Marcha à ré (Marcha atrás), manifiesto, performance y película, presentado en la ciudad de São Paulo y llevado a la Bienal de Berlín, es un ejemplo de cómo el arte puede servir de herramienta de protesta en tiempos de aislamiento.
Concebida por el grupo Teatro da Vertigem (Teatro del Vértigo) de São Paulo, en colaboración con el artista visual y escritor Nuno Ramos, Marcha à ré es un posicionamiento contra el gobierno brasileño y al mismo tiempo un homenaje a las víctimas brasileñas del Covid-19. “Nuestra idea fue llamar la atención sobre el retroceso que el país vive actualmente, en varios sentidos”, dice Antonio Araújo, director artístico del Teatro da Vertigem. Al son de respiradores mecánicos y monitores cardíacos, el cortejo fúnebre, de más de 100 autos, recorrió en marcha atrás un trayecto de casi un quilómetro y medio entre el predio de la Federación de Industrias, en la avenida Paulista, y el Cementerio de la Consolación.Allí, en lo alto del pórtico de entrada, un saxofonista tocó el himno nacional brasileño mientras se descubría uno de los nueve dibujos de la Série Trágica: minha mãe morrendo (1947), del artista brasileño Flávio de Carvalho, muerto en 1973. Otra obra de Carvalho, Experiência nº 2 (1931), en la cual el artista modernista camina en sentido contrario a una procesión religiosa, sirvió de inspiración para la caravana de protesta de Marcha à ré. El registro audiovisual del performance, realizado por el cineasta Eryk Rocha, dio origen a un cortometraje exhibido en la 11ª Bienal de Berlín, que este año rinde homenaje, entre otros, a Flávio de Carvalho.
En esta entrevista, Araújo y Ramos cuentan cómo se vieron obligados a reinventar la idea inicial del performance en función de la pandemia del coronavirus y reflexionan sobre manifestaciones artísticas en tiempos de distanciamiento.
¿De qué forma las exigencias sanitarias de aislamiento social afectaron la idea inicial de ustedes?
Antonio Araújo: Cambió todo. A comienzos del año pasado, Lisette Lagnado, una de las curadoras de la 11ª Bienal de Berlín, invitó al Teatro da Vertigem para hacer un performance público en el evento. Entonces fui a Berlín para conocer el barrio de Wedding, donde está ExRotaprint, uno de los predios que son sede de la Bienal, y buscar referencias para el trabajo.
Durante mis paseos en bicicleta, descubrí por casualidad que la Iglesia Universal del Reino de Dios tenía un templo en el barrio. Entonces comenzamos a pensar un performance, Teologias da Prosperidade, que saliese de ExRotaprint rumbo a la plaza donde está localizado el templo, para hablar, entre otras cosas, de la relación entre las iglesias evangélicas y el neoliberalismo, de esa commodity religiosa del Brasil actual. A comienzos de este año, Nuno se sumó a nosotros, pero ahí llegó la pandemia y todo se frenó. Como la Bienal nos ofreció la posibilidad de hacer un performance y enviar el registro, repensamos el trabajo para que tuviese sentido en el Brasil de hoy.
Nuno Ramos: Queríamos hacer un performance en la Avenida Paulista, uno de los espacios más emblemáticos de la ciudad, que desde 2013 ha sido tomado por las manifestaciones de derecha y extrema derecha. Hace pocos meses, inclusive, tuvieron lugar en esa avenida y en la ciudad de Brasilia las tristemente célebres caravanas bolsonaristas, cuyos participantes llamaban a la gente a salir del aislamiento social y volver al trabajo en plena pandemia. En el performance, invertimos ese lenguaje y ocupamos el espacio público de forma responsable.
Desde un principio nos preocupamos por las condiciones sanitarias, algo que, además, es una forma de protesta, dado que esas medidas están siendo incumplidas de hecho, incluso por el propio presidente de la República. El automóvil surgió como elemento esencial para garantizar la seguridad de los integrantes del cortejo, que va en marcha atrás en alusión al rumbo tomado por el país, especialmente en los últimos años. Pero también trabajamos con la idea de ir en el sentido contrario del rebaño.
La inspiración vino de la obra Experiência nº 2, del artista Flávio de Carvalho. Allá por 1930, él resolvió caminar en dirección contraria a una procesión religiosa y casi fue linchado por la gente. Antonio, los actores del Teatro da Vertigem y yo nos quedamos en la calle, con ropas y equipos de protección, para ayudar a los conductores a maniobrar los autos. Fue todo un logro hacer es performance en vivo. Yo nunca había trabajado con el Vertigem y, aun en condiciones de aislamiento, con reuniones de trabajo que se hacían de forma virtual, fue una experiencia fuerte, intensa, cercana.
AA: Sí, el arte tiene esa capacidad de reinventarse en situaciones adversas. En nuestro caso, precisábamos dar ese grito en medio de tanta impotencia, llamar la atención sobre el retroceso que el país vive actualmente, en varios sentidos. Pero obviamente, no fue un proceso fácil. Las reuniones se hicieron a distancia, el equipo se encontró de modo presencial sólo dos veces.
Además, cumplimos todos los protocolos para no poner en riesgo la salud de nadie. Para evitar aglomeraciones, el performance no se anunció en las redes sociales y los performers, que eran amigos o conocidos nuestros, se quedaron dentro del auto. Incluso así considero que logramos hacer un trabajo potente, donde compartimos todo, desde el proceso de creación hasta los obstáculos burocráticos. Conseguir hacer un performance en la Avenida Paulista fue una pesadilla kafkiana, que requirió meses de negociación con el poder público.
Las manifestaciones artísticas que, para manifestarse, necesitan el espacio público se ven muy afectadas por el aislamiento social. Sin la presencia del público, ¿el teatro y las artes visuales se transformarán?
AA: Creo que las artes visuales ya están más adaptadas. La propia Bienal de Berlín va a abrir con entradas escalonadas y la obligatoriedad del uso del tapaboca. La situación es más complicada en el caso del teatro, que presupone esa idea de ágora, de colectivo, de un grupo de personas juntas compartiendo una experiencia en vivo, del aquí y ahora. Hoy las personas tienen mucho miedo de estar juntas en una sala cerrada de teatro, de cine. De hecho, es un temor que sólo va a desaparecer después de la vacuna.
NR: La pregunta es: ¿cómo va a salir la humanidad de este momento? ¿Cómo, por ejemplo, un niño que pasó un año en casa con sus padres va a salir de esa experiencia? ¿Cómo se van a organizar los colectivos? ¿Será que tendremos miedo del prójimo? ¿Será que vamos a besar de la misma manera? En relación con el público, me acostumbré a tener audiencias pequeñas. Ya participé de shows y performances para poco más de una persona. Ya saqué en mi vida once libros y debo haber vendido como máximo veinte mil ejemplares. Hay mucho arte producido en la ausencia del otro, incluso antes de la pandemia. En Brasil, la mayoría de los artistas hace arte para cierta ausencia de público. La idea de tener menos público no me asusta pero en cuanto artistas necesitamos tener la posibilidad de producir una cosa que se manifieste en el mundo real. Necesitamos el horizonte de lo real.
octubre 2020