chica. También el vestido, que luce con garbo, flotante por encima de unas botas americanas. Qué pocas veces consigo yo crear belleza, y ese inadvertido botón y su ignorante costurera sí que lo consiguen.
[Diario de Franz Kafka, 22 de mayo de 1912, miércoles]
Su abrigo cálido, arrugado, ligero, que colgaba descuidadamente, de puro dúctil, cuando conversaba junto a la caja.
[Carta de Franz Kafka a Felice Bauer]
[Praga, 15 de diciembre de 1912, domingo]
Pero no, no lo hace, en cambio me hace esperar entontecido mientras hablamos de cosas de una falta de interés inaudita, como Breslau, la tos, música, chales, broches, peinados, viajes a Italia, trineos, bolsos de perlas, camisas de frac, botones para los puños de las mismas, Herbert Schottländer, francés, baños cubiertos, duchas, cocineras, Harden, situación de los negocios, viajes por la noche, Hotel Palace, Schreiberhau, sombreros, Universidad de Breslau, parientes, en resumen, de todo lo imaginable, pero lo único que tiene una cierta conexión contigo en estos momentos, desgraciadamente, son unas palabras sobre el Piramidón y la aspirina, no se entiende por qué este tema retiene tanto mi atención, por qué dejo que esas dos palabras se deslicen por mi lengua con tal delectación.
[Fragmento de El castillo de Franz Kafka]
Un joven, vestido de ciudad y con rostro de actor, de ojos pequeños y cejas muy marcadas, estaba a su lado con el posadero.
En esta pequeña selección compuesta de entradas de diario, fragmentos de una carta y otro de una novela, Kafka describe al pasar sus observaciones sobre la indumentaria. Como puede leerse a partir de estos pasajes, la ropa le interesa más como expresión de la identidad que como tendencia moderna. Pues como tenía estilo, Franz sabía que las modas no hacen al buen gusto. Por ejemplo, en la entrada del diario fechada el 22 de mayo de 1912 observa cómo le queda el abrigo a una dama sin describir el abrigo como prenda de moda. En el abrigo ve la plantilla de una persona desconocida. No sólo el abrigo en sí revela cosas sobre la persona que lo lleva, también son reveladores el modo en que se lo lleva y el estado en que se encuentra.
Ahora bien, cada quien puede juzgar como quiera la expresión a través de la vestimenta. Yo, personalmente, la juzgo según el estado de ánimo. A veces –en esos días en que no veo en ella una posibilidad sino una obligación a la que me tengo que someter– la odio. Pues sin importar cómo me vista o cómo no me vista, siempre se podrá leer algo en el atuendo: el modo en que cae el abrigo, si está planchado o no, de qué material está hecho, si es moderno o no. No puedo no vestirme, salvo que literalmente no me vista y salga desnuda a la calle. Pero en cierto modo algo se reconocerá. No puedo salir de mi desnudez. No puedo quitarme a mí misma como me quito una prenda de ropa. La manifestación a través de la ropa me tortura en ocasiones como sometimiento kafkiano, al igual que en los días malos, cuando reconozco que tal vez se pueda escapar a la moda, pero no a su expresión.
[Cuadernos en octavo, 25 de enero de 1918, domingo]
Antes de entrar en el Sancta Sanctorum debes quitarte los zapatos, pero no sólo los zapatos, sino todo, la ropa de viaje y equipaje, y, debajo, la desnudez y todo lo que hay debajo de la desnudez, y todo lo que se esconde debajo de esta, y luego el núcleo y el núcleo del núcleo, y luego el resto y luego el resplandor del fuego que no se apaga.
Antes de entrar en el Sancta Sanctorum debes quitarte los zapatos, pero no sólo los zapatos, sino todo, la ropa de viaje y equipaje, y, debajo, la desnudez y todo lo que hay debajo de la desnudez, y todo lo que se esconde debajo de esta, y luego el núcleo y el núcleo del núcleo, y luego el resto y luego el resplandor del fuego que no se apaga.
La moda se percibe como una tarea que hay que cumplir sin saber en qué consiste. Como en El proceso, es una citación al tribunal con fecha de comparecimiento desconocida. La moda es la sensación permanente de llegar tarde. En el momento en que uno supuestamente la ha captado, ya se ha vuelto obsoleta, y más que nunca hoy, cuando el ciclo de tendencias se repite tan rápido que se alcanza a sí mismo. Las tendencias se superponen. Sin embargo, las tendencias son, en realidad, prescripciones y orientaciones a las que nos aferramos para no hacer nada erróneo. Para ser parte de una sociedad, para imitar un hábito, para pertenecer a una escena. Una corriente nítida en las tendencias causa alivio en aquellos que se sienten agobiados por la complejidad del manual de la moda. De todos modos, cuanto más específicos son los ciclos de la moda y las tendencias, tanto más complejo resulta comprenderlos.
Todo y nada es tendencia. Quien haya inventado esa regla debe haber sido un gran admirador de Kafka. Primero todo suena a una gran libertad, pero en realidad es kafkiano. Pues el hecho de que en apariencia ya nada sea tendencia no quiere decir que ya no se pueda hacer nada erróneo en la moda. Al contrario: si ya nada es moderno o está de moda, se fracasará en el intento de vestirse de manera moderna. Quien lo intente, ya habrá perdido. Quien quiera vestirse a la moda deberá soportar perder constantemente y se enfrentará a interminables, sucesivas derrotas y frustraciones. Con la regla posmoderna de “Todo y nada es tendencia” nadie puede ganar. La sentencia suena como los análisis que en la clase de lengua se hacen de los clásicos de Kafka como El castillo, El proceso o La metamorfosis.
[Todo y nada es tendencia: un intento de análisis escolar]
“La moda es enigmática, pero no es más complicada de lo que uno la complica. Nada es inequívoco y su falta de sentido puede reconocerse en las metáforas vacías”.
El requerimiento de identidad y desarrollo personal es mayor y, así, el manual para expresarse por medio de la indumentaria es más largo. ¿Quién quiero ser? ¿Cómo quiero que me perciban? En la posmodernidad, esas preguntas ya no se pueden responder tan fácilmente: en la sociedad de clase media, ya no existe el objetivo de una estandarización y conformidad, de una norma para la moda. Todo ha sido sustituido por la individualidad, en cuyo desciframiento fracasan todos los que la analizan demasiado.
Cuando intentamos expresarnos, la moda viene a nosotros al parecer bien dispuesta. Sin embargo, al final no es más que una catarata de información sobre tendencias que, desde el momento en que se las describe, dejan de ser tendencia. Esto también lo sabía Franz, que tenía estilo. Y seguramente lo tendría aún hoy, cien años después. Si escribiera hoy un diario en el que yo viera a Franz en sus años de juventud sentado frente a mí en un banco del algún parque de Berlín, lo describiría así:
[Diario de Amelie Kahl, 13 de noviembre de 2023, lunes]
Chico simpático con el cabello peinado a las apuradas. Se quita de la frente las mechas embebidas en gel o crema. Las orejas revolotean como alas a los costados del rostro, entremedio, los ojos amistosamente atribulados. La chaqueta de lana gris oscuro de un diseñador japonés, con solapa demasiado ancha, cuelga dos tallas más grande que los hombros delgados. La arrugada camisa de cuello levantado, ¿es del mercado de pulgas? Alma desgastada, lo supongo adicto a la quetamina y bisexual, fuera del tiempo y a la vez moderno, alguien con quien se podría tomar un bordeaux filtrado en una jarra de formas divertidas.
Chico simpático con el cabello peinado a las apuradas. Se quita de la frente las mechas embebidas en gel o crema. Las orejas revolotean como alas a los costados del rostro, entremedio, los ojos amistosamente atribulados. La chaqueta de lana gris oscuro de un diseñador japonés, con solapa demasiado ancha, cuelga dos tallas más grande que los hombros delgados. La arrugada camisa de cuello levantado, ¿es del mercado de pulgas? Alma desgastada, lo supongo adicto a la quetamina y bisexual, fuera del tiempo y a la vez moderno, alguien con quien se podría tomar un bordeaux filtrado en una jarra de formas divertidas.
* * *
Agredecemos al Museo de Artes Decorativas de Praga por haber compartido generosamente sus fotografías de indumentaria.
Nota del traductor: para las citas hemos consultado las ediciones de Kafka: Diarios, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2000, trad. de Andrés Sánchez Pascual; Cartas a Felice, Nórdica. Madrid, 2019., trad. de Pablo Sorozábal; El castillo, Alianza, Madrid, 2014, trad. de Miguel Saenz; Cuadernos en octavo, Alianza, Madrid, 2018, traducción de Carmen Gauger.
Agredecemos al Museo de Artes Decorativas de Praga por haber compartido generosamente sus fotografías de indumentaria.
Nota del traductor: para las citas hemos consultado las ediciones de Kafka: Diarios, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2000, trad. de Andrés Sánchez Pascual; Cartas a Felice, Nórdica. Madrid, 2019., trad. de Pablo Sorozábal; El castillo, Alianza, Madrid, 2014, trad. de Miguel Saenz; Cuadernos en octavo, Alianza, Madrid, 2018, traducción de Carmen Gauger.
enero 2024