Planeación urbana  ¿Por qué necesitamos ciudades feministas?

© Claudia Casarino © Claudia Casarino

En todo el mundo los espacios urbanos están proyectados mayoritariamente por hombres y creados para atender las necesidades de personas de género masculino, blancas, de clase alta y con plenas capacidades físicas. En consecuencia, pensar una arquitectura feminista es una cuestión de poder.

“Como mujer, mis propias experiencias urbanas cotidianas están profundamente marcadas por el género. Mi identidad de género determina cómo me muevo por la ciudad, cómo vivo mis días, qué opciones tengo disponibles. Mi género es algo más amplio que mi cuerpo, pero mi cuerpo es el sitio de mi experiencia vivida, allí donde se cruzan mi identidad, mi historia y los espacios que he habitado, donde todo eso se mezcla y queda escrito en mi piel. Mi cuerpo es el espacio desde donde escribo. Es el espacio en el que mis experiencias me llevan a preguntar cosas como: ¿por qué el cochecito no entra en el tranvía? ¿Por qué tengo que caminar un kilómetro de más para llegar a casa solo porque el atajo es demasiado peligroso? ¿Quién recogería a mi hija de la guardería si a mí me arrestan en la manifestación contra el G20? Estas no son meras preguntas personales. Son preguntas que apuntan al meollo mismo de cómo y por qué las ciudades mantienen a las mujeres ‘en su lugar’”.

Esto escribe la geógrafa canadiense Leslie Kern en Feminist City: Claiming Space in the Man-Made World (Ciudad feminista. La lucha por el espacio en un mundo diseñado por hombres), publicado originalmente en inglés en 2019, lanzado en 2020 en Argentina por Ediciones Godot y que llegará a Brasil en 2021. La obra, redactada en primera persona y con una perspectiva anglosajona, se suma a otras publicaciones que intentan reflexionar sobre el espacio urbano teniendo en cuenta la cuestión del género.
 
“El mercado profesional de la arquitectura es extremamente machista y las ciudades son construidas mayoritariamente por hombres y están hechas para satisfacer las necesidades de personas de género masculino, blancas, de clase alta y de una edad en que se mantienen plenas las capacidades físicas”, afirma la arquitecta argentina Zaida Muxí Martínez, profesora de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona y autora de, entre otros, Mujeres, casas y ciudades: Más allá del umbral, publicado en España en 2018. “Cuando se planea una ciudad es importante incorporar la diversidad, porque los hombres y las mujeres usan el espacio de modo diferente en función de los papeles sociales y culturales atribuidos a cada género”, agrega Muxí Martínez.

Desplazamientos fragmentados

Esto puede verse de modo manifiesto en la movilidad. “Muchos estudios muestran que las mujeres se desplazan por la ciudad de modo fragmentado. Esto es así porque, además del trabajo remunerado, en su mayoría también son responsables de las tareas de cuidado, como llevar a los hijos a la escuela e irlos a buscar”, dice la arquitecta brasileña Danielle Klintowitz, coordinadora general del Instituto Pólis. “Pensar la movilidad urbana desde una perspectiva de género es pensar, entre otras cosas, en líneas de transporte colectivo que tengan mayor capilaridad y más paradas para satisfacer las necesidades de desplazamiento de las mujeres y que considere la seguridad en los trayectos recorridos e incluya tarifas más accesibles”.

Según datos divulgados por el Instituto Pólis, en la región metropolitana de São Paulo las mujeres usan más el transporte público colectivo y caminan más (74%) que los hombres (62%). “En las ciudades brasileñas, herederas del colonialismo esclavista patriarcal, es esa la imagen principal de las mujeres negras y de los suburbios, que deban cambiar varias veces de transporte para llegar al trabajo. Muchas de ellas son empleadas domésticas que van a ocupar el papel reproductivo de la mujer blanca para que esta pueda trabajar afuera”, señala la arquitecta brasileña Bethânia Boaventura, especialista en políticas urbanas y desigualdades sociales. “Por otro lado, las mujeres blancas, que en nuestro país pertenecen en su mayoría a las clases sociales altas, se desplazan en auto y están menos expuestas al acoso y otras violencias de género y sexuales que se dan en las ciudades”.

Inseguridad y acoso

Además de la movilidad, la cuestión de la seguridad es diferente para las personas según se identifiquen con el género masculino o femenino. Una encuesta realizada con 800 mujeres en Argentina por el Movimiento Mujeres de la Matria Latinoamericana mostró que el 96% de las entrevistadas habían sufrido acoso sexual en las calles y el 81% se sentían inseguras o muy inseguras en el espacio público, sobre todo las adolescentes de entre 15 y 19 años. Por otro lado, el 93% de las mujeres encuestadas evitaban pasar por lugares oscuros, el 54% de ellas buscaban usar ropas que no resaltaran su cuerpo y el 81% hacían rutas alternativas para escapar al acoso sexual. Cabe decir que algunos países de América del Sur ya poseen legislación contra el acoso sexual en espacios públicos, comenzando por Perú, que sancionó una ley en 2015, seguido por Chile y por la propia Argentina, que sancionaron leyes en 2019.

Una ciudad pensada a partir de la perspectiva de género prevé, por lo tanto, calles seguras, algo que incluye, entre otras cosas, iluminación adecuada y diversidad de usos, con tiendas y servicios abiertos en diferentes horarios. “Obviamente, los hombres también sufren violencia en el espacio urbano, pero la violencia se relaciona más con la cuestión material, por ejemplo, el robo de una billetera. Las mujeres deben acomodar su conducta ya desde antes de salir de la casa. Deben elegir, entre otras cosas, ropa adecuada, el horario más seguro, el medio de transporte donde no van a sufrir tanto acoso, y encima tienen que esperar mucho tiempo en la parada”, afirma Paula Freire Santoro, profesora de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) y una de las coordinadoras del Laboratorio Espacio Público y Derecho a la Ciudad (LabCidade), ambos de la Universidad de São Paulo. “La violencia de género restringe la movilidad y la libertad de las mujeres y esa sensación de miedo y esa sensación se agrava entre la población LGBTQ+”.

Ciudad de y para las mujeres

Foi por volta da década de 1970 que a perspectiva de gênero entrou no radar da arquitetura e do urbanismo em nível mundial. Um dos exemplos pioneiros nesse sentido é a cidade de Viena, na Áustria, que no final dos anos 1990 criou o conjunto habitacional Frauen-Werk-Stadt (a cidade como obra das mulheres, em um jogo sonoro de palavras que alude à ideia de Frauenwerkstatt, ou seja, oficina de mulheres), reunindo serviços como farmácia, creche e consultório médico. “Vejo algumas cidades avançando nesse sentido, como é o caso de Barcelona, que nos últimos anos tem feito, por exemplo, creches mais próximas dos locais de trabalho ou de moradia, mas temos muito ainda a avançar”, aponta Klintowitz.

En Brasil, ese desafío es aún mayor, según opina Santoro. “Aquí falta lo básico: en muchos lugares del país no existen jardines de infantes, escuelas o puestos de salud”, dice. “Pero no podemos abandonar esa demanda y dejar de discutir cuestiones como la de por qué en los espacios públicos, sean centros comerciales o restaurantes, sólo hay cambiadores de bebés en los baños de mujeres”. Para Boaventura una de las maneras en que esas demandas pueden avanzar es una mayor participación de las mujeres en espacios de decisión. “Obviamente, no me refiero a las mujeres que reproducen el papel del opresor, sino a aquellas que luchan por una ciudad sin opresiones”, señala. “Una ciudad así es buena no sólo para las mujeres sino para todo el mundo”, concluye.

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