Sobre la detención del tiempo
Moverse sin moverse
Como todos sabemos, es bastante inmaduro hablar de una fase del capitalismo tardío, lo siento. No hay capitalismo tardío, sólo hay capitalismo. Ha comenzado, y tal vez termine en algún momento, pero entonces siempre habrá sido un gran estancamiento. La cuestión es cómo vivir en el estancamiento, porque el fin del sistema actual parece muy lejano: de hecho, el proletariado no piensa realmente en abolir el capital, al contrario, tiene la culpa de su existencia.
Por lo tanto, asumamos el estado actual de las cosas como algo que no puede cambiar en un futuro próximo. Supongamos, por ejemplo, que la música electrónica de los años noventa, con su potencia repetitiva, su ritmo constante de four‑to‑the‑floor (“cuatro contra el suelo”) y hasta 150 pulsaciones por minuto, describe precisamente este estado del capitalismo, el cual alcanzó su punto álgido en los años noventa y ha sido la norma desde entonces: a saber, la interminable fiesta del consumismo descarado que nos ofrece la libertad de elegir lo mismo una y otra vez.
Incluso si queremos creer por un momento que habrá algo más allá de la democracia liberal y que otra cosa debe venir, podemos estar seguros de que seguiremos avanzando durante un tiempo de la misma manera en que lo hemos hecho hasta ahora.
Así que, en el actual estancamiento, la única manera de que podamos, a primera vista, atravesar el tiempo con dignidad sería mejorar el capitalismo y la democracia hasta que podamos mirarnos los unos a los otros y al universo a los ojos. O combatir el estancamiento y la repetición con un “contraestancamiento”. Y eso no significa desaceleración, sino detención real y abrupta del tiempo.
Ese es el sueño de todos nosotros. Si uno sólo tiene un deseo y tiene que elegir entre hacer las cosas invisibles, ver el futuro, leer la mente, hacer que las personas y los objetos aparezcan de la nada (teletransportación) o detener el tiempo, entonces siempre elegimos detener el tiempo. Pero sólo con la condición de que podamos movernos en el tiempo detenido y resolver tareas mientras los demás se quedan quietos y no se mueven (y además que no sepan lo que acaba de ocurrir después de detener el tiempo). ¡Este es el sueño de la manipulación secreta!
Pero, ¿cómo puede ser posible que detengamos el tiempo y trabajemos en este continuo?
Un ejemplo del sonido de parada durante la inmovilidad de la sociedad es la música de Liz Harris, que es muy, muy conocida bajo el nombre de su proyecto Grouper, al menos en la escena del pop ambiental y psicodélico.
Liz Harris vive en una casa en Astoria, Oregón, y Astoria también marca un punto final y, por tanto, un punto muerto en la Historia, el de la expansión hacia el Oeste:
Astoria fue el primer asentamiento euroamericano al oeste de las Montañas Rocosas, establecido por el empresario John Jacob Astor (justo después de las expediciones de Lewis y Clark) como puesto de avanzada para el comercio de pieles.
La música de Liz Harris no es una desaceleración y no es una repetición, aunque esté metida en bucles. Su música es un espacio en el que tienen cabida las distorsiones y los errores, los silencios, la tristeza profunda y los malentendidos. Y a través de esta música, entre otras cosas, tenemos la oportunidad de romper la inmovilidad del consumismo. Por ejemplo, deberíamos escuchar la canción Alien Observer. Nos movemos al ritmo de esta canción, y creemos que no nos movemos. Vamos a los centros del capital con esta música y los destruimos. Entramos en la riqueza y la destruimos con la canción It Feels Allright. Ya no nos lavamos el pelo y liberamos a nuestros amigos de la cárcel con la canción Made of Air. Aún estamos despiertos cuando oscurece y escuchamos a Wind Return.
Liz Harris creció en una comuna que seguía las directrices del esoterista griego-armenio Georges I. Gurdjieff. Fue entrenada para recordarse a sí misma, para sufrir conscientemente y renunciar a las preferencias, y para educarse —más o menos— en lo inconmensurable. En esta comuna, la combinación de la renuncia, la educación y la conciencia clara debía conducir a la abolición de la ensoñación y a la lucha contra la distracción interior. Esta mezcla de claridad, educación y renuncia se refleja en la música de Liz Harris, y si nos educamos, mantenemos la claridad y renunciamos, podemos existir en el consumismo desenfrenado. Entonces, de repente, somos más rápidos que los demás y nos damos cuenta, a pesar de la frustración, la inquietud y el miedo, de que todos los demás están parados y sólo nosotros avanzamos. Es muy fácil alejarse de la inmovilidad de los demás siguiendo unas cuantas reglas y observar a estas personas estando paradas mientras tú mismo vas a toda velocidad. Es muy fácil detener el tiempo.
Este artículo fue encargado y elaborado en colaboración con Das Wetter – Magazin für Text und Musik.
Incluso si queremos creer por un momento que habrá algo más allá de la democracia liberal y que otra cosa debe venir, podemos estar seguros de que seguiremos avanzando durante un tiempo de la misma manera en que lo hemos hecho hasta ahora.
Así que, en el actual estancamiento, la única manera de que podamos, a primera vista, atravesar el tiempo con dignidad sería mejorar el capitalismo y la democracia hasta que podamos mirarnos los unos a los otros y al universo a los ojos. O combatir el estancamiento y la repetición con un “contraestancamiento”. Y eso no significa desaceleración, sino detención real y abrupta del tiempo.
Ese es el sueño de todos nosotros. Si uno sólo tiene un deseo y tiene que elegir entre hacer las cosas invisibles, ver el futuro, leer la mente, hacer que las personas y los objetos aparezcan de la nada (teletransportación) o detener el tiempo, entonces siempre elegimos detener el tiempo. Pero sólo con la condición de que podamos movernos en el tiempo detenido y resolver tareas mientras los demás se quedan quietos y no se mueven (y además que no sepan lo que acaba de ocurrir después de detener el tiempo). ¡Este es el sueño de la manipulación secreta!
Pero, ¿cómo puede ser posible que detengamos el tiempo y trabajemos en este continuo?
Un ejemplo del sonido de parada durante la inmovilidad de la sociedad es la música de Liz Harris, que es muy, muy conocida bajo el nombre de su proyecto Grouper, al menos en la escena del pop ambiental y psicodélico.
Liz Harris vive en una casa en Astoria, Oregón, y Astoria también marca un punto final y, por tanto, un punto muerto en la Historia, el de la expansión hacia el Oeste:
Astoria fue el primer asentamiento euroamericano al oeste de las Montañas Rocosas, establecido por el empresario John Jacob Astor (justo después de las expediciones de Lewis y Clark) como puesto de avanzada para el comercio de pieles.
La música de Liz Harris no es una desaceleración y no es una repetición, aunque esté metida en bucles. Su música es un espacio en el que tienen cabida las distorsiones y los errores, los silencios, la tristeza profunda y los malentendidos. Y a través de esta música, entre otras cosas, tenemos la oportunidad de romper la inmovilidad del consumismo. Por ejemplo, deberíamos escuchar la canción Alien Observer. Nos movemos al ritmo de esta canción, y creemos que no nos movemos. Vamos a los centros del capital con esta música y los destruimos. Entramos en la riqueza y la destruimos con la canción It Feels Allright. Ya no nos lavamos el pelo y liberamos a nuestros amigos de la cárcel con la canción Made of Air. Aún estamos despiertos cuando oscurece y escuchamos a Wind Return.
Liz Harris creció en una comuna que seguía las directrices del esoterista griego-armenio Georges I. Gurdjieff. Fue entrenada para recordarse a sí misma, para sufrir conscientemente y renunciar a las preferencias, y para educarse —más o menos— en lo inconmensurable. En esta comuna, la combinación de la renuncia, la educación y la conciencia clara debía conducir a la abolición de la ensoñación y a la lucha contra la distracción interior. Esta mezcla de claridad, educación y renuncia se refleja en la música de Liz Harris, y si nos educamos, mantenemos la claridad y renunciamos, podemos existir en el consumismo desenfrenado. Entonces, de repente, somos más rápidos que los demás y nos damos cuenta, a pesar de la frustración, la inquietud y el miedo, de que todos los demás están parados y sólo nosotros avanzamos. Es muy fácil alejarse de la inmovilidad de los demás siguiendo unas cuantas reglas y observar a estas personas estando paradas mientras tú mismo vas a toda velocidad. Es muy fácil detener el tiempo.
Este artículo fue encargado y elaborado en colaboración con Das Wetter – Magazin für Text und Musik.